Eva es presentada a Adán por el mismo Dios. El Bosco, El Jardín de las Delicias, detalle
“La bendición del Creador”
(dcjm.org) En torno a la respuesta de la Congregación para la Doctrina de la fe sobre la posibilidad de bendecir uniones de personas del mismo sexo.
Al resucitar, Jesús ofreció al Padre su sacrificio de alabanza o bendición. Y luego ascendió al cielo bendiciendo a sus Discípulos (Lc 24,50). De este modo la Pascua recapitula en sí toda la creación, pues también en el Génesis Dios concluye con una bendición (Gén 1,28). Dios bendice, es decir, capacita a su obra para que reciba la fecundidad del manantial que brota de Él. Declara así que estará presente y activo en la creación semana a semana, mes a mes, año tras año. Luego, en la plenitud del tiempo, la Iglesia surgirá como el espacio que Cristo glorioso abre para que nunca se acabe esta fecundidad creada, y en este espacio se pueda generar, no ya solo la vida de esta tierra, sino la vida plena y para siempre.
A finales del febrero pasado, la Congregación para la Doctrina de la Fe respondía a la pregunta sobre la posibilidad de bendecir a uniones entre personas homosexuales. No es extraño que lo hiciera negativamente – la sola duda habría resultado escandalosa hace solo dos o tres décadas. Lo que extraña es la abierta reacción contraria que ha suscitado en la Iglesia. Teólogos, asociaciones, revistas, incluso algún cardenal, han considerado que la respuesta es errónea y piensan que pronto habrá que cambiarla. ¿Cómo es de grave esta situación?
Para responder es necesario, primero, volver al fundamento. Bendecir, decía, tiene que ver con el proyecto creador del Padre. El libro del Génesis asocia la bendición con el culmen de la obra divina, al formar al hombre y a la mujer y llamarlos a ser una sola carne. De esta unión nace el hijo, culmen de bendición divina, desde donde se narra luego toda la historia de la salvación, abierta a la esperanza del Mesías. Toda bendición de Dios, antigua y nueva, pasa, por tanto, por acoger el lenguaje de la diferencia masculino-femenino. Aceptando este lenguaje, que hombre y mujer no han creado, se abren a la presencia y acción del Creador en la vida de ellos.
Algunos tipos de unión entre hombre y mujer, como el adulterio o la poligamia, se apartan del orden creatural. En ellas la relación del hombre y la mujer no es adecuada para recibir la bendición divina. Les faltan elementos estructurantes para custodiar el amor y para transmitir dignamente la vida. Con más razón falta esta estructura a la unión homosexual estable, que pretende compararse al matrimonio. Pues ahora se niega el papel constitutivo de la misma relación hombre-mujer, oponiéndose de este modo al designio originario de Dios. Por eso, según san Pablo, justificar los actos homosexuales es consecuencia de negar la visibilidad de Dios en su obra creada (Rom 1,18-32).
Y así comprendemos lo que hay en juego en este debate. Está en juego, en primer lugar, la confesión de Dios como Creador. Se difunde hoy la idea de que la inclinación sexual que cada uno siente es un don de Dios, que nos ama como somos. Dios, de este modo, queda en el origen del propio sentimiento, pero ya no el en origen del propio cuerpo, con su dimorfismo sexual. Se niega así la presencia de Dios en la exterioridad del cuerpo, es decir, en su capacidad para ponerme en relación con los otros, más allá de mí mismo. Pero si Dios es ajeno a esta esfera de mi persona, entonces es un Dios que no puede dar unidad al mundo, es decir, que no puede ser el Creador de este mundo. Dios puede actuar, si acaso, en lo íntimo del sentir, pero no en las relaciones que nos sacan de nosotros y entretejen la vida común.
Sale a la luz así un segundo elemento que está en juego: la condición relacional de la persona humana, que nace del amor y está llamada al don de sí. Notemos que, como argumento contra este Responsum objetan algunos críticos que Dios puede bendecir los elementos positivos de estas uniones homosexuales. Se olvida que los elementos de la relación forman parte de un todo, y que el valor de cada parte se juzga según ese todo. En una casa en ruinas hay muchos elementos positivos, pero no se puede habitar en ella, como no se puede navegar en un barco que hace agua. Otros críticos aseguran que la bendición es posible, porque la unión homosexual puede estar en un camino hacia la conversión, y la bendición de Dios la ayuda a avanzar hacia allí. Pero quienes pueden ponerse en camino en este caso son las personas (a quienes la Congregación para la Doctrina de la Fe se refiere en todo momento con sensibilidad y respeto), no la unión misma ni la práctica homosexual, cuyo dinamismo no está orientado hacia la diferencia sexual, sino hacia su negación.
