Sobre el clericalismo de los
clérigos y la
clericalización de los laicos
Como explica el magisterio de los últimos
pontificados, la tentación del “clericalismo” —con un deseo de
señorear sobre los laicos—, implica una separación errónea y
destructiva del clero, una especie de narcisismo que conduce
a la mundanidad espiritual. Aunque parezca una paradoja, en este
sentido, el clericalismo y la secularización del
clero van de la mano.
En otras ocasiones se
observa una tendencia hacia un clericalismo laical, lo que el
magisterio ha denominado la “clericalización del laicado”;
se trata de una complicidad pecadora: el cura
clericaliza y el laico le pide por favor que lo clericalice, porque en
el fondo le resulta más cómodo.
El papa Francisco ha
dedicado muchas de sus intervenciones a ambos temas, en continuidad con
su magisterio como Cardenal-Arzobispo de Buenos Aires: «Clericalizar la
Iglesia es hipocresía farisaica». «No a la hipocresía. No al
clericalismo hipócrita. No a la mundanidad espiritual». «Que Dios nos
conceda esta gracia de la cercanía, que nos salva de toda actitud
empresarial, mundana, proselitista, clericalista, y nos aproxima al
camino de Él: caminar con el santo pueblo fiel de Dios». (Cardenal
Jorge Mario Bergoglio s.j., 2-9-2012).
Frente al clericalismo ‒
de clérigos o de laicos ‒, San Josemaría Escrivá, un
santo que ha tratado explícitamente este tema, decía: «Me repugna
el clericalismo y comprendo que - junto a un anticlericalismo malo -
hay también un anticlericalismo bueno, que procede del amor al
sacerdocio, que se opone a que el simple fiel o el sacerdote use de una
misión sagrada para fines terrenos» (San
Josemaría Escrivá, Conversaciones, 47).
La respuesta a estos
desafíos que afectan, entre otras cosas, a la vida de la Iglesia o a la
aplicación efectiva de su Doctrina
Social, sólo es una: Cristo. Así lo explica San Juan Pablo II: el
«ministerio [pastoral] debe afrontar con frecuencia la ola de negación
del factor religioso, la indiferencia, la crítica y aversión
anticlerical o antirreligiosa, además del pluralismo equívoco que
corroe el compromiso espiritual o moral». «No obstante todo ello, os
repetimos las palabras de Cristo: “No temáis; soy yo”. No
temamos. Cristo está con nosotros» (San
Juan Pablo II, Audiencia general, 24-5-1978).
También el Obispo
de Alcalá de Henares, Mons. Juan Antonio Reig Pla, haciéndose eco de
las palabras del papa Francisco, ha abordado la cuestión del clericalismo
en su Carta Pastoral «La esperanza no defrauda», junto
con otras tentaciones contra el discipulado-misionero, como la
ideologización del mensaje evangélico o el funcionalismo.
Ahora, en esta renovada
sección de la página
web del Obispado de Alcalá de Henares, sobre
el clericalismo de los clérigos y la clericalización de los laicos,
se recogen algunos textos, muy iluminadores, del papa Francisco, así
como de los pontificados de Benedicto XVI y de San Juan Pablo II.
Esperamos que todo ello sea de utilidad a nuestros lectores.
Sobre el clericalismo
de los clérigos
Papa Francisco
La enfermedad del clericalismo
«Es muy importante el protagonismo de
los laicos y de los pobres mismos. Y también la libertad del laico,
porque lo que nos aprisiona, lo que no hace abrir de par en par las
puertas es la enfermedad del clericalismo. Es uno de los problemas más
graves» (Papa
Francisco, Discurso a los participantes en el Congreso
Internacional de Pastoral de las grandes ciudades, 27-11-2014).
Papa Francisco
La búsqueda del propio consuelo
«Por lo demás, hermanos, vosotros sabéis
que no sirven sacerdotes clericales cuyo comportamiento expone a alejar
a la gente del Señor, ni presbíteros funcionarios que, mientras
desempeñan una función, buscan lejos de Él el propio consuelo. Sólo
quien tiene fija la mirada en lo que es de verdad esencial puede
renovar el propio sí al don recibido y, en las diversas etapas de la
vida, no deja de entregarse; sólo quien se deja conformar al buen
Pastor encuentra unidad, paz y fuerza en la obediencia del servicio;
sólo quien vive en el horizonte de la fraternidad presbiteral sale de
la falsedad de una conciencia que se afirma epicentro de todo, única
medida del propio sentir y de las propias acciones» (Papa
Francisco, Carta del Santo Padre a los participantes en la
Asamblea general extraordinaria de la Conferencia Episcopal Italiana
[Asís, 10-13 de noviembre de 2014], 8-11-2014)
Papa Francisco
El lenguaje clerical
“Nosotros clérigos tenemos la tentación
de no hablar en la cara, de ser demasiados diplomáticos, ese lenguaje
clerical... Pero, nos hace mal, ¡nos hace mal! Recuerdo una vez, hace
22 años: había sido apenas nombrado obispo, y tenía como secretario en
esa vicaría —Buenos Aires está dividida en cuatro vicarías—, en esa
vicaría tenía como secretario a un sacerdote joven, recién ordenado. Y
yo, en los primeros meses, hice algo, y tomé una decisión un poco
diplomática —demasiado diplomática—, con las consecuencias que vienen
de esas decisiones que no se toman en el Señor, ¿no? Y al final, le
dije: «Pero mira qué problema este, no sé cómo arreglarlo...». Y él me
miró en la cara —¡un joven!— y me dijo: «Porque ha hecho mal. Usted no
ha tomado una decisión paterna», y me dijo tres o cuatro cosas de esas
fuertes. Muy respetuoso, pero me las dijo. Y luego, cuando se marchó,
pensé: «A este no lo alejaré nunca del cargo de secretario: ¡este es un
verdadero hermano!»” (Papa
Francisco, Diálogo con los estudiantes de los colegios pontificios
y residencias sacerdotales de Roma, 12-5-2014).
