Dios nos amó primero
Con la celebración de la Cuaresma y de la Semana Santa, la Iglesia nos propone, ante todo, un itinerario para alcanzar la felicidad participando de la resurrección de Cristo. Sin embargo, no es posible construir en nuestras vidas nada bueno y bello si no es desde la verdad de lo que somos, es decir débiles y pecadores; y esto es tarea imposible si no contamos con la gracia de Dios para que ilumine nuestra conciencias y transforme nuestros corazones.
Dios nada impone, sólo propone a nuestra libertad la posibilidad de conversión, de cambio hacia el bien; pero ¿cómo decirle a Dios sincera y libremente “hágase en mí” si somos esclavos de tantas cosas -dinero, poder, prestigio, adicciones, etc.-? ¿Cómo hacer verdaderamente libre a nuestra libertad? Todo es gracia, y nada podemos sin la Santísima Trinidad; Dios toma la iniciativa amándonos primero y sin condiciones previas, y otorgándonos, en la medida en que va siendo sanado nuestro corazón, las gracias necesarias para pasar de la esclavitud a la libertad verdadera.
Todo este proceso de conversión, debe alcanzar toda nuestra persona -espíritu, psique y cuerpo- y hacerla nueva. De ordinario, Dios realiza esta obra de un modo gradual, a modo de peregrinación, de itinerario penitencial y con frecuencia también a modo de éxodo e incluso de destierro, todo tal y como nos descubren las Sagradas Escrituras, la historia de las naciones e incluso nuestra propia biografía.
Por todo ello, conviene en este tiempo disponer nuestras personas a la acción del Espíritu con ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las peregrinaciones como signo de penitencia, las privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna, la comunicación cristiana de bienes obras caritativas y misioneras” (Catecismo de la Iglesia Católica 1438). En particular, es urgente orar y trabajar por la promoción integral de las personas y de los pueblos, que pasa por el anuncio explícito de Jesucristo -crucificado, muerto y resucitado- y el fomento de la paz y de la justicia social aquí y en todo el mundo. Al respecto no puedo dejar de citar en estos momentos al pueblo doliente de Haití; os invito a rezar por los vivos y por los difuntos, y a ayudar a esta nación hermana según las posibilidades de cada cual.
En este sentido, un modo excelente de preparar los corazones de los fieles para acoger los frutos de la pasión, muerte y resurrección del Señor son las Cofradías, Hermandades y Asociaciones de Semana Santa; todas ellas de un modo pedagógico y bello nos invitan a caminar en la luz, a acoger el don de la reconciliación – que siempre es gracia -, a abandonar la vida de pecado, y así amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Exhorto, por tanto, a todos a que fieles al Magisterio de la Iglesia, a vuestros pastores y a vuestras legítimas tradiciones, sigáis trabajando en el empeño de la Nueva Evangelización con los dones que el Señor os ha regalado.
Con mi bendición y afecto,
Mons. Juan Antonio Reig Pla, Obispo de Alcalá de Henares