Diocesaneidad
La palabra diocesaneidad no está en el Diccionario de la Real Academia Española.
Ver catolicidad.
"No sólo dar a la misión, sino también recibir
85. Cooperar con las misiones quiere decir no sólo dar, sino también
saber recibir: todas las Iglesias particulares, jóvenes o antiguas,
están llamadas a dar y a recibir en favor de la misión universal y
ninguna deberá encerrarse en sí misma: «En virtud de esta catolicidad
—dice el Concilio—, cada una de las partes colabora con sus dones
propios con las restantes partes y con toda la Iglesia, de tal modo que
el todo y cada una de las partes aumenten a causa de todos los que
mutuamente se comunican y tienden a la plenitud en la unidad ... De
aquí se derivan... entre las diversas partes de la Iglesia, unos
vínculos de íntima comunión en lo que respecta a riquezas espirituales,
obreros apostólicos y ayudas temporales» (Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 13).
Exhorto a todas las Iglesias, a los Pastores, sacerdotes, religiosos y
fieles a abrirse a la universalidad de la Iglesia, evitando cualquier
forma de particularismo, exclusivismo o sentimiento de autosuficiencia.
Las Iglesias locales, aunque arraigadas en su pueblo y en su cultura,
sin embargo deben mantener concretamente este sentido universal de la
fe, es decir, dando y recibiendo de las otras Iglesias dones
espirituales, experiencias pastorales del primer anuncio y de
evangelización, personal apostólico y medios materiales.
En efecto, la tendencia a cerrarse puede ser fuerte: las Iglesias
antiguas, comprometidas en la nueva evangelización, piensan que la
misión han de realizarla en su propia casa, y corren el riesgo de
frenar el impulso hacia el mundo no cristiano, concediendo no de buena
gana las vocaciones a los Institutos misioneros, a las Congregaciones
religiosas y a las demás Iglesias. Sin embargo, es dando generosamente
de lo nuestro como recibiremos; y ya hoy las Iglesias jóvenes —no pocas
de las cuales experimentan un prodigioso florecimiento de vocaciones—
son capaces de enviar sacerdotes, religiosos y religiosas a las
antiguas.
Por otra parte, estas Iglesias jóvenes sienten el problema de la propia
identidad, de la inculturación, de la libertad de crecer sin
influencias externas, con la posible consecuencia de cerrar las puertas
a los misioneros. A estas Iglesias les digo: lejos de aislaros, acoged
abiertamente a misioneros y medios de las otras Iglesias y enviadlos
también vosotras mismas al mundo. Precisamente por los problemas que os
angustian tenéis necesidad de manteneros en continua comunicación con
los hermanos y hermanas en la fe. Haced valer por todos los medios
legítimos las libertades a las que tenéis derecho, acordándoos de que
los discípulos de Cristo tienen el deber de «obedecer a Dios antes que
a los hombres» (Act 5, 29)." (San Juan Pablo II, papa. Encíclica Redemptoris Missio, 7 de diciembre de 1990).
«Fue en Asia donde
Dios, desde el principio, reveló y realizó su proyecto de salvación. Guió a los
patriarcas (cf. Gn 12) y llamó a Moisés para que condujera a su pueblo
hacia la libertad (cf. Ex 3, 10). Al pueblo que había elegido para sí le
habló a través de muchos profetas, jueces, reyes e intrépidas mujeres de fe. En
la «plenitud de los tiempos» (Ga 4, 4), envió a su Hijo unigénito,
Jesucristo, el Salvador, que se encarnó como asiático» (Papa San Juan Pablo II,
Exhortación Apostólica Ecclesia in Asia,
6 de noviembre de 1999)
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