Recogemos la homilía pronunciada por nuestro obispo en la misa solemne celebrada el domingo 17 de septiembre de 2023 en la fiesta de la Nuestra Señora del Val, patrona de Alcalá, alcaldesa perpetua y doctora de la Universidad. Debido a la lluvia la misa fue celebrada en el Pabellón Municipal «Demetrio Lozano».
Queridos hermanos sacerdotes y seminaristas, miembros de la vida consagrada, Sra. Presidenta y Junta de Gobierno de la Hermandad de nuestra patrona, la Virgen del Val; saludo con todo respeto a la Sra. Alcaldesa y a los miembros de la corporación municipal; al Coronel jefe del regimiento Nápoles-4 de Paracaidistas, que representa al Sr. General, que se encuentra en el Líbano.
Pedimos por nuestra brigada de paracaidistas allí destacada. Saludo al Comisario jefe de la Policía local, que hoy celebra a su patrona. Muchas felicidades, Sr. Comisario. Saludo también a los representantes de cofradías, hermandades, asociaciones y casas regionales, aquí presentes, especialmente a los que vienen de más lejos, como los de la cofradía de la Almudena de Madrid, o de Ntra. Sra. de los Ángeles de Getafe. Queridos hermanos todos.
“No tienen vino”. Estas palabras de la Virgen María, en el Evangelio que acabamos de escuchar, son más que la constatación del apuro de unos novios en su celebración de bodas, expresan el “grito” de nuestro mundo. El vino alegra el corazón del hombre, dice la Sagrada Escritura, y, en su mejor acepción, el vino significa gozo, fiesta y convivencia armoniosa. Si echamos una mirada a nuestro mundo, podemos comprobar que, efectivamente, a nuestro mundo, le falta el vino de la paz, de la comunión, del sentido de la vida construida sobre el cimiento de los valores verdaderamente humanos. Contemplando nuestro mundo, la Virgen María exclama: “No tienen vino”.
Nos encontramos en una situación en la que todo sucede tan rápido, vamos con tanta prisa, los cambios son tan vertiginosos, que se dice que no estamos simplemente en una “época de cambios”, sino en un “cambio de época”. En este cambio de época, no faltan luces y esperanzas, pero parecen prevalecer las incertidumbres y los desafíos. Parece que se impone una nueva idea de hombre, un nuevo modelo antropológico: un hombre autosuficiente, individualista e independiente, que vive en una familia desestructurada, que se considera como un consenso modificable, que admite muchos modelos; y en una sociedad materialista y hedonista, sin Dios, y sin Padre, en la que, por lo tanto, falta la fraternidad.
La Virgen María recoge este sentir de nuestro mundo y se lo presenta a Jesús: “No tienen vino”. En el Evangelio, Jesús responde inicialmente que “no ha llegado su hora”. En efecto, él es el esposo de la Iglesia, que ha venido a desposarse con ella en las Bodas del Calvario. Esa es la “hora” de Jesús. Y la Virgen María tiene tanto poder sobre su Hijo, que consigue adelantar la hora en el reloj de Dios. Por eso, dice a los sirvientes: “Haced lo que él os diga”.
Son también unas palabras que nos dirige a nosotros: “Haced lo que él os diga”. Si nos falta el vino de la alegría profunda del corazón, si nuestra vida deja mucho que desear, si estamos desaprovechando los talentos que hemos recibido -por nuestra pereza o nuestra desgana-; si no encontramos un sentido para vivir, para luchar, para amar, para morir, hagamos caso al consejo de la Virgen, nuestra Madre: “Haced lo que Jesús os diga”.
Rápidamente, Jesús se pone manos a la obra. Dice el Evangelio que había allí seis tinajas de piedra, para la purificación de los judíos. Estas seis tinajas son tremendamente simbólicas:
-Por último, están vacías. No contienen nada. En nuestro mundo, cuántos hermanos nuestros viven una vida vacía de contenido. Trabajan hasta el agotamiento de lunes a viernes, para luego gastar y consumir todo lo que han producido durante el fin de semana. Y así en un ciclo que se repite, como un ratón que da vueltas en una noria. “Producir y consumir”. Este parece ser el lema de nuestro mundo. Si ya no puedes producir ni consumir, porque eres mayor o estás enfermo, entonces ya no sirves para nada. Si no produces ni consumes, solo causas molestias, eres un estorbo para tu familia y para la sociedad. De aquí viene la “cultura del descarte”, de la que habla tanto el Papa Francisco.Seis tinajas de piedra y vacías. Pensemos si es así nuestra vida. Si nuestra vida está vacía de sentido, si es demasiado pesada, si es incompleta. Quizá por eso muchos hermanos nuestros, cada vez más jóvenes, piensan que, para vivir así, es mejor no vivir. Es terrible. Pero, entonces, vienen las palabras de Jesús: “llenad las tinajas de agua”. Jesús va a hacer el milagro, pero espera nuestra colaboración. San Agustín decía: “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. No podemos quedarnos con los brazos cruzados, hay que actuar, tenemos que colaborar con la gracia de Dios.“Llenad las tinajas de agua”, nos dice Jesús. Solemos buscar excusas: “es que no puedo, es que mi vida es cuesta arriba, es que la cruz que tengo que llevar es muy pesada”. Jesús nos dice: “Venid a mí, los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”. “Mi yugo es llevadero y mi carga es ligera”. Por su parte, San Agustín nos dice: “Haz lo que puedas, y pide lo que no puedas, y Dios te ayudará para que puedas”. Confiemos en la gracia de Dios. Es Dios el que va a hacer el milagro, pero nosotros tenemos que hacer algo, tenemos que poner de nuestra parte.En cierta ocasión, tuve la oportunidad de visitar los famosos tapices del Apocalipsis del Castillo de Angers, en Francia. Cuando entramos a la exposición, no nos avisaron de que algunos tapices se encontraban en reparación: estaban del revés y la impresión que daban era muy desagradable: solo se veían hilachos, una especie de puntadas de hilo que no parecían tener ningún sentido. El guía hizo que les dieran la vuelta a los tapices, y entonces apareció la verdadera imagen, espectacular, por el dibujo, el color y la armonía. En esta vida, a veces, solo vemos el tapiz del revés, es decir, las puntadas y los hilachos sueltos del trabajo, la fatiga y el esfuerzo. Tengamos paciencia, y, en su momento, veremos el agua convertida en vino, es decir, el tapiz del otro lado, con sus dibujos, colores y su armonía.Es así como termina el Evangelio, diciendo que, cuando los sirvientes sacaron el agua de las tinajas y se lo llevaron al mayordomo, éste quedó estupefacto: ¡el agua se había convertido en vino!, pero no en cualquier vino, sino en el vino mejor. Al probarlo la gente se admiraba, y le decían al novio: “Todo el mundo pone primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno para el final”.Virgen del Val, patrona de Alcalá, te rogamos que, en esta mañana, en el día de tu fiesta, le presentes a Jesús el grito de tu pueblo: “No tienen vino”, para que Jesús convierta el agua de nuestros miedos y sufrimientos en el vino bueno que se sirve al final. Virgen del Val, auméntanos la fe para que creamos en el poder de tu Hijo. Danos ese espíritu de obediencia a la voluntad de Dios, para hacer, en todo momento, lo que él nos diga. Virgen del Val, intercede por nosotros, que te tenemos por patrona, muéstranos a Jesús, y ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
+ Mons. Antonio Prieto Lucena, obispo complutense