«Una Persona de la Trinidad [Jesucristo] se insertó en el cosmos creado, corriendo su suerte con él hasta la cruz. Desde el inicio del mundo, pero de modo peculiar a partir de la encarnación, el misterio de Cristo opera de manera oculta en el conjunto de la realidad natural, sin por ello afectar su autonomía» (Papa Francisco, Laudato Si’, n. 99)
«El fin de la marcha del universo está en la plenitud de Dios, que ya ha sido alcanzada por Cristo resucitado» (Papa Francisco, Laudato Si’, n. 83).
«No hay ecología sin una adecuada antropología» (Papa Francisco, Laudato Si’, n. 118)
«a) Sobre “La Carta de la Tierra”
El papa Francisco cita en el número 207 de la encíclica [Laudato Si’] unas líneas del último apartado de un documento llamado “La Carta de la Tierra” (CdT); dicho documento contiene elementos que un católico puede asumir sin problemas, como por ejemplo: «actuar con moderación y eficiencia al utilizar energía» (CdT, n. 7-b), o, y sin ir más lejos, la cita que el Santo Padre reproduce en su encíclica. Sin embargo, que el Papa cite unas frases aceptables, como expresión de diálogo, no quiere decir, en absoluto, que esté “canonizando” el documento.
El proyecto de La Carta de la Tierra comenzó como una iniciativa de las Naciones Unidas, pero se desarrolló y finalizó como una iniciativa “privada” con “apoyo” gubernamental. Tras un periodo de “consultas”, las recomendaciones y comentarios fueron enviados a un comité redactor creado por la Comisión de la Carta de la Tierra en diciembre de 1996. El profesor Steven C. Rockefeller fue nombrado por la Comisión para que dirigiera este comité. En tres ocasiones el comité redactor sostuvo reuniones estratégicas especiales de redacción con el propósito de revisar todos los comentarios para el proceso de consulta y preparó una serie de recomendaciones para la elaboración de un nuevo borrador. Estas tres reuniones fueron llevadas a cabo en el Centro de Conferencias Pocántico del Rockefeller Brothers Fund en las afueras de la Ciudad de Nueva York en 1997, 1999 y enero de 2000. En el año 2000, se concluyó el documento y la Comisión de la Carta de la Tierra la dio a conocer públicamente como una carta de los pueblos, durante una ceremonia el 29 de junio en el Palacio de Paz, en la Haya, Holanda. Creo que también es revelador conocer que una copia de la Carta de la Tierra escrita a mano en papiro está guardada en la llamada “Arca de la Esperanza” [sin comentarios] y que los cheques para financiar La Carta de la Tierra deben ser enviados, según la organización, a: “Rockefeller Philanthropy Advisors ATTN The Earth Charter Fund”. Toda esta información ha sido tomada de: www.earthcharterinaction.org.
Conocidos estos datos, debe quedar meridianamente claro que, además de todo lo que podríamos decir sobre su “inspiración”, “iconografía” y “propósitos”, La Carta de la Tierra contiene en la literalidad de su redacción elementos radicalmente incompatibles con la Fe Católica; a modo de ejemplo traigo aquí la definición panteísta (tipo New Age-Next Age) que dicho documento hace de la paz. La Carta de la Tierra afirma: «la paz es la integridad creada por relaciones correctas con uno mismo, otras personas, otras culturas, otras formas de vida, la Tierra y con el todo más grande, del cual somos parte» (CdT, n. 16-f). Además, La Carta de la Tierra asume y promueve explícitamente la ideología de género (CdT, nn. 11 y 12) y la llamada salud reproductiva (CdT, n. 7-e), que como todos sabemos, más allá de los eufemismos, incluye anticoncepción, esterilización y aborto.