Se trata de objeciones hechas desde el individualismo, que no entienden que el Creador no ha plasmado solo individuos, sino también un orden fecundo de relaciones entre ellos. Es esta condición relacional de la persona la que confiere a la sexualidad su misterio y su camino. La sexualidad toca a lo más hondo de la persona, porque de ella proviene nuestra vida, y en ella se abre la capacidad de donar a otros la vida. Esta visión de la sexualidad implica que se comprenda a la persona desde su origen, como alguien que se ha recibido de otros; y también desde su capacidad de generar vida en otros. Robar a la sexualidad de este sentido supone promover un hombre cuyo origen está en él mismo, un hombre que se autogenera, y que además es incapaz de agrandar en otros su propio porvenir.
Finalmente, está en juego también la misma fe en la Encarnación del Verbo. Algunos piensan que la insistencia de la Iglesia en temas de sexualidad es un escollo para la evangelización. Pero la evangelización, o pasa por la carne de las personas, o no evangeliza a Jesucristo, Palabra encarnada. El Señor ha asumido la carne, nacida de generación en generación, y ha recuperado su lenguaje originario. Si la carne sexuada no tuviera esta capacidad para unirnos tan hondamente entre nosotros y con Dios, no habría podido el Hijo de Dios, al asumir la carne, asumir nuestra vida; ni habría podido tampoco transformar la carne para que nos transmitiera la salvación. Según la antigua tradición patrística y medieval, Adán y Eva confesaban ya en cierto modo la fe en la Encarnación, precisamente a partir de la unión de ellos en una sola carne. Pues experimentaban allí la apertura de su promesa hacia la plenitud de la comunión entre ellos y con el Creador.
Lo que está en juego es mucho, por tanto: sea la implicación del Creador en la vida humana, sea la definición del hombre desde los dones y las promesas del Creador, sea la confesión de Cristo como aquel que lleva a plenitud todo lo humano.
Pero ante esta gran amenaza, el tiempo de Pascua nos da como antídoto una gran esperanza, que nace precisamente de la bendición del Resucitado. La bendición nupcial, dice la liturgia, es la única que no fue abolida tras el pecado. El Resucitado la retoma y engrandece, al resurgir en su verdadera carne. Por eso podrá instituir el sacramento del matrimonio, uno de los pilares de la Iglesia, y podrá abrir también el camino de la virginidad, que anticipa la plenitud del cuerpo en el mismo Dios. En juego en este debate se encuentra, podemos concluir, la misma esperanza cristiana, que pasa por la capacidad generativa de la carne. De esta esperanza tienen hoy la Iglesia y la sociedad más necesidad que nunca. Conociendo las amenazas que surgirían contra la fe en la redención de la carne, Jesús nos dijo: “que no se acobarde vuestro corazón” (Jn 14,27). Pues hasta el final del tiempo resonará, en el Espíritu, la voz de la Esposa que llama al Esposo: “¡Ven!” (Ap 22,17). Entre tanto, la Iglesia tiene la misión de confirmar en esta esperanza a todas las personas y familias, a las que el Señor llama a su seno.
