En época hispano-romana, el prefecto Daciano mandó degollar, sobre una piedra en un paraje muy cerca de la ciudad de Complutum en Hispania, a dos niños cristianos: Justo y Pastor. Muy pronto en el lugar de su martirio, donde actualmente se encuentra ubicada nuestra Catedral-Magistral, comienzan a recibir veneración los santos niños mártires Justo y Pastor. Corría el año 305, hace más de 1700 años, y la fe católica ya estaba arraigada en nuestra Patria por ministerio, según venerable tradición, del Apóstol Santiago, también mártir.
Es mucha, y hermosa, la historia de la fe de nuestro pueblo vinculada, a lo largo de estos diecisiete siglos, a este insigne templo, que en 1477 vino a adquirir la dignidad de Colegiata, por Bula del Papa Sixto IV, a petición del Arzobispo Alfonso Carrillo de Acuña.
Sin embargo, conviene destacar la fe y los trabajos llevados a cabo por Fray Francisco Ximenez de Cisneros que, en su calidad de Cardenal Arzobispo, fundó en nuestra ciudad, por bula del Papa Alejandro VI de 1499, el Colegio Mayor de San Ildefonso -la denominada Universidad de Alcalá de Henares-, a la cual vinculó estrechamente nuestra Catedral, consiguiéndole, en 1519 del Papa León X, el título de Magistral; ello implicaba que su cabildo debía estar compuesto por “magistri”, maestros graduados en la Universidad. Las relaciones institucionales con la Universidad de Alcalá fueron muy importantes, celebrándose en la Magistral, entre otros actos, las ceremonias de entrega de grados y de insignias. El Cardenal Cisneros proponía ya entonces a sus contemporáneos la fe y la razón “como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad” (Juan Pablo II. Fides et ratio. 1998). En la Universidad y en la Iglesia Magistral de Alcalá de Henares se formaron y rezaron multitud de misioneros y de santos que evangelizaron España y el mundo de uno al otro confín, entre otros: Santo Tomás de Villanueva, San Ignacio de Loyola, San Juan de Ávila, San Juan de la Cruz, San Francisco Caracciolo, San José de Calasanz o el beato Diego Luis de San Vítores, presbítero de la Compañía de Jesús cruelmente martirizado en 1672 en la isla de Guam en Oceanía.
Por Bula del Venerable Siervo de Dios el Papa Juan Pablo II, de fecha 23 de julio de 1991, fue restaurada la antigua Diócesis Complutense, siendo elevada la Iglesia Magistral a la dignidad de Catedral, con lo que adquirió una nueva misión, un nuevo destino.
La Iglesia Catedral «por la majestad de su construcción, es signo de aquel templo espiritual, que se edifica en las almas y que resplandece por la magnificencia de la gracia divina, según dice el Apóstol Pablo: “Vosotros sois templo de Dios vivo” (2 Co 6, 16). Además debe ser manifestación de la imagen expresa y visible de la Iglesia de Cristo que predica, canta y adora en toda la extensión de la tierra. Debe ser considerada ciertamente como imagen del Cuerpo místico de Cristo, cuyos miembros se unen mediante un único vínculo de caridad, alimentados por los dones que descienden como rocío del cielo». (Pablo VI, Const. Apost. Mirificus eventus. 1965).
Además, la Iglesia Catedral “es aquella en la cual el Obispo tiene situada su cátedra, signo del magisterio y de la potestad del pastor de la Iglesia particular, como también signo de unidad de los creyentes en aquella fe, que el Obispo anuncia como pastor de la grey” (Ceremonial de los Obispos, n. 42).
La Divina Providencia ha obsequiado a la Diócesis de Alcalá de Henares con muchos y hermosos dones que nos hablan del amor de Dios y que nos acercan a Cristo, Camino, Verdad y Vida; pero ciertamente la Santísima Trinidad ha querido adornar a nuestra Santa e Insigne Catedral-Magistral con carismas de especial belleza; una belleza que atraviesa los siglos y sus venerables piedras, y que es una invitación, por la gracia de Dios, a nuestra libertad: el martirio por amor a Dios y al prójimo -incluso a los enemigos-; el don de la fe y el cultivo de la razón; y la evangelización incluso allende de los mares.
Que la Santísima Virgen del Val, Estrella de la Nueva Evangelización, interceda por todos nosotros y haga de nuestro pueblo un “templo de Dios vivo”. Así sea.
Mons. Juan Antonio Reig Pla, Obispo de Alcalá de Henares