- b) Sobre el concepto de “desarrollo sostenible”
El concepto de “desarrollo sostenible” se plasmó oficialmente en un documento, allá en los años ochenta del siglo XX, en el seno de la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo; se le definió como aquel crecimiento económico que satisface las necesidades del presente sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras para satisfacer a sus necesidades propias. Esta es la razón por la que la encíclica del papa Francisco hace suyo dicho concepto tal y como viene haciendo el Magisterio de la Iglesia desde hace años, pues, en su literalidad bien entendida, la definición no plantea ningún problema. Sin embargo, pronto se comprobó que muchas instituciones escondían detrás de las nobles palabras “desarrollo sostenible” aspectos radicalmente inmorales como la anticoncepción, la esterilización o el aborto. Saber esto es importante, pues, hoy por hoy, – en prácticamente todos los casos – los organismos internacionales, gubernamentales y muchas ONG atribuyen un contenido al concepto «desarrollo sostenible» que no coincide con el de la Iglesia Católica. Esta es la razón por la que la Santa Sede por boca de su Delegado en la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo de El Cairo de 1994 en la que se trató el tema del “desarrollo sostenible”, aclaró: “Nada de lo que la Santa Sede ha hecho para llegar a este consenso ha de entenderse o interpretarse como una aprobación de conceptos que no puede apoyar por razones morales. En especial, no ha de entenderse que la Santa Sede acepta el aborto o que ha cambiado, de algún modo, su posición moral sobre el aborto, los anticonceptivos y la esterilización, o sobre el uso de preservativos en los programas de prevención contra el VIH o el SIDA”. Últimamente, la Santa Sede, en los organismos internacionales, prefiere utilizar la expresión “desarrollo humano sostenible” para resaltar de un modo más incisivo su propuesta específica sobre la materia (cf. Intervención del Jefe Delegación de la Santa Sede en la 39 Sesión de la Conferencia de la FAO, Roma, 10 de junio de 2015). El papa Francisco matiza todavía más la expresión en la encíclica [Laudato Si’] hablando de “desarrollo humano, sostenible e integral” (LS, n. 18). Para evitar confusiones invito a todos a usar esta misma expresión del Papa: “desarrollo humano, sostenible e integral”.»
«Introducción: los embriones son los primeros peregrinos que llaman a nuestra puerta
Escribo la presente carta pastoral en el corazón de la Cuaresma, en el contexto del Año Jubilar de la Misericordia y teniendo como horizonte la Jornada por la Vida que celebraremos, Dios mediante, el próximo mes de abril. El Papa Francisco nos invita a poner el corazón en la miseria humana para socorrerla. Dios siempre nos precede y nos capacita, con su gracia, para amar, para poner nuestras manos a su servicio y al servicio de nuestro prójimo con obras concretas: las obras de misericordia espirituales y corporales; de entre estas últimas quiero destacar, ahora, aquella que consiste en hospedar al peregrino. La primera imagen que nos viene a la cabeza al pensar en esta obra de misericordia tal vez sea la de los refugiados y migrantes, a los que es urgente acoger con amor, decisión y generosidad, siempre según los criterios establecidos por la Palabra de Dios explicada en la Doctrina Social de la Iglesia.
Gulags de laboratorio y campos de congelación: periferias existenciales olvidadas
Pero, por otra parte, ¿quién piensa en los millones de embriones de todo el mundo convocados a la existencia en gulags de laboratorio y hacinados en campos de congelación a los que se les han cerrado las puertas de sus familias y de la sociedad?
Las placas de cultivo – donde se produce la fecundación – y los tanques de nitrógeno líquido – donde son confinados los embriones – son también periferias existenciales – como explica el Papa Francisco1 – de las que casi nadie se acuerda.