José Granados, Superior General de los Discípulos de los Corazones de Jesús y María
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Algunos textos de los papas
Papa Francisco
«En Europa, América, América Latina, África, en algunos países de Asia, hay verdaderas colonizaciones ideológicas. Y una de estas —lo digo claramente con «nombre y apellido»— es el gender. Hoy a los niños —a los niños— en la escuela se enseña esto: que cada uno puede elegir el sexo. ¿Por qué enseñan esto? Porque los libros son los de las personas y de las instituciones que dan el dinero. Son las colonizaciones ideológicas, sostenidas también por países muy influyentes. Y esto es terrible. Hablando con Papa Benedicto, que está bien y tiene un pensamiento claro, me decía: «Santidad, esta es la época del pecado contra Dios creador». Es inteligente. Dios ha creado al hombre y a la mujer; Dios ha creado al mundo así, así, y nosotros estamos haciendo lo contrario.» (Papa Francisco, Viaje apostólico a Polonia: Encuentro con los obispos polacos en la Catedral de Cracovia – Discurso, 27-7-2016)
«Otro desafío surge de diversas formas de una ideología, genéricamente llamada gender, que «niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer». (…) No caigamos en el pecado de pretender sustituir al Creador. Somos creaturas, no somos omnipotentes. Lo creado nos precede y debe ser recibido como don. Al mismo tiempo, somos llamados a custodiar nuestra humanidad, y eso significa ante todo aceptarla y respetarla como ha sido creada.» (Papa Francisco, Amoris laetitia, 56).
«En la lógica del dominio, el dominador también termina negando su propia dignidad, y en definitiva deja «de identificarse subjetivamente con el propio cuerpo», ya que le quita todo significado.» (Papa Francisco, Amoris laetitia, 155).
«En el curso del debate sobre la dignidad y la misión de la familia, los Padres sinodales han hecho notar que los proyectos de equiparación de las uniones entre personas homosexuales con el matrimonio, «no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia […] Es inaceptable que las iglesias locales sufran presiones en esta materia y que los organismos internacionales condicionen la ayuda financiera a los países pobres a la introducción de leyes que instituyan el “matrimonio” entre personas del mismo sexo».» (Papa Francisco, Amoris laetitia, 251).
«Más allá de las comprensibles dificultades que cada uno pueda vivir, hay que ayudar a aceptar el propio cuerpo tal como ha sido creado, porque «una lógica de dominio sobre el propio cuerpo se transforma en una lógica a veces sutil de dominio sobre la creación […] También la valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad es necesaria para reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente. De este modo es posible aceptar gozosamente el don específico del otro o de la otra, obra del Dios creador, y enriquecerse recíprocamente». Sólo perdiéndole el miedo a la diferencia, uno puede terminar de liberarse de la inmanencia del propio ser y del embeleso por sí mismo. La educación sexual debe ayudar a aceptar el propio cuerpo, de manera que la persona no pretenda «cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe confrontarse con la misma».» (Papa Francisco, Amoris laetitia, 285).
«Permítanme llamar su atención sobre el valor y la belleza del matrimonio. La complementariedad del hombre y la mujer, vértice de la creación divina, está siendo cuestionada por la llamada ideología de género, en nombre de una sociedad más libre y más justa. Las diferencias entre hombre y mujer no son para la contraposición o subordinación, sino para la comunión y la generación, siempre a «imagen y semejanza» de Dios. Sin la mutua entrega, ninguno de los dos puede siquiera comprenderse en profundidad (cf. Audiencia general, 15 abril 2015). El sacramento del matrimonio es signo del amor de Dios por la humanidad y de la entrega de Cristo por su Esposa, la Iglesia.» (Papa Francisco, Discurso a los obispos de la Conferencia Episcopal de Puerto Rico en visita «ad Limina Apostolorum», 8-6-2015).
“Si el ser humano no redescubre su verdadero lugar, se entiende mal a sí mismo y termina contradiciendo su propia realidad: «No sólo la tierra ha sido dada por Dios al hombre, el cual debe usarla respetando la intención originaria de que es un bien, según la cual le ha sido dada; incluso el hombre es para sí mismo un don de Dios y, por tanto, debe respetar la estructura natural y moral de la que ha sido dotado» (Papa Francisco, Laudato Si’, n. 115).
“La ecología humana implica también algo muy hondo: la necesaria relación de la vida del ser humano con la ley moral escrita en su propia naturaleza, necesaria para poder crear un ambiente más digno. Decía Benedicto XVI que existe una «ecología del hombre» porque «también el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo». En esta línea, cabe reconocer que nuestro propio cuerpo nos sitúa en una relación directa con el ambiente y con los demás seres vivientes. La aceptación del propio cuerpo como don de Dios es necesaria para acoger y aceptar el mundo entero como regalo del Padre y casa común, mientras una lógica de dominio sobre el propio cuerpo se transforma en una lógica a veces sutil de dominio sobre la creación. Aprender a recibir el propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar sus significados, es esencial para una verdadera ecología humana. También la valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad es necesaria para reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente. De este modo es posible aceptar gozosamente el don específico del otro o de la otra, obra del Dios creador, y enriquecerse recíprocamente. Por lo tanto, no es sana una actitud que pretenda «cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe confrontarse con la misma»” (Papa Francisco, Laudato Si’, n. 155).