Papa Francisco
Cómo debe ser el sacerdote
Nosotros estamos ungidos por el espíritu
—fue la reflexión propuesta por el Papa—, y cuando un sacerdote se
aleja de Jesucristo en lugar de ser ungido, termina siendo untuoso». Y,
destacó, «¡cuánto mal hacen a la Iglesia los sacerdotes untuosos!
Quienes ponen la fuerza en las cosas artificiales, en las vanidades»,
los que tienen «una actitud, un lenguaje remilgado». Y cuántas veces,
añadió, «se oye: pero éste es un sacerdote» que se parece a una
«mariposa», precisamente «porque siempre está en la vanidad» y «no
tiene la relación con Jesucristo: ha perdido la unción, es un untuoso».
«Es hermoso encontrar sacerdotes
—destacó el Papa— que han dado la vida como sacerdotes». Sacerdotes de
quienes la gente dice: «Sí, tiene un mal genio, tiene esto y aquello,
pero es un sacerdote. Y la gente tiene olfato». Por el contrario, si se
trata de «sacerdotes, en una palabra, “idólatras”, que en lugar de
tener a Jesús tienen pequeños ídolos —algunos son devotos del dios
Narciso—, la gente cuando ve esto dice: ¡pobrecitos!». Por lo tanto, es
precisamente «la relación con Jesucristo», aseguró el Pontífice, lo que
nos salva «de la mundanidad y de la idolatría que nos hace untuosos» y
la que nos conserva «en la unción» (Papa
Francisco, Cómo debe ser un sacerdote, 11-1-2014).

Cristo lava los pies a
sus discípulos. El Lavatorio, de Tintoretto. Detalle.
Papa Francisco
«Debemo extirpar el clericalismo de la Iglesia»
Visita a la Parroquia romana de Santo
Tomás Apóstol
«Un párroco sin Consejo pastoral corre
el riesgo de llevar la parroquia adelante con un estilo clerical, y
debemos extirpar el clericalismo de la Iglesia. El clericalismo hace
mal, no deja crecer a la parroquia, no deja crecer a los laicos. El
clericalismo confunde la figura del párroco, porque no se sabe si es un
cura, un sacerdote o un patrón de empresa, ¿no? En cambio, cuando el
párroco cuenta con la ayuda de los Consejos, él es el sacerdote.
Decide, ciertamente, porque él tiene el poder de decidir; pero decide
escuchando, se hace aconsejar, siente, dialoga… Y ésta es su tarea.
¿Ésta no es democracia, eh? Está claro: porque nosotros terminaremos al
contrario, ¿no?, es un poco una anarquía, ¿no? No, no: no es
democracia, el Consejo pastoral. Pero es una ayuda grande para el
párroco para que pueda llevar adelante el apostolado en la parroquia. Y
ésta es su tarea. Den gracias al Señor porque tienen un Consejo
pastoral en esta parroquia. Las parroquias sin Consejo pastoral van
hasta aquí, y después se detienen allí y terminan en una actitud
clerical que no ayuda a nadie. Les agradezco tanto». (Papa
Francisco, Visita a la Parroquia romana de Santo Tomás Apóstol,
16-2-2014).
Papa Francisco
Cuando falta la profecía, el clericalismo
ocupa su sitio
«Cuando falta la profecía, el
clericalismo ocupa su sitio, el rígido esquema de la legalidad que
cierra la puerta en la cara al hombre. Por ello la oración para que, en
la perspectiva de la Navidad, el espíritu de la profecía se haga sentir
en el pueblo». (…)
Así «en el tiempo de Samuel, cuando la
Palabra del Señor era rara y las visiones no eran frecuentes, era lo
mismo. La legalidad y la autoridad». Y sucedía esto porque «cuando en
el pueblo de Dios no hay profecía, el vacío que deja lo ocupa el
clericalismo. Es precisamente este clericalismo que pregunta a Jesús:
¿con qué autoridad haces estas cosas, con qué legalidad?». Así, «la
memoria de la promesa y la esperanza de seguir adelante se reducen sólo
al presente: ni pasado ni futuro y esperanza». Es como si para seguir
adelante valiese sólo lo que es «presente», lo que es «legal»».
