Sagrada Familia de Nazaret: Jesús, María y José – Huída a Egipto
El Papa Francisco ha lanzado la campaña de Caritas Internationalis, ‘Compartiendo el Viaje’ en favor de los migrantes: Iglesia que abraza como nos pide Cristo (journey.caritas.org). La página web de la Diócesis de Alcalá de Henares se suma a esta campaña proponiendo, como una primera aproximación, el presente portal a nuestros lectores.
Al forastero que reside junto a vosotros, lo miraréis como a uno de vuestro pueblo; y lo amarás como a ti mismo; pues forasteros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. Yo soy el Señor, vuestro Dios (Lv 19, 34).
Venid, benditos de mi Padre… Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis» (Mt 25, 34-36).
La igualdad entre los hombres se deriva esencialmente de su dignidad personal y de los derechos que dimanan de ella:
«Hay que superar y eliminar, como contraria al plan de Dios, toda […] forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión» (GS 29,2).” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1935).
“Las naciones más prósperas tienen el deber de acoger, en cuanto sea posible, al extranjero que busca la seguridad y los medios de vida que no puede encontrar en su país de origen. Las autoridades deben velar para que se respete el derecho natural que coloca al huésped bajo la protección de quienes lo reciben.
Las autoridades civiles, atendiendo al bien común de aquellos que tienen a su cargo, pueden subordinar el ejercicio del derecho de inmigración a diversas condiciones jurídicas, especialmente en lo que concierne a los deberes de los emigrantes respecto al país de adopción. El inmigrante está obligado a respetar con gratitud el patrimonio material y espiritual del país que lo acoge, a obedecer sus leyes y contribuir a sus cargas.” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2241).
“En efecto, la presencia de los emigrantes y de los refugiados interpela seriamente a las diversas sociedades que los acogen. Estas deben afrontar los nuevos hechos, que pueden verse como imprevistos si no son adecuadamente motivados, administrados y regulados. ¿Cómo hacer de modo que la integración sea una experiencia enriquecedora para ambos, que abra caminos positivos a las comunidades y prevenga el riesgo de la discriminación, del racismo, del nacionalismo extremo o de la xenofobia?” (Papa Francisco, Mensaje para la 102 Jornada Mundial del emigrante y del refugiado 2016, 12-9-2015).
Todos los derechos humanos deben tenerse en cuenta (el derecho a la vida, el derecho a la libertad, etc.), pero en este caso particular conviene recordar además:
El derecho a no emigrar
«En el actual contexto socio-político, antes incluso que el derecho a emigrar, hay que reafirmar el derecho a no emigrar, es decir, a tener las condiciones para permanecer en la propia tierra, repitiendo con el Beato Juan Pablo II que «es un derecho primario del hombre vivir en su propia patria. Sin embargo, este derecho es efectivo sólo si se tienen constantemente bajo control los factores que impulsan a la emigración» (Discurso al IV Congreso mundial de las Migraciones, 1998).» (Papa Benedicto XVI, Mensaje para la 99ª Jornada mundial del emigrante y del refugiado 2013, 12-10-2012).
El derecho a emigrar
«Desde el pontificado del Papa Pablo VI, y luego en el de Juan Pablo II, sobre todo en sus Mensajes con ocasión de la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado,[29] se reafirman derechos fundamentales de la persona, en particular el derecho a emigrar, para un mejor desarrollo de las propias capacidades y aspiraciones, y de los proyectos de cada uno» (Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, Instrucción «Erga migrantes caritas Christi» (La caridad de Cristo hacia los emigrantes), 3-5-2004).
El derecho de los Estados “de regular los flujos migratorios y defender sus fronteras, asegurando siempre el respeto debido a la dignidad de toda persona humana”
«Los Estados tienen el derecho de regular los flujos migratorios y defender sus fronteras, asegurando siempre el respeto debido a la dignidad de toda persona humana. Los inmigrantes, además, tienen el deber de integrarse en el país de acogida, respetando sus leyes y la identidad nacional. «Se trata, pues, de conjugar la acogida que se debe a todos los seres humanos, en especial si son indigentes, con la consideración sobre las condiciones indispensables para una vida decorosa y pacífica, tanto para los habitantes originarios como para los nuevos llegado» (Papa San Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2001, 13). (Papa Benedicto XVI, Mensaje para la 97ª Jornada mundial del emigrante y del refugiado 2011, 27-9-2010).
