Querida diócesis:
Recibí con sorpresa la noticia del Nuncio comunicándome que el Papa me nombraba obispo de Albacete.
Cuando me recuperé del impacto de la noticia, recé por todos vosotros. Lo hice con cariño, pero sin conocer nada ni a nadie de Albacete. Y he seguido teniéndoos en mi oración a lo largo de estas semanas.
Estaba deseando que se hiciera pública la noticia para empezar a trataros y poder rezar ya con rostros, nombres y apellidos e historias concretas que acompañar. Que el amor no puede vivirse en abstracto.
Llego sin haber sido obispo nunca y con un recorrido pastoral muy de “a pie de calle”. Por lo que tendréis que enseñarme y armaros de paciencia conmigo.
Ante este desconocimiento de la realidad a la que me llaman a servir, llego a la diócesis con humildad y con muchas ganas de escuchar y trabajar para continuar escribiendo juntos el relato de Amor que Dios empezó con nuestra diócesis de Albacete hace 75 años.
Quiero conocer nuestra historia de salvación y poder dar continuidad a todo el trabajo pastoral que estáis realizando. Desde esta continuidad también soy consciente de que empezamos una etapa nueva, tan sencilla como apasionante, en la que vamos a seguir llevando la alegría del evangelio a todos los rincones de nuestra diócesis, especialmente allí donde más esperanza haga falta. Tendremos que ayudarnos a descubrir estos “lugares” y a vivirlos como oportunidad para dar gloria a Dios en el servicio de la madre Iglesia que acoge, dignifica y levanta a quien más lo necesita. Y no hablo sólo de personas sin hogar, reclusos, inmigrantes o de quienes pasan hambre, que por supuesto son hijos y hermanos que necesitan atención especial. Hablo también de soledades y desesperanzas en las familias, en los ancianos, viudas, separados… en los jóvenes y los niños, en los matrimonios y en los consagrados, en los enfermos, en el mundo del trabajo y en tantas situaciones de la vida cotidiana donde la presencia de la maternidad de la Iglesia es imprescindible.
Pido a Dios que sigamos con ilusión mirando adelante y, juntos, poder llenar todo de esperanza y dar respuesta evangélica a las realidades que nos vayan viniendo. Que lo podamos vivir como familia en la que todos nos sentimos protagonistas y responsables de la marcha de nuestra Iglesia. Donde todos proponemos, donde a todos se nos escucha y se nos toma en serio. Y donde integramos todo esto en un proyecto en el que vamos discerniendo prioridades y tareas. Pero donde lo que realmente importa es que caminamos juntos y nadie se queda solo.
Estamos en Año Jubilar. Somos Peregrinos de Esperanza. Y quizás sea esto lo que Dios quiera que vivamos ahora y siempre. Siempre con la alegría puesta en el Señor y apoyándonos unos en otros y todos en Dios.
Esta es la esperanza de un Obispo que llega a Albacete en “pañales” pero que viene con muchas ganas de crecer y de servir, cogido de la Mano de Dios, de la Virgen y de todos vosotros. Estoy convencido de que el Señor, que es Camino, nos abrirá nuevas sendas cada día. Ya sabemos que “la esperanza no defrauda porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” Y en esta esperanza nos apoyamos.
Agradezco la tarea de todos los obispos de nuestra diócesis, especialmente de don Ciríaco y don Ángel, y también el trabajo de don Julián, del colegio de consultores y de todos los que habéis mantenido viva la diócesis en este tiempo de sede vacante. Obras son amores. Y vosotros habéis estado al pie del cañón cuidando a nuestra gente. Gracias de nuevo y gracias de corazón en mi nombre y en el de todos aquellos a los que habéis estado sirviendo.
Pido a la Virgen de los Llanos que nos allane el camino y nos acompañe en esta bendita aventura en la que el Señor, por el bautismo, nos ha embarcado a todos.
Que Dios nos bendiga.
+ Ángel Román Idígoras
Obispo electo de la Diócesis de Albacete