«El Papa Francisco concluyó su homilía
proponiendo «una oración en estos días que nos preparamos para el
Nacimiento del Señor». Una oración al Señor para que —invocó— «no
falten profetas en tu pueblo. Todos nosotros, bautizados, somos
profetas. Señor, que no olvidemos tu promesa; que no nos cansemos de
seguir adelante; que no nos cerremos en las legalidades que cierran las
puertas. Señor, libera a tu pueblo del espíritu del clericalismo y
ayúdale con el espíritu de profecía» (Papa
Francisco, 16-12-2013).
Vídeo
Papa Francisco
Entrevista para La Stampa
«Las mujeres en la Iglesia deben ser
valorizadas, no “clericalizadas”. Los que piensan en las mujeres
cardenales sufren un poco de clericalismo» (Papa
Francisco, Entrevista para La Stampa, 10-12-2013).
Papa Francisco
El coloquio con los superiores generales de los
institutos de vida consagrada relatado por la Civiltà Cattolica
(publicado el L'Osservatore Romano)
«Para evitar los problemas, en algunas
casas de formación, los jóvenes aprietan los dientes, tratando de no
cometer errores evidentes, de estar sujetos a las reglas muy
sonrientes, en espera de que un día se les diga: “Bien, terminaste la
formación”. Esto es hipocresía, fruto del clericalismo, que es uno de
los males más terribles. Ya lo he dicho a los obispos del Consejo
episcopal latinoamericano (CELAM) este verano en Río de Janeiro: Es
necesario vencer esta tendencia al clericalismo, también en las casas
de formación y en los seminarios. Yo lo resumo en un consejo que una
vez recibí de un joven: “si quieres ir adelante, piensa claramente y
habla oscuramente”. Era una clara invitación a la hipocresía. Es
necesario evitarla a toda costa».
Entonces, «si el seminario es demasiado
grande, es necesario separarlo en comunidades con formadores capaces de
seguir realmente a las personas. El diálogo debe ser serio, sin miedo,
sincero. Es necesario considerar que el lenguaje de hoy de los jóvenes
en formación es distinto de aquél de quienes los han precedido: vivimos
un cambio de época. La formación es una obra artesanal, no policíaca.
Tenemos que formar el corazón. De otro modo formamos pequeños
monstruos. Y después, estos pequeños monstruos forman al pueblo de
Dios. Esto realmente me pone la piel de gallina».
«Es necesario siempre pensar en los
fieles, en el Pueblo fiel de Dios. Es necesario formar personas que
sean testigos de la resurrección de Jesús. El formador tiene que pensar
que la persona en formación será llamada a cuidar el Pueblo de Dios. Es
necesario siempre pensar en el Pueblo de Dios, dentro de él. Pensemos
en aquellos religiosos que tienen el corazón ácido como el vinagre: no
fueron hechos para el pueblo. En fin: no tenemos que formar
administradores, sino padres, hermanos, compañeros de camino».
El Papa Francisco, en fin, ha querido
evidenciar un riesgo mayor: «si un joven que fue invitado a salir de un
instituto religioso a causa de problemas de formación y por motivos
serios, después es aceptado en un seminario, esto es otro gran
problema. No estoy hablando de personas que se reconocen pecadores:
todos somos pecadores, pero no todos somos corruptos. Que se acepten a
los pecadores, pero no a los corruptos» (Papa
Francisco, El coloquio del Papa Francisco con los superiores
generales de los institutos de vida consagrada relatado por la Civiltà
Cattolica, 29-11-2013).
Papa Francisco
Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium
«Los laicos son simplemente la inmensa
mayoría del Pueblo de Dios. A su servicio está la minoría de los
ministros ordenados. Ha crecido la conciencia de la identidad y la
misión del laico en la Iglesia. Se cuenta con un numeroso laicado,
aunque no suficiente, con arraigado sentido de comunidad y una gran
fidelidad en el compromiso de la caridad, la catequesis, la celebración
de la fe. Pero la toma de conciencia de esta responsabilidad laical que
nace del Bautismo y de la Confirmación no se manifiesta de la misma
manera en todas partes. En algunos casos porque no se formaron para
asumir responsabilidades importantes, en otros por no encontrar espacio
en sus Iglesias particulares para poder expresarse y actuar, a raíz de
un excesivo clericalismo que los mantiene al margen de las decisiones» (Papa
Francisco, Evangelii Gaudium, Exhortación Apostólica sobre el
anuncio del Evangelio en el mundo actual, n. 105, 24-11-2013).
Papa Francisco
Videomensaje a los participantes en la peregrinación al
Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe
«La tentación del clericalismo, que
tanto daño hace a la Iglesia en América Latina, es un obstáculo para
que se desarrolle la madurez y la responsabilidad cristiana de buena
parte del laicado. El clericalismo entraña una postura
autorreferencial, una postura de grupo, que empobrece la proyección
hacia el encuentro del Señor, que nos hace discípulos, y hacia el
encuentro con los hombres que esperan el anuncio. Por ello creo que es
importante, urge, formar ministros capaces de projimidad, de encuentro,
que sepan enardecer el corazón de la gente, caminar con ellos, entrar
en diálogo con sus ilusiones y sus temores. Este trabajo, los Obispos
no lo pueden delegar. Han de asumirlo como algo fundamental para la
vida de la Iglesia sin escatimar esfuerzos, atenciones y
acompañamiento. Además, una formación de calidad requiere estructuras
sólidas y duraderas, que preparen para afrontar los retos de nuestros
días y poder llevar la luz del Evangelio a las diversas situaciones que
encontrarán los presbíteros, los consagrados, las consagradas y los
laicos en su acción pastoral». (Papa
Francisco, Videomensaje a los participantes en la peregrinación al
Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe [Ciudad de México, 16-19 de
noviembre 2013], 16-11-2013).