El Papa Francisco explica este tema del siguiente modo:
«La realidad de las migraciones, con las dimensiones que alcanza en nuestra época de globalización, pide ser afrontada y gestionada de un modo nuevo, equitativo y eficaz, que exige en primer lugar una cooperación internacional y un espíritu de profunda solidaridad y compasión. Es importante la colaboración a varios niveles, con la adopción, por parte de todos, de los instrumentos normativos que tutelen y promuevan a la persona humana. El Papa Benedicto XVI trazó las coordenadas afirmando que: «Esta política hay que desarrollarla partiendo de una estrecha colaboración entre los países de procedencia y de destino de los emigrantes; ha de ir acompañada de adecuadas normativas internacionales capaces de armonizar los diversos ordenamientos legislativos, con vistas a salvaguardar las exigencias y los derechos de las personas y de las familias emigrantes, así como las de las sociedades de destino» (Cart. enc. Caritas in veritate, 19 junio 2009, 62). Trabajar juntos por un mundo mejor exige la ayuda recíproca entre los países, con disponibilidad y confianza, sin levantar barreras infranqueables. Una buena sinergia animará a los gobernantes a afrontar los desequilibrios socioeconómicos y la globalización sin reglas, que están entre las causas de las migraciones, en las que las personas no son tanto protagonistas como víctimas. Ningún país puede afrontar por sí solo las dificultades unidas a este fenómeno que, siendo tan amplio, afecta en este momento a todos los continentes en el doble movimiento de inmigración y emigración.
Es importante subrayar además cómo esta colaboración comienza ya con el esfuerzo que cada país debería hacer para crear mejores condiciones económicas y sociales en su patria, de modo que la emigración no sea la única opción para quien busca paz, justicia, seguridad y pleno respeto de la dignidad humana. Crear oportunidades de trabajo en las economías locales, evitará también la separación de las familias y garantizará condiciones de estabilidad y serenidad para los individuos y las colectividades.
Por último, mirando a la realidad de los emigrantes y refugiados, quisiera subrayar un tercer elemento en la construcción de un mundo mejor, y es el de la superación de los prejuicios y preconcepciones en la evaluación de las migraciones. De hecho, la llegada de emigrantes, de prófugos, de los que piden asilo o de refugiados, suscita en las poblaciones locales con frecuencia sospechas y hostilidad. Nace el miedo de que se produzcan convulsiones en la paz social, que se corra el riesgo de perder la identidad o cultura, que se alimente la competencia en el mercado laboral o, incluso, que se introduzcan nuevos factores de criminalidad. Los medios de comunicación social, en este campo, tienen un papel de gran responsabilidad: a ellos compete, en efecto, desenmascarar estereotipos y ofrecer informaciones correctas, en las que habrá que denunciar los errores de algunos, pero también describir la honestidad, rectitud y grandeza de ánimo de la mayoría. En esto se necesita por parte de todos un cambio de actitud hacia los inmigrantes y los refugiados, el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación –que, al final, corresponde a la “cultura del rechazo”- a una actitud que ponga como fundamento la “cultura del encuentro”, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor. También los medios de comunicación están llamados a entrar en esta “conversión de las actitudes” y a favorecer este cambio de comportamiento hacia los emigrantes y refugiados.
Pienso también en cómo la Sagrada Familia de Nazaret ha tenido que vivir la experiencia del rechazo al inicio de su camino: María «dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada» (Lc 2,7). Es más, Jesús, María y José han experimentado lo que significa dejar su propia tierra y ser emigrantes: amenazados por el poder de Herodes, fueron obligados a huir y a refugiarse en Egipto (cf. Mt 2,13-14). Pero el corazón materno de María y el corazón atento de José, Custodio de la Sagrada Familia, han conservado siempre la confianza en que Dios nunca les abandonará. Que por su intercesión, esta misma certeza esté siempre firme en el corazón del emigrante y el refugiado.
La Iglesia, respondiendo al mandato de Cristo «Id y haced discípulos a todos los pueblos», está llamada a ser el Pueblo de Dios que abraza a todos los pueblos, y lleva a todos los pueblos el anuncio del Evangelio, porque en el rostro de cada persona está impreso el rostro de Cristo. Aquí se encuentra la raíz más profunda de la dignidad del ser humano, que debe ser respetada y tutelada siempre. El fundamento de la dignidad de la persona no está en los criterios de eficiencia, de productividad, de clase social, de pertenencia a una etnia o grupo religioso, sino en el ser creados a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26-27) y, más aún, en el ser hijos de Dios; cada ser humano es hijo de Dios. En él está impresa la imagen de Cristo. Se trata, entonces, de que nosotros seamos los primeros en verlo y así podamos ayudar a los otros a ver en el emigrante y en el refugiado no sólo un problema que debe ser afrontado, sino un hermano y una hermana que deben ser acogidos, respetados y amados, una ocasión que la Providencia nos ofrece para contribuir a la construcción de una sociedad más justa, una democracia más plena, un país más solidario, un mundo más fraterno y una comunidad cristiana más abierta, de acuerdo con el Evangelio. Las migraciones pueden dar lugar a posibilidades de nueva evangelización, a abrir espacios para que crezca una nueva humanidad, preanunciada en el misterio pascual, una humanidad para la cual cada tierra extranjera es patria y cada patria es tierra extranjera.