«Existen colonizaciones ideológicas que buscan destruir la familia. Vienen de afuera, por eso digo que son colonizaciones. No perdamos la libertad de la misión que Dios nos da, la misión de la familia. (…) como familia tenemos que ser muy, muy sagaces, muy hábiles, muy fuertes para decir ‘no’ a cualquier intento de colonización ideológica sobre la familia» (Papa Francisco, Discurso en el Encuentro con las familias en el Mall of Asia Arena, Manila, 16-1-2015).
Papa Benedicto XVI
Según la filosofía de género (gender), «el sexo ya no es un dato originario de la naturaleza, que el hombre debe aceptar y llenar personalmente de sentido (…). El hombre niega tener una naturaleza preconstituida por su corporeidad, que caracteriza al ser humano. Niega la propia naturaleza y decide que ésta no se le ha dado como hecho preestablecido, sino que es él mismo quien se la debe crear. Según el relato bíblico de la creación, el haber sido creada por Dios como varón y mujer pertenece a la esencia de la criatura humana. Esta dualidad es esencial para el ser humano, tal como Dios la ha dado. Precisamente esta dualidad como dato originario es lo que se impugna. Ya no es válido lo que leemos en el relato de la creación: «Hombre y mujer los creó» (Gn 1,27). No, lo que vale ahora es que no ha sido Él quien los creó varón o mujer, sino que hasta ahora ha sido la sociedad la que lo ha determinado, y ahora somos nosotros mismos quienes hemos de decidir sobre esto. Hombre y mujer como realidad de la creación, como naturaleza de la persona humana, ya no existen. El hombre niega su propia naturaleza. Ahora él es sólo espíritu y voluntad. La manipulación de la naturaleza, que hoy deploramos por lo que se refiere al medio ambiente, se convierte aquí en la opción de fondo del hombre respecto a sí mismo». (Benedicto XVI, Discurso a la Curia Romana con motivo de las felicitaciones navideñas, 21 de diciembre de 2012).
«La importancia de la ecología es hoy indiscutible. Debemos escuchar el lenguaje de la naturaleza y responder a él coherentemente. Sin embargo, quisiera afrontar seriamente un punto que – me parece – se ha olvidado tanto hoy como ayer: hay también una ecología del hombre. También el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo. El hombre no es solamente una libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza, y su voluntad es justa cuando él respeta la naturaleza, la escucha, y cuando se acepta como lo que es, y admite que no se ha creado a sí mismo. Así, y sólo de esta manera, se realiza la verdadera libertad humana.» (Benedicto XVI, Discurso en la Visita al Parlamento Federal en el Reichstag de Berlín, 22-9-2011)
«Cuando la Iglesia habla de la naturaleza del ser humano como hombre y mujer, y pide que se respete este orden de la creación, no es una metafísica superada. Aquí, de hecho, se trata de la fe en el Creador y de escuchar el lenguaje de la creación, cuyo desprecio sería una autodestrucción del hombre y, por tanto, una destrucción de la obra misma de Dios.
Lo que con frecuencia se expresa y entiende con el término “gender”, se reduce en definitiva a la auto-emancipación del hombre de la creación y del Creador. El hombre quiere hacerse por sí solo y disponer siempre y exclusivamente por sí solo de lo que le atañe. Pero de este modo vive contra la verdad, vive contra el Espíritu creador. Ciertamente, los bosques tropicales merecen nuestra protección, pero también la merece el hombre como criatura, en la que está inscrito un mensaje que no significa contradicción de nuestra libertad, sino su condición.» (Benedicto XVI, Discurso a la Curia romana con ocasión del intercambio de felicitaciones por la Navidad, 22 de diciembre de 2008).
