«Y el Espíritu Santo levantó la mano para hablar…»
El domingo 18 de febrero el obispo de Alcalá, don Antonio Prieto Lucena, celebró una Eucaristía en la parroquia de San Cipriano de Cobeña con motivo del 19º aniversario de la muerte de D. Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación.
A la Eucaristía asistieron miembros de Comunión y Liberación de la diócesis y fieles de la parroquia de Cobeña. Después de la celebración hubo un encuentro con el obispo. Se proyectó un vídeo sobre la figura de D. Giussani y a continuación un momento de encuentro en torno a una sencilla merienda. Don Antonio aprovechó para hablar personalmente con los asistentes.
Después hubo un coloquio. Don Antonio se sentó en las escaleras del escenario y contestó a todo lo que le preguntaron. Uno de los asistentes tomó pie en unas palabras de la homilía y le preguntó si había mucho moralismo en la Iglesia. El obispo dijo que sí: “si ser cristiano consiste en tener una lista de cosas que hacer y lograr… yo me desapunto”.
Don Antonio insistió en el valor de los carismas en este momento de la vida de la Iglesia: “Los movimientos enriquecen, no entran en rivalidad conmigo, no me quieren imponer una manera de ver las cosas. El Cardenal Ratzinger decía que en el postconcilio el Espíritu Santo levantó la mano para hablar. Cuando habló suscitó un montón de carismas, que ahora la Iglesia jerárquica está intentando ordenar”. Recurrió a la escena del domingo de Resurrección, cuando Pedro y Juan iban hacia el sepulcro, para ilustrar la relación entre carismas y jerarquía: “En esa escena Juan corría más que Pedro. La Iglesia carismática corre más rápido que la Iglesia jerárquica; Pedro va detrás. Pero Juan se asomó al sepulcro y no entró. Pedro sí entró. Es decir, somos movidos por el Espíritu Santo, pero acompañados por la Iglesia”.
Preguntado por el papel de los laicos en la Iglesia D. Antonio evocó una anécdota ocurrida durante la JMJ de Lisboa. Le ofrecieron la posibilidad de saludar a la Madre Verónica, fundadora de Iesu Communio. Le emocionaba conocerla porque había oído hablar mucho de ella. Cuando se encontraron, él le pidió un consejo como obispo recién ordenado. Ella le contestó escuetamente: “No pierdas la sonrisa”. Se le quedó grabado como uno de los mejores consejos que ha recibido. “Pues a los laicos yo os diría eso mismo, no perdáis la sonrisa. Podríamos hablar mucho sobre la doctrina de la Iglesia acerca de la misión del laico en el mundo, pero yo creo que la fe y Cristo pasan a través de la sonrisa”.