«¡Hueso de mis huesos y carne de mi carne!» (Gn 2, 23). Desde aquellas primeras palabras de amor humano que Adán exclamó – asombrado ante tanta belleza – al contemplar por primera vez a Eva, muchas otras palabras se han pensado, dicho y escrito.
Eva es presentada a Adán por el mismo Dios, El Bosco, El Jardín de las Delicias (detalle)
En estos días, entorno a la festividad de San Valentín, podemos encontrar, especialmente en Internet, multitud de propuestas para hablar de amor a la esposa, al esposo, a la novia o al novio. Hay que ser prudente y saber discernir, por eso el apóstol Pablo nos enseña: «examinadlo todo y quedaos con lo bueno» (1 Ts 5, 21).
Y refiriéndonos a “lo bueno”, los esposos y los novios cristianos disponen de un tesoro inagotable al que se puede y debe acudir para aprender a amar, para aprender a pensar sobre el amor, y, en fin, para aprender, con verdad, a hablar y a escribir, de amor y con amor, a la amada, al amado. Este tesoro son las Sagradas Escrituras interpretadas por la Iglesia.
Muchos son los textos de la Biblia a los que nos podemos referir en el sentido expuesto: el Génesis, los Salmos, los Profetas, los Evangelios, las Cartas de los Apóstoles, y un largo etcétera. Por su parte, el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 1611) subraya que «los libros de Rut y de Tobías dan testimonios conmovedores del sentido hondo del matrimonio, de la fidelidad y de la ternura de los esposos. La Tradición ha visto siempre en el Cantar de los Cantares una expresión única del amor humano, en cuanto que este es reflejo del amor de Dios, amor “fuerte como la muerte” que “las grandes aguas no pueden anegar” (Ct 8,6-7)».
Dicho esto conviene insistir en que la Biblia debe ser leída, meditada y enseñada siempre en fidelidad «al Magisterio de la Iglesia, como auténtico intérprete de la Sagrada Escritura y de la Sagrada Tradición»; el mejor instrumento para ello es el Catecismo de la Iglesia Católica (sobre el sacramento del matrimonio, sobre el sexto y el noveno mandamientos, etc.). Con este mismo fin también proponemos, a continuación, algunas catequesis del Papa San Juan Pablo II sobre algunos de los textos de la Biblia a los que nos estamos refiriendo. Estas catequesis ayudarán a nuestros lectores, y en particular a los esposos y a los que se preparan para el matrimonio, a profundizar sobre su «vocación al amor» y a aprender a «amar el amor humano» desde tres verdades ineludibles: la unidad substancial cuerpo-espíritu, la diferencia sexual varón-mujer como constitutiva de la persona y la necesidad de la redención del corazón; con todo ello podrán evitarse reduccionismos tanto de corte materialista como espiritualista.
Por último, una palabra de esperanza y aliento para todos, y en particular para los que sufren el desamor: «el amor tiene un rasgo particular; en vez de ser indulgente o voluble, tiene una tarea o un fin que cumplir: permanecer. El amor es duradero por su naturaleza. De nuevo, queridos amigos, podemos echar una mirada a lo que el Espíritu Santo ofrece al mundo: amor que despeja la incertidumbre; amor que supera el miedo de la traición; amor que lleva en sí mismo la eternidad; el amor verdadero que nos introduce en una unidad que permanece». «Queridos (…), ya hemos visto que el Espíritu Santo es quien realiza la maravillosa comunión de los creyentes en Cristo Jesús. Fiel a su naturaleza de dador y de don a la vez, él actúa ahora a través de vosotros. Inspirados por las intuiciones de san Agustín, haced que el amor unificador sea vuestra medida, el amor duradero vuestro desafío y el amor que se entrega vuestra misión» (Benedicto XVI, 19-07-2008).
Algunas catequesis del Papa San Juan Pablo II
Otros textos
Los Libros Litúrgicos, los Padres y Doctores de la Iglesia, así como muchos santos y beatos, nos ofrecen textos, colmados de verdad, bien y belleza, que hablan sobre el amor humano. También a estos textos pueden acudir los esposos y novios para aprender a amar y a hablar del amor.
Un ejemplo de ello lo propone, en concreto para los matrimonios, el mismo Catecismo de la Iglesia Católica (n. 2365). «San Juan Crisóstomo sugiere a los jóvenes esposos hacer este razonamiento a sus esposas: “Te he tomado en mis brazos, te amo y te prefiero a mi vida. Porque la vida presente no es nada, te ruego, te pido y hago todo lo posible para que de tal manera vivamos la vida presente que allá en la otra podamos vivir juntos con plena seguridad. […] Pongo tu amor por encima de todo, y nada me será más penoso que apartarme alguna vez de ti” (In epistulam ad Ephesios, homilía 20, 8)».
Para saber más:
«El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe; es decoroso; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta» (1 Co 13, 4-7)