«La diferencia sexual que caracteriza el cuerpo del hombre y de la mujer no es un simple dato biológico, sino que reviste un significado mucho más profundo: expresa la forma del amor con la que el hombre y la mujer llegan a ser —como dice la sagrada Escritura— una sola carne, pueden realizar una auténtica comunión de personas abierta a la transmisión de la vida y cooperan de este modo con Dios en la procreación de nuevos seres humanos» (Benedicto XVI, Discurso a los participantes en un Congreso internacional organizado por el Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el matrimonio y la familia, 11 de mayo de 2006).
Papa San Juan Pablo II
«38. Además de la destrucción irracional del ambiente natural hay que recordar aquí la más grave aún del ambiente humano, al que, sin embargo, se está lejos de prestar la necesaria atención. Mientras nos preocupamos justamente, aunque mucho menos de lo necesario, de preservar los «habitat» naturales de las diversas especies animales amenazadas de extinción, porque nos damos cuenta de que cada una de ellas aporta su propia contribución al equilibrio general de la tierra, nos esforzamos muy poco por salvaguardar las condiciones morales de una auténtica «ecología humana». No sólo la tierra ha sido dada por Dios al hombre, el cual debe usarla respetando la intención originaria de que es un bien, según la cual le ha sido dada; incluso el hombre es para sí mismo un don de Dios y, por tanto, debe respetar la estructura natural y moral de la que ha sido dotado. Hay que mencionar en este contexto los graves problemas de la moderna urbanización, la necesidad de un urbanismo preocupado por la vida de las personas, así como la debida atención a una «ecología social» del trabajo.
El hombre recibe de Dios su dignidad esencial y con ella la capacidad de trascender todo ordenamiento de la sociedad hacia la verdad y el bien. Sin embargo, está condicionado por la estructura social en que vive, por la educación recibida y por el ambiente. Estos elementos pueden facilitar u obstaculizar su vivir según la verdad. Las decisiones, gracias a las cuales se constituye un ambiente humano, pueden crear estructuras concretas de pecado, impidiendo la plena realización de quienes son oprimidos de diversas maneras por las mismas. Demoler tales estructuras y sustituirlas con formas más auténticas de convivencia es un cometido que exige valentía y paciencia 77.
39. La primera estructura fundamental a favor de la «ecología humana» es la familia, en cuyo seno el hombre recibe las primeras nociones sobre la verdad y el bien; aprende qué quiere decir amar y ser amado, y por consiguiente qué quiere decir en concreto ser una persona. Se entiende aquí la familia fundada en el matrimonio, en el que el don recíproco de sí por parte del hombre y de la mujer crea un ambiente de vida en el cual el niño puede nacer y desarrollar sus potencialidades, hacerse consciente de su dignidad y prepararse a afrontar su destino único e irrepetible. En cambio, sucede con frecuencia que el hombre se siente desanimado a realizar las condiciones auténticas de la reproducción humana y se ve inducido a considerar la propia vida y a sí mismo como un conjunto de sensaciones que hay que experimentar más bien que como una obra a realizar. De aquí nace una falta de libertad que le hace renunciar al compromiso de vincularse de manera estable con otra persona y engendrar hijos, o bien le mueve a considerar a éstos como una de tantas «cosas» que es posible tener o no tener, según los propios gustos, y que se presentan como otras opciones.
Hay que volver a considerar la familia como el santuario de la vida. En efecto, es sagrada: es el ámbito donde la vida, don de Dios, puede ser acogida y protegida de manera adecuada contra los múltiples ataques a que está expuesta, y puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano. Contra la llamada cultura de la muerte, la familia constituye la sede de la cultura de la vida.
El ingenio del hombre parece orientarse, en este campo, a limitar, suprimir o anular las fuentes de la vida, recurriendo incluso al aborto, tan extendido por desgracia en el mundo, más que a defender y abrir las posibilidades a la vida misma. En la encíclica Sollicitudo rei socialis han sido denunciadas las campañas sistemáticas contra la natalidad, que, sobre la base de una concepción deformada del problema demográfico y en un clima de «absoluta falta de respeto por la libertad de decisión de las personas interesadas», las someten frecuentemente a «intolerables presiones… para plegarlas a esta forma nueva de opresión»78. Se trata de políticas que con técnicas nuevas extienden su radio de acción hasta llegar, como en una «guerra química», a envenenar la vida de millones de seres humanos indefensos.
