“Las estadísticas muestran un incremento dramático del número de personas que sufren el hambre y a esto contribuye el aumento de los precios de los productos alimentarios, la disminución de las posibilidades económicas de las poblaciones más pobres, y el acceso restringido al mercado y a los alimentos. Y todo esto, mientras se confirma que la tierra puede nutrir suficientemente a todos sus habitantes”. Además, los “datos indican que no hay una relación de causa-efecto entre el incremento de la población y el hambre, lo cual se confirma por la deplorable destrucción de excedentes alimentarios en función del lucro económico”. (Benedicto XVI. Discurso a la FAO, 16-11-2009)
El Papa Benedicto XVI también he señalado en la Encíclica Caritas in veritate que “el hambre no depende tanto de la escasez material, cuanto de la insuficiencia de recursos sociales, el más importante de los cuales es de tipo institucional” (n. 27). Y también que “la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana: cuando se respeta la «ecología humana» en la sociedad, también la ecología ambiental se beneficia”. Es verdad que “el sistema ecológico se apoya en un proyecto que abarca tanto la sana convivencia social como la buena relación con la naturaleza”. Y que “el problema decisivo es la capacidad moral global de la sociedad”. Por tanto, “los deberes que tenemos con el ambiente están relacionados con los que tenemos para con la persona considerada en sí misma y en su relación con los otros. No se pueden exigir unos y conculcar otros. Es una grave antinomia de la mentalidad y de la praxis actual, que envilece a la persona, trastorna el ambiente y daña a la sociedad” (ibíd., 51).
La total coincidencia con el Papa en el análisis del drama del hambre y la miseria ha movido a la Iglesia Católica en España a encomendar a Manos Unidas, desde sus orígenes, la misión de luchar contra el hambre, la deficiente nutrición, la miseria, la enfermedad, el subdesarrollo y la falta de instrucción; pero también Manos Unidas ha sido llamada a trabajar para erradicar las causas estructurales que las producen: la injusticia, el desigual reparto de los bienes y las oportunidades entre las personas y los pueblos, la ignorancia, los prejuicios, la insolidaridad, la indiferencia y la crisis de valores humanos y cristianos (Cfr. Estatutos, Art. 5º).
Con el Papa Benedicto XVI, Manos Unidas y todos los cristianos reconocemos el valor transcendente de cada hombre y mujer, y que es este el primer paso para favorecer la conversión del corazón que a su vez permita sostener el esfuerzo para erradicar la miseria, el hambre y la pobreza en todas sus formas. (Cfr. Discurso a la FAO, 16-11-2009). Manos Unidas lucha por la integral dignidad humana: física, psíquica y espiritual.
Estas son las razones por las que damos gracias a Dios y a la Iglesia por el don que significa Manos Unidas; el aceite de la misericordia de Cristo llega a muchas personas en el mundo por su medio, sanando corazones y también estructuras, contribuyendo de este modo a construir la civilización del amor y a hacernos crecer a todos, un poco, en santidad.
Mons. Juan Antonio Reig Pla, Obispo de Alcalá de Henares