Queridos emigrantes y refugiados. No perdáis la esperanza de que también para vosotros está reservado un futuro más seguro, que en vuestras sendas podáis encontrar una mano tendida, que podáis experimentar la solidaridad fraterna y el calor de la amistad. A todos vosotros y a aquellos que gastan sus vidas y sus energías a vuestro lado os aseguro mi oración y os imparto de corazón la Bendición Apostólica» (Mensaje para la 100 Jornada mundial del emigrante y del refugiado 2014, 5 de agosto de 2013).
«LA AUSENCIA DE CRISTO ES LA MAYOR POBREZA» (Papa Francisco)
Pesebre en un Campo de refugiados en Irak – Radio Vaticano
Las migraciones como posibilidad de Evangelización
Papa Francisco
«La Iglesia, respondiendo al mandato de Cristo «Id y haced discípulos a todos los pueblos», está llamada a ser el Pueblo de Dios que abraza a todos los pueblos, y lleva a todos los pueblos el anuncio del Evangelio, porque en el rostro de cada persona está impreso el rostro de Cristo. (…) Las migraciones pueden dar lugar a posibilidades de nueva evangelización, a abrir espacios para que crezca una nueva humanidad, preanunciada en el misterio pascual, una humanidad para la cual cada tierra extranjera es patria y cada patria es tierra extranjera.» (Papa Francisco, Mensaje para la 100 Jornada mundial del emigrante y del refugiado 2014, 5 de agosto de 2013).
Papa Benedicto XVI
«El actual fenómeno migratorio es también una oportunidad providencial para el anuncio del Evangelio en el mundo contemporáneo. Hombres y mujeres provenientes de diversas regiones de la tierra, que aún no han encontrado a Jesucristo o lo conocen solamente de modo parcial, piden ser acogidos en países de antigua tradición cristiana. Es necesario encontrar modalidades adecuadas para ellos, a fin de que puedan encontrar y conocer a Jesucristo y experimentar el don inestimable de la salvación, fuente de «vida abundante» para todos (cf. Jn 10,10); a este respecto, los propios inmigrantes tienen un valioso papel, puesto que pueden convertirse a su vez en «anunciadores de la Palabra de Dios y testigos de Jesús resucitado, esperanza del mundo» (Exhortación apostólica Verbum Domini, 105).» (Papa Benedicto XVI, Mensaje para la 98ª Jornada mundial del emigrante y del refugiado 2012, 21 de septiembre de 2011).
Papa San Juan Pablo II
«Con todo, la urgencia de socorrer a los emigrantes en las precarias situaciones en que a menudo se encuentran no debe frenar el anuncio de las realidades últimas, en las que se funda la esperanza cristiana. Evangelizar es dar a todos razón de nuestra esperanza (cf. 1P 3, 15).» (Papa San Juan Pablo II, Mensaje para Jornada Mundial del emigrante, 1997)
Patronos de los emigrantes
Algunas webs de interés
Cáritas Internacional
Compartiendo el viaje
journey.caritas.org
Cáritas Internacional
Migración y la trata
www.caritas.org
Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral
Sección Migrantes y Refugiados (M y R)
migrants-refugees.va
Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes
Dominio propio
www.pcmigrants.org
Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes
Dominio en www.vatican.va
www.vatican.va
Academia Pontificia de las Ciencias – Academia Pontificia de las Ciencias Sociales
End Slavery
www.endslavery.va
Comité Católico Internacional de Migración
www.icmc.net
Red Internacional de la Vida Consagrada contra la trata
Talita Kum
www.talithakum.info
Conferencia Episcopal Española
Comisión Episcopal de Migraciones
www.conferenciaepiscopal.es
Obispado de Alcalá de Henares
Antiguas y Nuevas Esclavitudes
www.obispadoalcala.org
Obispado de Alcalá de Henares
Cáritas y Acción Social
www.obispadoalcala.org
¡Observa los movimientos de todos los refugiados en la Tierra desde el año 2000! PINCHAR AQUÍ
Algunos documentos
Mensajes para la Jornada Mundial del Emigrante
la discriminación racial, la xenofobia y otras formas de intolerancia, 3-9-2001
Anexos:
Foto: www.familiam.org
También los embriones
«¿Quién piensa en los millones de embriones de todo el mundo convocados a la existencia en gulags de laboratorio y hacinados en campos de congelación a los que se les han cerrado las puertas de sus familias y de la sociedad?»