Estas críticas van dirigidas no tanto contra un sistema económico, cuanto contra un sistema ético-cultural. En efecto, la economía es sólo un aspecto y una dimensión de la compleja actividad humana. Si es absolutizada, si la producción y el consumo de las mercancías ocupan el centro de la vida social y se convierten en el único valor de la sociedad, no subordinado a ningún otro, la causa hay que buscarla no sólo y no tanto en el sistema económico mismo, cuanto en el hecho de que todo el sistema sociocultural, al ignorar la dimensión ética y religiosa, se ha debilitado, limitándose únicamente a la producción de bienes y servicios 79.
Todo esto se puede resumir afirmando una vez más que la libertad económica es solamente un elemento de la libertad humana. Cuando aquella se vuelve autónoma, es decir, cuando el hombre es considerado más como un productor o un consumidor de bienes que como un sujeto que produce y consume para vivir, entonces pierde su necesaria relación con la persona humana y termina por alienarla y oprimirla 80.» (Papa San Juan Pablo II, Centesimus Annus, 38-39).
«Las palabras pronunciadas por Cristo sobre la resurrección nos permiten deducir que la dimensión de masculinidad y feminidad —esto es, el ser en el cuerpo varón y mujer— quedará nuevamente constituida juntamente con la resurrección del cuerpo en el “otro siglo”. (…) «En es otro mundo, la patria definitiva del hombre, que llamamos reino de Dios o casa del Padre, entraremos en la dimensión eterna del ser humano mediante la resurrección. Será una dimensión y estado nuevo de vida, en el que el cuerpo del hombre y de la mujer, mantendrá sus peculiaridades propias, revestido de inmortalidad y con una espiritualización de la naturaleza humana, que lo hará semejante a los ángeles» » (San Juan Pablo II, Audiencia general, 2-12-1981).
«Frente a esta amplitud de campos de lucha antiguos y nuevos [en favor de la vida y la salud], donde se configuran «amenazas programadas de manera científica y sistemática» (Evangelium vitae, 17), es necesario juntar las fuerzas, unir las inteligencias y establecer estrategias comunes armoniosas y eficaces.
Vuestra misión se abre ante un horizonte realmente vasto, que implica también promover el valor insustituible de la educación de los jóvenes y de las familias en el amor verdadero, fiel y casto. No es realista pensar que se afirme una cultura de la vida si falta una seria educación de las conciencias y en particular, si no hay una real orientación afectiva hacia los valores de la familia. Estos presupuestos son cada vez más importantes en una verdadera estrategia de defensa de la vida.
En ese marco, la familia y la vida constituyen un binomio inseparable y del mismo modo, el amor casto y fiel es el primer nivel y la condición insustituible de la cultura de la vida.
Estos compromisos, que constituyen los objetivos de vuestra estrategia, requieren una preparación profunda en el ámbito de las temáticas médica, ética jurídica y social. La lucha en defensa de la vida puede ganarse sólo si al entusiasmo y a la valentía de cuantos participan en ella se añade una preparación específica en estos campos. En particular, se requiere una formación en el importante campo de la bioética, destinada, ante todo, a los agentes sanitarios, pero también a cada uno de los ciudadanos.
(…) será singularmente valiosa la contribución que prestan los intelectuales, los juristas y los profesionales de la medicina, así como sigue siendo indispensable la aportación de los formadores de los jóvenes y de los responsables de los movimientos educativos, una vez que hayan profundizado, ellos mismos en primer lugar, las exigencias inderogables de la moral en defensa de la vida humana. Os exhorto a acompañar con particular atención a los adolescentes y a los jóvenes en las escuelas, para que puedan recibir una presentación adecuada de los valores morales, civiles y religiosos, que son coherentes con la dignidad de la persona humana y con la defensa y la promoción de la vida.
También es urgente prestar atención a lo que sucede en los Parlamentos, donde van manifestándose orientaciones legislativas en el ámbito del bioderecho y de la protección de la corporeidad humana y de la familia, que incluyen aspectos preocupantes. Cuantos tienen verdadero interés por la dignidad de la persona y el destino futuro de la humanidad, no pueden renunciar a su deber de vigilar y actuar». (San Juan Pablo II, Discurso a los participantes en el III Congreso de los movimientos en favor de la vida, 3-10-1995)
Para saber más:
Textos de la Biblia citados en el Catecismo de la Iglesia Católica
Primera carta a los Corintios 6, 10
Santa Sede
Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2357-2359.