Papa Francisco
Pecadores sí, corruptos no
«Donde hay engaño —comentó el Papa
Francisco— no está el Espíritu de Dios. Ésta es la diferencia entre
pecador y corrupto. Quien hace una doble vida es un corrupto. Quien
peca, en cambio, quisiera no pecar, pero es débil y se encuentra en una
condición en la que no puede encontrar una solución, pero va al Señor y
pide perdón. A éste el Señor le quiere, le acompaña, está con él. Y
nosotros debemos decir, todos nosotros que estamos aquí: pecadores sí,
corruptos no». Los corruptos, explicó una vez más el Papa, no saben lo
que es la humildad. Jesús los compara con los sepulcros blanqueados:
bellos por fuera pero por dentro están llenos de huesos putrescentes.
«Y un cristiano que presume de ser cristiano pero no vive como
cristiano —destacó— es un corrupto».
Todos conocemos a alguien que «está en
esta situación y todos sabemos —agregó— cuánto mal hacen a la Iglesia
los cristianos corruptos, los sacerdotes corruptos. ¡Cuánto mal hacen a
la Iglesia! No viven en el espíritu del Evangelio, sino en el espíritu
de la mundanidad. Y san Pablo lo dice claramente a los romanos: No os
amoldéis a este mundo (cf. Rm 12, 2). Pero en el texto original es aún
más fuerte: no entrar en los esquemas de este mundo, en los parámetros
de este mundo, porque son precisamente éstos, esta mundanidad, que
llevan a la doble vida».
Concluyendo, el Santo Padre dijo: «Una
podredumbre barnizada: ésta es la vida del corrupto. Y Jesús a éstos no
les llamaba sencillamente pecadores. Sino que les decía hipócritas».
Jesús, recordó una vez más, perdona siempre, no se cansa de perdonar.
La única condición que pide es que no se quiera seguir esta doble vida:
«Pidamos hoy al Señor huir de todo engaño, de reconocernos pecadores.
Pecadores sí, corruptos no». (Papa
Francisco, Pecadores sí, corruptos no, 11-11-2013).
Papa Francisco
Conferencia de prensa del Santo Padre
durante el vuelo de regreso a Roma
«Creo que éste es el tiempo de la
misericordia. Este cambio de época, junto a tantos problemas de la
Iglesia ―como el testimonio impropio de algunos sacerdotes, los
problemas de corrupción en la Iglesia, el problema del clericalismo,
por poner un ejemplo―, ha dejado a muchos heridos, tantos heridos. Y la
Iglesia es Madre: debe ir a curar a los heridos, con misericordia. Si
el Señor no se cansa de perdonar, nosotros no tenemos otra elección que
ésta: lo primero, curar a los heridos. Es mamá, la Iglesia, y debe
seguir por el camino de la misericordia. Y tratar con misericordia a
todos. Pero, pienso, cuando el hijo pródigo volvió a casa, el papá no
le dijo: “Pero, tú, escucha, siéntate, ¿qué has hecho con el dinero?”.
No, ha hecho fiesta. Después, tal vez, cuando el hijo ha querido
hablar, ha hablado. La Iglesia debe hacer lo mismo. Cuando hay alguno…,
no sólo hay que esperarlo: ¡vayan a buscarlo! Éstaes la misericordia. Y
creo que esto es un kairós: este tiempo es un kairós
de misericordia. Esta primera intuición la tuvo Juan Pablo II cuando
comenzó, con Faustina Kowalska, la Divina Misericordia… Él tenía algo,
había intuido que era una necesidad de esta época» (Papa
Francisco, Conferencia de prensa del Santo Padre durante el vuelo
de regreso a Roma, 28-7-2013).
Papa Francisco
Encuentro con los jóvenes argentinos en la
Catedral de San Sebastián de Río de Janeiro
«Quiero que la Iglesia salga a la calle,
quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea
instalación, de lo que sea comodidad, de lo que sea clericalismo, de lo
que sea estar encerrados en nosotros mismos» (Papa
Francisco, Encuentro con los jóvenes argentinos en la Catedral de
San Sebastián de Río de Janeiro, 25-7-2013)
Papa Francisco
A los participantes de la 105 Asamblea Plenaria de la
Conferencia Episcopal Argentina
«Una Iglesia que no sale, a la corta o a
la larga se enferma en la atmósfera viciada de su encierro. Es verdad
también que a una Iglesia que sale le puede pasar lo que a cualquier
persona que sale a la calle: tener un accidente. Ante esta alternativa,
les quiero decir francamente que prefiero mil veces una Iglesia
accidentada que una Iglesia enferma. La enfermedad típica de la Iglesia
encerrada es la autorreferencial; mirarse a sí misma, estar encorvada
sobre sí misma como aquella mujer del Evangelio. Es una especie de
narcisismo que nos conduce a la mundanidad espiritual y al clericalismo
sofisticado, y luego nos impide experimentar «la dulce y confortadora
alegría de evangelizar».