«El Papa Francisco nos invita a poner el corazón en la miseria humana para socorrerla. Dios siempre nos precede y nos capacita, con su gracia, para amar, para poner nuestras manos a su servicio y al servicio de nuestro prójimo con obras concretas: las obras de misericordia espirituales y corporales; de entre estas últimas quiero destacar, ahora, aquella que consiste en hospedar al peregrino. La primera imagen que nos viene a la cabeza al pensar en esta obra de misericordia tal vez sea la de los refugiados y migrantes, a los que es urgente acoger con amor, decisión y generosidad, siempre según los criterios establecidos por la Palabra de Dios explicada en la Doctrina Social de la Iglesia.
Gulags de laboratorio y campos de congelación: periferias existenciales olvidadas
Pero, por otra parte, ¿quién piensa en los millones de embriones de todo el mundo convocados a la existencia en gulags de laboratorio y hacinados en campos de congelación a los que se les han cerrado las puertas de sus familias y de la sociedad?
Las placas de cultivo – donde se produce la fecundación – y los tanques de nitrógeno líquido – donde son confinados los embriones – son también periferias existenciales – como explica el Papa Francisco1 – de las que casi nadie se acuerda.
Los embriones también merecen misericordia, son los primeros peregrinos indefensos cuya dignidad personal inalienable reclama que sean llamados a la existencia como consecuencia directa del cálido abrazo conyugal. Por ello, también es aplicable aquí la obra de misericordia “dar posada al peregrino”. Esta posada no es otra que el vientre de la madre2. Los embriones, en efecto, son un nuevo Lázaro que mendiga a la puerta del rico Epulón ofuscado por su poder y su riqueza. Precisamente, el Papa Francisco explica en su Mensaje de Cuaresma 2016 que el ofuscamiento que impide reconocer los errores y pecados «va acompañado de un soberbio delirio de omnipotencia, en el cual resuena siniestramente el demoníaco «seréis como Dios» (Gn 3,5) que es la raíz de todo pecado. Ese delirio también puede asumir formas sociales y políticas, como han mostrado los totalitarismos del siglo XX, y como muestran hoy las ideologías del pensamiento único y de la tecnociencia, que pretenden hacer que Dios sea irrelevante y que el hombre se reduzca a una masa para utilizar. Y actualmente también pueden mostrarlo las estructuras de pecado vinculadas a un modelo falso de desarrollo, basado en la idolatría del dinero» (Papa Francisco, Mensaje de Cuaresma 2016).
Dice el Papa, en el mismo Mensaje, que Lázaro «es figura de Cristo que en los pobres mendiga nuestra conversión. Lázaro es la posibilidad de conversión que Dios nos ofrece y que quizá no vemos». Así también, los embriones abandonados a su suerte son figura de Cristo que nos invita a conversión, a que pidamos perdón a quienes hemos ofendido y, en fin, es una invitación a que nos acerquemos humildemente al Sacramento de la Reconciliación para que Dios perdone todos nuestros pecados, también los atentados contra la vida.» (Juan Antonio Reig Pla, Obispo de Alcalá de Henares, Carta Pastoral Misericordia con todos, también con los embriones, 23-2-2016).
Notas a pie de página:
[1] Papa Francisco: «En la fidelidad al Evangelio, y en respuesta a las necesidades urgentes del presente, estamos llamados a ir al encuentro de aquellos que están en las periferias existenciales de nuestras sociedades y a mostrar especial solidaridad con nuestros hermanos y hermanas más vulnerables: los pobres, los discapacitados, los nascituros y los enfermos, los inmigrantes y los refugiados, los ancianos y los jóvenes sin trabajo» (Mensaje al Card. Kurt Koch con ocasión de la X Asamblea general del Consejo Ecuménico de las Iglesias, 4-10-2013).