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1735.
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1860.
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, n. 492.
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 228., Pontificio Consejo «Justicia y Paz».
Discurso a los participantes en la Plenaria del Consejo Pontificio “Cor Unum”, 19-1-2013. Benedicto XVI.
Mensaje para la XLVI Jornada Mundial de la Paz 2013, Bienaventurados los que trabajan por la paz., 1-1-2013. Benedicto XVI.
Discurso a la Curia romana con ocasión de las felicitaciones de Navidad, 21-12-2012. Benedicto XVI.
Notificación acerca del libro Just love. A Framework for Christian Sexual Ethics de Sor Margaret A. Farley, R.S.M., 30-3-2012. Congregación para la Doctrina de la Fe.
En busca de una ética universal: nueva mirada sobre la ley natural, n. 80, 2009. Comisión Teológica Internacional.
Notificación sobre algunos escritos del Rvdo. P. Marciano Vidal, C.Ss.R., n. 2, 22-2-2001. Congregación para la Doctrina de la Fe.
Notificación sobre los escritos y las actividades de la Hermana Jeannine Gramick, S.N.D. y del Padre Robert Nugent, S.D.S., 31-5-1999. Congregación para la Doctrina de la Fe.
Sexualidad Humana: Verdad y Significado, n. 104., 8-12-1995. Pontificio Consejo para la Familia
Encíclica Veritatis splendor, n. 49, 6-8-1993. San Juan Pablo II.
Nota referente al libro «The Sexual Creators. An Ethical proposal for Concerned Christians (University Press of America, Lanham-New York-London 1986) del P. André Guindon, O.M.I., 31-1-1992. Congregación para la Doctrina de la Fe.
Carta sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, 1-10-1986. Congregación para la Doctrina de la Fe.
Orientaciones educativas sobre el amor humano
Pautas de educación sexual, nn. 101-102, 1-11-1983. Congregación para la Educación Católica.
Declaración acerca de ciertas cuestiones de ética sexual – Persona humana, 29-12-1975. Congregación para la Doctrina de la Fe.
Sobre el discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales:
Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis«El Don de la vocación presbiteral, pág. 83-84., 8-12-2016. Congregación para el Clero
Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales antes de su admisión al seminario y a las órdenes sagradas, 4-11-2005. Congregación para la Educación Católica.
Respuesta a la pregunta sobre si es lícito que un Obispo diocesano ordene al sagrado presbiterado a un varón que manifieste propensiones llamadas homosexuales, 16-5-2002. Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (publicado en italiano en Notitiae 436, diciembre de 2002, Ciudad del Vaticano, pág. 586).
Sobre el reconocimiento legal de las uniones entre personas del mismo sexo y la posibilidad de adopción de niños en el contexto de las relaciones homosexuales:
Discurso a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede con motivo de las felicitaciones de Año Nuevo (párrafo décimo), 11-1-2010. Benedicto XVI.
Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales., 31 de julio de 2003. Congregación para la Doctrina de la Fe.
Familia, matrimonio y “uniones de hecho”, n. 23., 21-11-2000. Pontificio Consejo para la Familia.
Algunas consideraciones concernientes a la Respuesta a propuestas de ley sobre la no discriminación de las personas homosexuales, 23 de julio de 1992. Congregación para la Doctrina de la Fe.
Conferencia Episcopal Española
Nota sobre la legislación familiar y la crisis económica. 22-11-2012. C Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española.
Nota sobre el matrimonio y el fallo del Tribunal Constitucional. 8-11-2012. Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española.
La verdad del amor humano. Orientaciones sobre el amor conyugal, la ideología de género y la legislación familiar. Documento aprobado el 26 de abril de 2012 por la XCIX Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española.
Orientaciones acerca del modo de proceder ante algunas implicaciones en el ordenamiento canónico de la ley reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas. Aprobadas por la XCI Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, celebrada entre los días 3 al 7 de marzo de 2008
Hombre y mujer los creó 26-12-2004. Nota de los Obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida.
En favor del verdadero matrimonio. 15-7-2004. Nota del Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española.
Matrimonio, familia y uniones homosexuales. 24-6-1994. Nota de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española.