VIVIR LA VIDA COMO VOCACIÓN
Carta del Obispo a todos los diocesanos de Alcalá de Henares
28 de enero de 2025
Queridos diocesanos de Alcalá de Henares:
La Iglesia que peregrina en España se prepara para un gran Congreso vocacional, que tendrá lugar en Madrid los días 7 al 9 de febrero, y del que se esperan muchos frutos para la evangelización en nuestras Diócesis. La hipótesis de trabajo del Congreso es que, por diferentes razones, se ha instaurado entre nosotros una “cultura anti-vocacional”. Nos encontramos en un cambio de época marcado por el emotivismo. El hombre contemporáneo vive más de emociones y deseos que del razonamiento vinculado con la verdad. Nuestros deseos subjetivos enseguida queremos convertirlos en derechos. Queremos exaltar tanto nuestros sentimientos que los absolutizamos por encima de las leyes de la naturaleza. Parece que nada puede interponerse a lo que cada uno de nosotros quiera hacer con su vida. Hoy se reivindica mucho la libertad personal, el derecho a decidir como mejor nos parezca, pero totalmente desconectados de la realidad y de la verdad de las cosas.
La modernidad quiso poner al hombre en el centro. Para ello tuvo que desplazar a Dios a un segundo plano, para acabar expulsándolo de la vida pública y encerrándolo en los estrechos límites de la conciencia individual. Hoy hemos llegado a tal situación que el hombre tiene que negociar su puesto en el centro del cosmos con los animales o con las máquinas, habida cuenta del enorme desarrollo del biocentrismo, el desarrollo tecnológico y la Inteligencia Artificial. La cultura parece estar devorando la naturaleza, cuyas leyes ya no se comprenden ni se respetan. Además, el hombre actual es un hombre sin horizonte trascendente. Ya no espera la vida eterna. Para él no existe el Reino de Dios, que ha sustituido por el reino del progreso.
Es cierto que hablamos de valores, pero de valores que no se conectan con el bien ni con la verdad. Un valor es el resplandor del bien. Si los valores se desvinculan del bien y la verdad se convierten en banderas, fácilmente manipulables por el viento de las ideologías que están de moda en cada época. Todo esto va configurando un modo de estar en el mundo, que afecta de manera especial a los jóvenes. Parece que sus aspiraciones se reducen a “sentirse bien”, sin demasiada relación con Dios ni con lo que les pasa a los demás. Es lo que el Papa Francisco llama “autorreferencialidad”. Esto genera una juventud que no lucha por objetivos grandes en la vida, que no sueña con construir un mundo mejor a base de esfuerzo. El futuro se entiende entonces como una fotocopia del presente.
Hasta aquí algunos elementos de lo que podríamos llamar una “cultura anti-vocacional”. Así lo señala el Documento de trabajo del Congreso de Madrid. Se plantea entonces el reto de darle la vuelta a la tortilla y comenzar a construir una “cultura vocacional”, con la gracia de Dios y con mucha paciencia. Hemos de reconocer, en primer lugar, que nosotros los cristianos tenemos algo de culpa en el deterioro de la vocación cristiana. Nuestra falta de compromiso, de testimonio y de coherencia entre que lo que decimos y lo que hacemos no ayuda a que nuestros contemporáneos se planteen la posibilidad de vivir la vida como vocación. El divorcio entre nuestra fe y nuestra vida no contribuye precisamente a que podamos ser luz del mundo y sal de la tierra. Recuperar una cultura vocacional requiere nuestra conversión personal y una vida planteada según el radicalismo evangélico. Cuando uno vive con intensidad su fe cristiana, su ejemplo suscita vocaciones.
Las encuestas dicen que, en nuestra vieja Europa, los cristianos vamos siendo menos. Tendremos que acostumbrarnos a ser más pequeños, pero no por ello menos significativos. Nuestro testimonio de vida cristiana sigue siendo decisivo para la vida del mundo. Es fundamental, por lo tanto, que aprendamos a vivir nuestra vida como vocación, es decir, como respuesta a una llamada de Dios. Ha sido el amor de Dios el que nos ha dado la vida natural y sobrenatural, y ese amor espera nuestra correspondencia. Hemos recibido un enorme regalo, que es nuestra vocación cristiana. Sobre ella se fundamentan las diferentes vocaciones a los estados de vida del cristiano. Quiera Dios que el próximo Congreso vocacional de la Iglesia en España nos estimule a todos a ser más generosos en nuestra personal respuesta a la llamada de Dios.
Recibid mi saludo y mi bendición.
+ Antonio Prieto Lucena
Obispo complutense