DON ÁNGEL ROMAN, NUEVO OBISPO DE ALBACETE
Carta del Obispo a todos los diocesanos de Alcalá de Henares
6 de marzo de 2025
Queridos diocesanos de Alcalá de Henares:
Os anuncio con gozo esta gran noticia: el Santo Padre Francisco ha nombrado al vicario episcopal de nuestra diócesis, Don Ángel Román Idígoras, como nuevo obispo de Albacete. Al mismo tiempo que seguimos pidiendo por su salud, damos gracias al Papa Francisco por haberse fijado en un sacerdote de nuestra diócesis, para desempeñar esta importante misión.
Don Ángel ha servido a la diócesis complutense durante 31 años, en las Parroquias de San Diego, en la ciudad de Alcalá; en la Parroquia de Ntra. Sra. del Templo, en San Fernando de Henares; y en la Parroquia de Ntra. Sra. del Rosario, en Torrejón de Ardoz. También ha sido capellán del Centro Penitenciario de Estremera y ha ocupado diversos puestos de responsabilidad. Particularmente, yo le agradezco su servicio como vicario episcopal de la vicaría de San Félix de Alcalá, en la zona centro. Felicito sinceramente a la familia de D. Ángel, a sus paisanos de Arganda del Rey, y a los diocesanos de Albacete, que reciben el regalo de un nuevo pastor.
El obispo, sucesor de los Apóstoles, participa en plenitud del sacerdocio de Jesucristo. Es principio y fundamento visible de unidad en su Iglesia particular, y, en comunión con el colegio episcopal, presidido por el Papa, tiene la misión de guiar, enseñar y santificar a la porción del Pueblo de Dios que le es encomendada. El obispo, además de celebrar todos los sacramentos que ya celebraba como presbítero, puede ordenar nuevos presbíteros, garantizando así la sucesión apostólica, que viene ininterrumpidamente desde los Apóstoles hasta hoy. De esta manera, la presencia eucarística de Cristo en su Iglesia queda garantizada hasta el final de los tiempos. El obispo es maestro auténtico de la fe. En su diócesis, enseña el Evangelio y su aplicación a nuestro tiempo. No enseña su propia doctrina, sino la doctrina de la Iglesia, y lo hace con la autoridad que Cristo le confía para bien del Pueblo de Dios.
Como principio de unidad en la Iglesia, el obispo tiene la misión de convocar en la comunión a todos los carismas, a todos los grupos, a todas las sensibilidades, para edificar el único Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, la Esposa santa del Señor. Y ser así referente de unidad para toda la familia humana. Al mismo tiempo, él distribuye los distintos servicios y ministerios en su diócesis y preside en la caridad a toda la comunidad diocesana, a la que conduce como buen pastor, haciendo presente al único pastor, Jesucristo, nuestro Señor. La comunión con el obispo por parte de los sacerdotes, los consagrados y los fieles laicos es signo de pertenencia a la Iglesia. En la Iglesia, servir es reinar. La autoridad no se ejerce como poder, sino como servicio, en nombre de Cristo. Este servicio debe llevar al obispo a dar la vida por el pueblo que se le confía. Para Don Ángel, que es un sacerdote celoso y entregado, este servicio es un paso más en la entrega de su vida, hasta gastarse por la Iglesia.
Pidamos por D. Ángel, para que sea un obispo santo. Y pidamos al Señor por los católicos de la diócesis de Albacete, a los que D. Ángel es enviado en nombre del Señor. D. Ángel quiere llevar a todos la alegría del Señor, por eso ha elegido como lema episcopal: “Gaudete in Domino”, alegraos en el Señor, de la carta de San Pablo a los Filipenses. La alegría del evangelio no es efímera y caduca, como la alegría que da el mundo. Es consecuencia de haber encontrado al Señor y vivir la amistad con Él. En el año jubilar de la esperanza, el nombramiento episcopal de D. Ángel es un motivo de alegría para las diócesis de Albacete y Alcalá, que nos invita a poner los ojos en Jesucristo, el ancla de nuestra vida y la esperanza que no defrauda.
Os anuncio, finalmente, que la ordenación episcopal de D. Ángel será, Dios mediante, el próximo día 3 de mayo, en la Catedral de Albacete. Hasta ese momento continuará en todos los cargos que tiene encomendados en la diócesis de Alcalá de Henares. Oremos, por intercesión de los Santos Niños y de la Virgen del Val, para que el Señor prepare su corazón, de manera que, por medio del sacramento del Orden en su plenitud, pueda ser configurado con Jesucristo, cabeza, pastor, esposo y siervo de su Iglesia.
Recibid mi saludo y mi bendición.
+ Antonio Prieto Lucena
Obispo complutense