Los embriones también merecen misericordia, son los primeros peregrinos indefensos cuya dignidad personal inalienable reclama que sean llamados a la existencia como consecuencia directa del cálido abrazo conyugal. Por ello, también es aplicable aquí la obra de misericordia “dar posada al peregrino”. Esta posada no es otra que el vientre de la madre2. Los embriones, en efecto, son un nuevo Lázaro que mendiga a la puerta del rico Epulón ofuscado por su poder y su riqueza. Precisamente, el Papa Francisco explica en su Mensaje de Cuaresma 2016 que el ofuscamiento que impide reconocer los errores y pecados «va acompañado de un soberbio delirio de omnipotencia, en el cual resuena siniestramente el demoníaco «seréis como Dios» (Gn 3,5) que es la raíz de todo pecado. Ese delirio también puede asumir formas sociales y políticas, como han mostrado los totalitarismos del siglo XX, y como muestran hoy las ideologías del pensamiento único y de la tecnociencia, que pretenden hacer que Dios sea irrelevante y que el hombre se reduzca a una masa para utilizar. Y actualmente también pueden mostrarlo las estructuras de pecado vinculadas a un modelo falso de desarrollo, basado en la idolatría del dinero» (Papa Francisco, Mensaje de Cuaresma 2016).
Dice el Papa, en el mismo Mensaje, que Lázaro «es figura de Cristo que en los pobres mendiga nuestra conversión. Lázaro es la posibilidad de conversión que Dios nos ofrece y que quizá no vemos». Así también, los embriones abandonados a su suerte son figura de Cristo que nos invita a conversión, a que pidamos perdón a quienes hemos ofendido y, en fin, es una invitación a que nos acerquemos humildemente al Sacramento de la Reconciliación para que Dios perdone todos nuestros pecados, también los atentados contra la vida.
Respeto, amor, misericordia y verdad
Al escribiros estas letras os recuerdo, que, como siempre, mis consideraciones se hacen desde el respeto a todas las personas, proponiendo la verdad, de la que es testigo la Iglesia Católica, desde la misericordia y el amor; como sabemos, la imputabilidad subjetiva, de los actos inmorales cometidos, solo la puede juzgar Dios.»
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1 Papa Francisco: «En la fidelidad al Evangelio, y en respuesta a las necesidades urgentes del presente, estamos llamados a ir al encuentro de aquellos que están en las periferias existenciales de nuestras sociedades y a mostrar especial solidaridad con nuestros hermanos y hermanas más vulnerables: los pobres, los discapacitados, los nascituros y los enfermos, los inmigrantes y los refugiados, los ancianos y los jóvenes sin trabajo» (Mensaje al Card. Kurt Koch con ocasión de la X Asamblea general del Consejo Ecuménico de las Iglesias, 4-10-2013).
2 Congregación para la Doctrina de la Fe: “Para dar la oportunidad de nacer a tantos seres humanos condenados a la destrucción, se ha planteado la idea de una “adopción prenatal”. Se trata de una propuesta basada en la loable intención de respetar y defender la vida humana que, sin embargo, presenta problemas éticos (…). En definitiva, es necesario constatar que los millares de embriones que se encuentran en estado de abandono determinan una situación de injusticia que es de hecho irreparable. Por ello Juan Pablo II dirigió «una llamada a la conciencia de los responsables del mundo científico, y de modo particular a los médicos para que se detenga la producción de embriones humanos, teniendo en cuenta que no se vislumbra una salida moralmente lícita para el destino humano de los miles y miles de embriones “congelados”, que son y siguen siendo siempre titulares de los derechos esenciales y que, por tanto, hay que tutelar jurídicamente como personas humanas»” (Instrucción Dignitas personae sobre algunas cuestiones de bioética, n. 19, 8-9-2008).
«Si, pues, en alguna ocasión el enemigo intentara arrebataros el legado tan valioso de vuestras tradiciones católicas, que en el seno de vuestros hogares sea entonces más intensa la devoción a María, que vuestros corazones vibren de amor a la que es cantada por la Liturgia como debeladora de herejías: “Cunctas haereses sola interemisti in universo mundo” [tú sola has destruido todas las herejías del mundo entero]» (San Juan XXIII, Radiomensaje para la clausura del primer Congreso Mariano Interamericano celebrado en Buenos Aires, 13-11-1960)