«La Iglesia ha sido siempre amiga de las artes y de las ciencias. En verdad, el patrimonio artístico mundial es un tesoro de creatividad humana; da un testimonio elocuente de la inteligencia de la humanidad, que participa en el trabajo del Creador divino. La Iglesia siempre ha recurrido a las bellas artes para que le ayudaran a celebrar el don de la vida y, muy particularmente, sus ritos sagrados de una manera verdaderamente digna, adecuada y hermosa.
Al obrar así, ha ayudado a desarrollar un patrimonio incomparable de música, arte y literatura, que representa una contribución significativa al progreso de la cultura. Además, la Iglesia ha estimulado el desarrollo de las ciencias, especialmente en su promoción de la dignidad y el valor de la vida humana.
Este compromiso se ha expresado concretamente a través de la creación de numerosas instituciones, como la Academia pontificia de ciencias, que celebró recientemente su cuarto centenario, la Academia pontificia de ciencias sociales y la Academia pontificia para la vida.» (Discurso a los Embajadores de varios países acreditados ante la UNESCO. 08-05-2004.
Juan Pablo II)