«Les deseo a todos ustedes esta alegría,
que tantas veces va unida a la Cruz, pero que nos salva del
resentimiento, de la tristeza y de la solteronería clerical. Esta
alegría nos ayuda a ser cada día más fecundos, gastándonos y
deshilachándonos en el servicio al santo pueblo fiel de Dios; esta
alegría crecerá más y más en la medida en que tomemos en serio la
conversión pastoral que nos pide la Iglesia.
Gracias por todo lo que hacen y por todo
lo que van a hacer. Que el Señor nos libre de maquillar nuestro
episcopado con los oropeles de la mundanidad, del dinero y del
«clericalismo de mercado». La Virgen nos enseñará el camino de la
humildad y ese trabajo silencioso y valiente que lleva adelante el celo
apostólico». (Papa
Francisco, A los participantes de la 105 Asamblea Plenaria de la
Conferencia Episcopal Argentina, 25-3-2013)
Benedicto XVI
Vigilia con ocasión del Encuentro internacional de los
sacerdotes
"Sabemos que el clericalismo es una
tentación de los sacerdotes de todos los siglos, también hoy; por eso,
es muy importante encontrar el modo verdadero de vivir la Eucaristía,
que no es estar cerrados al mundo, sino precisamente estar abiertos a
las necesidades del mundo. Debemos tener presente que en la Eucaristía
se realiza este gran drama de Dios que sale de sí mismo, deja —como
dice la carta a los Filipenses— su propia gloria, sale y desciende
hasta ser uno de nosotros, y se rebaja hasta la muerte de cruz (cf. Flp
2). La aventura del amor de Dios, que deja, se despoja de sí mismo para
estar con nosotros, y esto se hace presente en la Eucaristía; el gran
acto, la gran aventura del amor de Dios es la humildad de Dios que se
entrega a nosotros. En este sentido hay que considerar la Eucaristía
como el entrar en este camino de Dios. San Agustín dice en el libro X
del De Civitate Dei: «Hoc est sacrificium christianorum: multi
unum corpus in Christo», es decir: el sacrificio de los cristianos
es estar unidos al amor de Cristo en la unidad del único cuerpo de
Cristo. El sacrificio consiste precisamente en salir de nosotros
mismos, en dejarnos atraer en la comunión del único pan, del único
Cuerpo, y entrar de este modo en la gran aventura del amor de Dios. Así
debemos celebrar, vivir, meditar siempre la Eucaristía, como esta
escuela de la liberación de mi «yo»: entrar en el único pan, que es pan
de todos, que nos une en el único Cuerpo de Cristo. Por lo tanto, la
Eucaristía es, de por sí, un acto de amor, nos obliga a esta realidad
del amor por los demás: el sacrificio de Cristo es la comunión de todos
en su Cuerpo. De este modo debemos entender la Eucaristía, que es
precisamente lo contrario del clericalismo, del encerrarse en sí
mismos. Pensemos también en la madre Teresa, verdaderamente el ejemplo
grande en este siglo, en este tiempo, de un amor que se despoja de sí
mismo, que abandona todo tipo de clericalismo, de alejamiento del
mundo, que va a los más marginados, a los más pobres, a las personas
cercanas a la muerte y se da totalmente al amor por los pobres, por los
marginados. Pero la madre Teresa, que nos dio este ejemplo, y la
comunidad que sigue sus huellas, suponía siempre como primera condición
de una fundación suya la presencia de un sagrario. Sin la presencia del
amor de Dios que se da no habría sido posible realizar ese apostolado,
no habría sido posible vivir en ese abandono de sí mismos; sólo
insertándose en este abandono de sí en Dios, en esta aventura de Dios,
en esta humildad de Dios, podían y pueden cumplir hoy este gran acto de
amor, esta apertura a todos. En este sentido, diría: vivir la
Eucaristía en su sentido originario, en su verdadera profundidad, es
una escuela de vida, es la protección más segura contra toda tentación
de clericalismo." (Benedicto
XVI, Vigilia con ocasión del Encuentro internacional de los
sacerdotes, 10-6-2010).
San Juan Pablo II
Exhortación Apostólica Ecclesia in Oceania
«Contemporáneamente, los obispos
expresaron «cautela para con los excesos del clericalismo o del
secularismo y los peligros de una competencia académica inadecuada que
constituye a veces el resultado de la formación de los seminarios
actuales, que olvidan las exigencias profundas de los seminaristas en
el nivel de estudios y en el ámbito espiritual» (San
Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Ecclesia in Oceania, n. 48,
22-11-2001).
Sobre la
clericalización de los laicos
Papa Francisco
Discurso a los miembros de la Asociación “Corallo”
[El clericalismo] «es uno de los males de la Iglesia. Pero es un mal
«cómplice», porque a los sacerdotes les agrada la tentación de
clericalizar a los laicos; pero muchos laicos, de rodillas, piden ser
clericalizados, porque es más cómodo, ¡es más cómodo! ¡Y este es un
pecado de ambas partes! Debemos vencer esta tentación. El laico debe
ser laico, bautizado, tiene la fuerza que viene de su bautismo.