[2] Congregación para la Doctrina de la Fe: “Para dar la oportunidad de nacer a tantos seres humanos condenados a la destrucción, se ha planteado la idea de una “adopción prenatal”. Se trata de una propuesta basada en la loable intención de respetar y defender la vida humana que, sin embargo, presenta problemas éticos (…). En definitiva, es necesario constatar que los millares de embriones que se encuentran en estado de abandono determinan una situación de injusticia que es de hecho irreparable. Por ello Juan Pablo II dirigió «una llamada a la conciencia de los responsables del mundo científico, y de modo particular a los médicos para que se detenga la producción de embriones humanos, teniendo en cuenta que no se vislumbra una salida moralmente lícita para el destino humano de los miles y miles de embriones “congelados”, que son y siguen siendo siempre titulares de los derechos esenciales y que, por tanto, hay que tutelar jurídicamente como personas humanas»” (Instrucción Dignitas personae sobre algunas cuestiones de bioética, n. 19, 8-9-2008).
Foto: UMOFC: Revista La Voz de las Mujeres, marzo 2017 – Radio Vaticano
También los ancianos y tantos otros (enfermos, empobrecidos, presos, cautivos, etc.) «¿Hay sitio para el anciano?»
«Los ancianos
191. «No me rechaces ahora en la vejez, me van faltando las fuerzas, no me abandones» (Sal 71,9). Es el clamor del anciano, que teme el olvido y el desprecio. Así como Dios nos invita a ser sus instrumentos para escuchar la súplica de los pobres, también espera que escuchemos el grito de los ancianos[211]. Esto interpela a las familias y a las comunidades, porque «la Iglesia no puede y no quiere conformarse a una mentalidad de intolerancia, y mucho menos de indiferencia y desprecio, respecto a la vejez. Debemos despertar el sentido colectivo de gratitud, de aprecio, de hospitalidad, que hagan sentir al anciano parte viva de su comunidad. Los ancianos son hombres y mujeres, padres y madres que estuvieron antes que nosotros en el mismo camino, en nuestra misma casa, en nuestra diaria batalla por una vida digna»[212]. Por eso, «¡cuánto quisiera una Iglesia que desafía la cultura del descarte con la alegría desbordante de un nuevo abrazo entre los jóvenes y los ancianos!»[213].
192. San Juan Pablo II nos invitó a prestar atención al lugar del anciano en la familia, porque hay culturas que, «como consecuencia de un desordenado desarrollo industrial y urbanístico, han llevado y siguen llevando a los ancianos a formas inaceptables de marginación»[214]. Los ancianos ayudan a percibir «la continuidad de las generaciones», con «el carisma de servir de puente»[215]. Muchas veces son los abuelos quienes aseguran la transmisión de los grandes valores a sus nietos, y «muchas personas pueden reconocer que deben precisamente a sus abuelos la iniciación a la vida cristiana»[216]. Sus palabras, sus caricias o su sola presencia, ayudan a los niños a reconocer que la historia no comienza con ellos, que son herederos de un viejo camino y que es necesario respetar el trasfondo que nos antecede. Quienes rompen lazos con la historia tendrán dificultades para tejer relaciones estables y para reconocer que no son los dueños de la realidad. Entonces, «la atención a los ancianos habla de la calidad de una civilización. ¿Se presta atención al anciano en una civilización? ¿Hay sitio para el anciano? Esta civilización seguirá adelante si sabe respetar la sabiduría, la sabiduría de los ancianos»[217].
193. La ausencia de memoria histórica es un serio defecto de nuestra sociedad. Es la mentalidad inmadura del «ya fue». Conocer y poder tomar posición frente a los acontecimientos pasados es la única posibilidad de construir un futuro con sentido. No se puede educar sin memoria: «Recordad aquellos días primeros» (Hb 10,32). Las narraciones de los ancianos hacen mucho bien a los niños y jóvenes, ya que los conectan con la historia vivida tanto de la familia como del barrio y del país. Una familia que no respeta y atiende a sus abuelos, que son su memoria viva, es una familia desintegrada; pero una familia que recuerda es una familia con porvenir. Por lo tanto, «en una civilización en la que no hay sitio para los ancianos o se los descarta porque crean problemas, esta sociedad lleva consigo el virus de la muerte»[218], ya que «se arranca de sus propias raíces»[219]. El fenómeno de la orfandad contemporánea, en términos de discontinuidad, desarraigo y caída de las certezas que dan forma a la vida, nos desafía a hacer de nuestras familias un lugar donde los niños puedan arraigarse en el suelo de una historia colectiva.» (Papa Francisco, Amoris laetitia, 191-193).