¿Qué hacer ante la crisis?
Queridos hermanos:
La solemnidad del Corpus Christi, Día Nacional de la Caridad, nos invita a reflexionar sobre el origen y la naturaleza de la crisis que estamos padeciendo.
Al inicio de la década de los años treinta del pasado siglo, a breve distancia de la grave crisis económica de 1929, Pío XI publica la encíclica «Quadragesimo anno». La Iglesia, en aquella encíclica, rechaza el liberalismo entendido como ilimitada competencia entre las fuerzas económicas. También de manos de Pío XI, en «Divini Redemptoris», la Iglesia critica de modo sistemático el comunismo, definiéndolo como «intrínsecamente malo» (Cfr. Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 91 y 92). Todos los Papas, desde entonces y hasta Benedicto XVI, han confirmado y desarrollado esta doctrina sobre la llamada cuestión social.
Conviene aclarar, sin embargo, que la Iglesia ha perseguido y persigue no unos fines teóricos, sino pastorales y advierte del grave error que se comete cuando «se busca con insistencia un orden temporal más perfecto, sin que avance paralelamente el mejoramiento de los espíritus». (Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 4). Dicho de otra manera: tras toda crisis económica, financiera o social subyace una crisis antropológica, una crisis moral, una crisis de Humanidad, una crisis en el itinerario hacia la santidad a la que todos los hombres y mujeres estamos llamados (Concilio Vaticano II, Const. dog. Lumen gentium, Cap. V). El Hombre, por la gracia de Dios, sólo encuentra su plenitud, y la solución a toda crisis, amando a Dios sobre todas las cosas y al prójimo, incluso a los enemigos, como a uno mismo.
Es por todo ello que, cada acto de amor realizado a través de Cáritas u otras organizaciones de la Iglesia, son un opus proprium suyo en el que la Iglesia no coopera tangencialmente, sino que actúa como sujeto directamente responsable, haciendo algo que corresponde a su misma naturaleza: mostrar el rostro, la persona del mismo Cristo. La Iglesia nunca puede sentirse dispensada del ejercicio de la caridad como actividad organizada de los creyentes y, por otro lado, nunca habrá situaciones en las que no haga falta la caridad de cada cristiano individualmente, porque el hombre, más allá de la justicia, tiene y tendrá siempre necesidad de amor. (Benedicto XVI, Deus Caritas est, 29).
Nuestra Iglesia diocesana, convencida de que la caridad es el alma de la santidad (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 826) ha establecido 56 despachos de Acogida y Atención, donde el número de hermanos nuestros que han acudido se ha triplicado en estos últimos meses. Así mismo, nuestra Diócesis de Alcalá de Henares ha atendido, sólo entre enero y abril de 2009, a 3.205 familias y a 1.118 personas más: inmigrantes, sin techo, solas con problemas, etc. Todas han recibido ayuda en alimentos, ropa y otras prestaciones.
Por lo expuesto, todos nosotros, sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, fieles cristianos laicos (voluntarios y colaboradores) e incluso todas las personas de buena voluntad estamos invitados, en esta fecha tan señalada del Corpus Christi, a partirnos y compartirnos por nuestros hermanos más pobres, amando a Dios, en cada hombre y mujer que sufre, con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, y con todas nuestras fuerzas (Cfr. Lc 10, 27). A todos agradezco vuestra dedicación y entrega. A la Santísima Virgen María, Madre de la esperanza, Madre de Dios y Madre nuestra, le pedimos, que enseñándonos a amar, nos muestre el camino del Reino (Cfr. Benedicto XVI, Spe Salvi, 50).
Con mi bendición y afecto,
Mons. Juan Antonio Reig Pla, Obispo de Alcalá de Henares