Servidor, pero con su vocación laical, y esto no se vende, no se
negocia, no se es cómplice del otro… No. ¡Yo soy así! Porque allí está
en juego la identidad. En mi tierra oía muchas veces esto: «¿Sabe? En
mi parroquia hay un laico honrado. Este hombre sabe organizar…
Eminencia: ¿por qué no lo hacemos diácono?». Es la propuesta inmediata
del sacerdote: clericalizar. A este laico hagámoslo… ¿Y por qué?
¿Porque es más importante el diácono, el sacerdote, que el laico? ¡No!
¡Este es un error! ¿Es un buen laico? Que siga así y crezca así. Porque
allí está en juego la identidad de la pertenencia cristiana. Para mí,
el clericalismo impide el crecimiento del laico. Pero tened presente lo
que he dicho: es una tentación cómplice entre dos. Porque no habría
clericalismo si no hubiera laicos que quieren ser clericalizados» (Papa
Francisco, Discurso a los miembros de la Asociación “Corallo”,
22-3-2014)
Papa Francisco
Encuentro con el Comité de coordinación del Celam en el
Centro de Estudios de Sumaré en Río de Janeiro
«El clericalismo es también
una tentación muy actual en Latinoamérica. Curiosamente, en la mayoría
de los casos, se trata de una complicidad pecadora: el cura clericaliza
y el laico le pide por favor que lo clericalice, porque en el fondo le
resulta más cómodo. El fenómeno del clericalismo explica, en gran
parte, la falta de adultez y de cristiana libertad en parte del laicado
latinoamericano. O no crece (la mayoría), o se acurruca en cobertizos
de ideologizaciones como las ya vistas, o en pertenencias parciales y
limitadas. Existe en nuestras tierras una forma de libertad laical a
través de experiencias de pueblo: el católico como pueblo. Aquí se ve
una mayor autonomía, sana en general, y que se expresa fundamentalmente
en la piedad popular. El capítulo de Aparecida sobre piedad popular
describe con profundidad esta dimensión» (Papa
Francisco, Encuentro con el Comité de coordinación del Celam en el
Centro de Estudios de Sumaré en Río de Janeiro, 28-7-2013).
Congregación para el Clero
(durante el Pontificado de Benedicto XVI)
Directorio para el Ministerio y la Vida de los
Presbíteros - Nueva Edición
«Otra manifestación de que el sacerdote
está frente a la Iglesia, radica en el hecho de ser guía, que
lleva a la santificación de los fieles confiados a su ministerio, que
es esencialmente pastoral, pero presentándose con la autoridad que
fascina y hace creíble el mensaje (cfr. Mt 7, 29). En efecto,
toda autoridad ha de ejercitarse con espíritu de servicio, como amoris
officium y dedicación desinteresada al bien del rebaño (cfr. Jn
10, 11; 13, 14)[105] .
Esta realidad, que ha de vivirse con
humildad y coherencia, puede estar sujeta a dos tentaciones opuestas.
La primera consiste en desempeñar el propio ministerio tiranizando a su
rebaño (cfr. Lc 22, 24-27; 1 Pe 5, 1-4), mientras
que la segunda tentación es la que lleva a hacer inútil, en nombre de
una incorrecta noción de comunidad, la propia configuración con Cristo
Cabeza y Pastor.
La primera tentación ha sido fuerte
también para los mismos discípulos, y recibió de Jesús una puntual y
reiterada corrección. Cuando esta dimensión viene a menos, no es
difícil caer en la tentación del “clericalismo”, con un deseo de
señorear sobre los laicos, que genera siempre antagonismos entre los
ministros sagrados y el pueblo».
«Asimismo, es preciso salvaguardar el
orden que estableció nuestro Señor Jesucristo, evitar la llamada
“clericalización” del laicado, que tiende a disminuir el sacerdocio
ministerial del presbítero; de hecho, sólo al presbítero, después del
Obispo, y en virtud del ministerio sacerdotal recibido con la
ordenación, se puede atribuir de manera propia y unívoca el término
«pastor». El adjetivo «pastoral», pues, se refiere a la participación
en el ministerio episcopal» (Congregación
para el Clero, Directorio para el Ministerio y la Vida de los
Presbíteros - Nueva Edición, nn. 25 y 28 11-2-2013).
Congregación para el Clero
(durante el Pontificado de San Juan Pablo II)
Instrucción: El presbítero, pastor y guía de la
comunidad parroquial
«En los últimos decenios la Iglesia ha
conocido problemas de «identidad sacerdotal», derivados, en algunas
ocasiones, de una visión teológica que no distingue claramente entre
los dos modos de participación en el sacerdocio de Cristo. En algunos
ambientes se ha llegado a romper aquel profundo equilibrio
eclesiológico, tan propio del Magisterio auténtico y perenne.
Hoy se dan todas las condiciones para
superar el peligro tanto de la «clericalización» de los laicos como de
la «secularización» de los ministros sagrados.
El generoso empeño de los laicos en los
ámbitos del culto, de la transmisión de la fe y de la pastoral, en un
momento además de escasez de presbíteros, ha inducido en ocasiones a
algunos ministros sagrados y a algunos laicos a ir más allá de lo que
consiente la Iglesia, e incluso de lo que supera su ontológica
capacidad sacramental. De aquí se deriva también una minusvaloración
teórica y práctica de la específica misión laical, que consiste en
santificar desde dentro las estructuras de la sociedad.
De otra parte, en esta crisis de
identidad, se produce también la «secularización» de algunos ministros
sagrados, por un oscurecimiento de su específico papel, absolutamente
insustituible, en la comunión eclesial» (Congregación
para el Clero, Instrucción: El presbítero, pastor y guía de la
comunidad parroquial, n. 7, 4-8-2002).
San Juan Pablo II
Discurso a la Conferencia Episcopal de las Antillas en
visita “ad limina”
«Algunas personas, como sabéis, afirman
que la disminución del número de sacerdotes es obra del Espíritu Santo
y que Dios mismo guiará a la Iglesia, haciendo que el gobierno de los
fieles laicos sustituya el gobierno de los sacerdotes. Ciertamente, esa
afirmación no tiene en cuenta lo que los padres conciliares expresaron
cuando trataron de impulsar una implicación mayor de los fieles laicos
en la Iglesia. En su enseñanza, los padres conciliares destacaron
simplemente la profunda complementariedad entre los sacerdotes y
los laicos que entraña la naturaleza sinfónica de la Iglesia. Una
comprensión errónea de esta complementariedad lleva a veces a una
crisis de identidad y de confianza en los sacerdotes, y también a
formas de compromiso laico demasiado clericales o demasiado politizadas.
El compromiso de los laicos se convierte en una forma de clericalismo
cuando las funciones sacramentales o litúrgicas que corresponden al
sacerdote son asumidas por los fieles laicos, o cuando estos desempeñan
tareas que competen al gobierno pastoral propio del sacerdote. En esas
situaciones, frecuentemente no se tiene en cuenta lo que el Concilio
enseñó sobre el carácter esencialmente secular de la vocación laica
(cf. Lumen
gentium, 31). El sacerdote, en cuanto ministro ordenado,
preside en nombre de Cristo la comunidad cristiana, tanto en el plano
litúrgico como en el pastoral. Los laicos le ayudan de muchas maneras
en esta tarea. Pero el ámbito principal del ejercicio de la vocación
laical es el mundo de las realidades económicas, sociales, políticas y
culturales. Es en este mundo donde los laicos están invitados a vivir
su vocación bautismal, no como consumidores pasivos, sino como miembros
activos de la gran obra que expresa el carácter cristiano. Al
sacerdote corresponde presidir la comunidad cristiana para permitir a
los laicos realizar la tarea eclesial y misionera que les compete. En
un tiempo de secularización insidiosa, puede parecer extraño que la
Iglesia insista tanto en la vocación secular de los laicos. Ahora bien,
precisamente el testimonio evangélico de los fieles en el mundo es el
centro de la respuesta de la Iglesia al mal de la secularización
(cf.
Ecclesia in America, 44).
El compromiso de los laicos se politiza cuando el laicado es absorbido
por el ejercicio del "poder" dentro de la Iglesia. Esto sucede cuando
no se considera a la Iglesia como "misterio" de gracia que la
caracteriza, sino en términos sociológicos, o incluso políticos,
basándose frecuentemente en una comprensión errónea de la noción de
"pueblo de Dios", noción que tiene profundas y ricas bases bíblicas y
que el concilio Vaticano II utiliza con tanto acierto. Cuando no es el
servicio sino el poder el que modela toda forma de gobierno en la
Iglesia, los intereses opuestos comienzan a hacerse sentir tanto en el
clero como en el laicado. El clericalismo es para los sacerdotes la
forma de gobierno que manifiesta más poder que servicio, y que engendra
siempre antagonismos entre los sacerdotes y el pueblo; este
clericalismo se encuentra en formas de liderazgo laico que no tienen
suficientemente en cuenta la naturaleza trascendente y sacramental de
la Iglesia, ni su papel en el mundo. Estas dos actitudes son nocivas.
Por el contrario, la Iglesia necesita un sentido de
complementariedad más profundo y más creativo entre la vocación del
sacerdote y la de los laicos. Sin él, no podemos esperar ser
fieles a las enseñanzas del Concilio ni superar las dificultades
habituales relacionadas con la identidad del sacerdote, la confianza en
él y la llamada al sacerdocio» (San
Juan Pablo II, Discurso a la Conferencia Episcopal de las Antillas
en visita “ad limina”, 7-5-2002)
San Juan Pablo II
Discurso a los obispos de Nueva Zelanda en
visita “ad limina Apostolorum”
«También puede observarse una
indispensable diferencia constructiva en el modo como las
vocaciones sacerdotales y laicales están relacionadas en la vida y la
misión de la Iglesia; y esto tiene importantes consecuencias para
la formación de los seminaristas. Una tendencia a oscurecer las bases
teológicas de esta diferencia puede llevar a una clericalización
incorrecta del laicado y a una laicización del clero.
Naturalmente, es posible que el clero
sea separado de manera errónea y destructiva, desembocando en un
clericalismo que con razón se ha de rechazar. Sin embargo, ahora
resulta evidente que cuando se ignora la diferencia esencial entre las
vocaciones sacerdotales y laicales, las vocaciones al sacerdocio
prácticamente desaparecen, y seguramente no es esa la voluntad de
Cristo ni la obra del Espíritu Santo, como no era la intención del
Concilio cuando fomentó un mayor compromiso laical en la vida de la
Iglesia» (San
Juan Pablo II, Discurso a los obispos de Nueva Zelanda en visita
“ad limina”, 21-11-1998).
San Juan Pablo II
Discurso al VI grupo de obispos estadounidenses en
vista «ad limina»
«Como dije durante mi visita pastoral a
los Estados Unidos, una eclesiología auténtica debe poner especial
cuidado en evitar tanto la laicización del sacerdocio
ministerial como la clericalización de la vocación laical
(cf. Discurso a los laicos, 18 de septiembre de 1987, 5). Los
laicos deberían ser conscientes de su situación en la Iglesia: no han
de ser meros receptores de la doctrina y de la gracia de los
sacramentos, sino agentes activos y responsables de la misión de la
Iglesia de evangelizar y santificar el mundo. Es propio de los laicos
hacer que la verdad del Evangelio dé fruto en las realidades de la vida
social, económica, política y cultural. También tienen la misión
de santificar el mundo desde dentro mediante su esfuerzo en la
gestión de los asuntos temporales (cf. Lumen
gentium, 31; Christifideles
laici, 15). Su tarea consiste en ordenar la sociedad hacia la
plenitud que reside en Cristo (cf. Col 1, 19), siempre en comunión de
fe y en armonía con los obispos, que «presiden en nombre de Dios la
grey [...] como maestros de doctrina, sacerdotes del culto sagrado y
ministros de gobierno» (Lumen
gentium, 20). Tal vez, como subraya la exhortación apostólica Christifideles
laici, haya que prestar mayor atención a la catequesis y a la
predicación, con el fin de lograr «la plena participación y la profunda
inserción de los fieles laicos en la tierra, en el mundo, en la
comunidad humana» (n. 15): así los laicos comprenderán mejor que éste
es su apostolado primario en el seno de la Iglesia. Tienen necesidad de
vuestro aliento constante. Esperan que sus pastores los fortalezcan
en la santidad y los guíen con una enseñanza auténtica, permitiéndoles
tomar iniciativas y dejándoles libertad de acción en el mundo (cf.
Apostolicam
actuositatem, 7)» (San
Juan Pablo II, Discurso al VI grupo de obispos estadounidenses en vista
«ad limina Apostolorum», 2-7-1993).
San Juan Pablo II
Exhortación Apostólica Christifideles Laici
«Como consecuencia de la renovación
litúrgica promovida por el Concilio, los mismos fieles laicos han
tomado una más viva conciencia de las tareas que les corresponden en la
asamblea litúrgica y en su preparación, y se han manifestado
ampliamente dispuestos a desempeñarlas. En efecto, la celebración
litúrgica es una acción sacra no sólo del clero, sino de toda la
asamblea. Por tanto, es natural que las tareas no propias de los
ministros ordenados sean desempeñadas por los fieles laicos. Después,
ha sido espontáneo el paso de una efectiva implicación de los fieles
laicos en la acción litúrgica a aquélla en el anuncio de la Palabra de
Dios y en la cura pastoral.
En la misma Asamblea sinodal no han
faltado, sin embargo, junto a los positivos, otros juicios críticos
sobre el uso indiscriminado del término «ministerio», la confusión y
tal vez la igualación entre el sacerdocio común y el sacerdocio
ministerial, la escasa observancia de ciertas leyes y normas
eclesiásticas, la interpretación arbitraria del concepto de
«suplencia», la tendencia a la «clericalización» de los fieles laicos y
el riesgo de crear de hecho una estructura eclesial de servicio
paralela a la fundada en el sacramento del Orden.
Precisamente para superar estos
peligros, los Padres sinodales han insistido en la necesidad de que se
expresen con claridad —sirviéndose también de una terminología más
precisa—, tanto la unidad de misión de la Iglesia, en la que
participan todos los bautizados, como la sustancial diversidad del
ministerio de los pastores, que tiene su raíz en el sacramento
del Orden, respecto de los otros ministerios, oficios y funciones
eclesiales, que tienen su raíz en los sacramentos del Bautismo y de la
Confirmación.
Es necesario pues, en primer lugar, que
los pastores, al reconocer y al conferir a los fieles laicos los varios
ministerios, oficios y funciones, pongan el máximo cuidado en
instruirles acerca de la raíz bautismal de estas tareas. Es necesario
también que los pastores estén vigilantes para que se evite un fácil y
abusivo recurso a presuntas «situaciones de emergencia» o de «necesaria
suplencia», allí donde no se dan objetivamente o donde es posible
remediarlo con una programación pastoral más racional» (San
Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Christifideles Laici,
n. 23, 30-12-1988).
|
|