Carta del obispo a todos los diocesanos complutenses: «Dios viene»

DIOS VIENE

Carta del Obispo a todos los diocesanos de Alcalá de Henares

26 de noviembre de 2024

Queridos diocesanos de Alcalá de Henares:

Pronto comenzaremos un nuevo tiempo de Adviento, en el que la Iglesia proclama con fuerza que “Dios viene”. No solo afirmamos que Dios vino en Cristo pobre y humilde hace más de dos mil años, ni solo anunciamos que Dios vendrá en Cristo glorioso al final de los tiempos, sino que somos invitados a tomar conciencia de que “Dios viene”. La venida de Dios es una acción que está ocurriendo ahora y que a veces nos pasa desapercibida. Por eso ¡despertemos! Tomemos conciencia de lo que sucede y actuemos en consecuencia.

El Adviento nos revela a un Dios que se interesa por nosotros, que quiere estar cerca, lo más cerca posible. No es un Dios lejano, que se desentiende. Dios no es como el relojero que da cuerda al reloj de la historia y después solo se ocupa de sus asuntos y nos abandona a nuestra suerte. Dios es un padre que nunca deja de pensar en sus hijos, que, respetando nuestra libertad, desea visitarnos y encontrarse con nosotros. Quiere venir, vivir en medio de nosotros, permanecer en nosotros. Viene porque desea liberarnos del mal, de la muerte y de todo lo que impide nuestra verdadera felicidad (cfr. Benedicto XVI, Homilía 2-XII-2006).

Como sabemos, el Adviento tiene dos partes. En una primera, nos centramos en la venida gloriosa del Señor al final de los tiempos. En la liturgia, los protagonistas son el profeta Isaías, que escruta los tiempos mesiánicos, y San Juan Bautista, el último de los profetas, el amigo del Esposo, que lo señala ya presente. Los pasos del Verbo se escuchan ya en el Antiguo Testamento, que anuncia que Cristo se está acercando a nuestra historia. Cuando se aproximan los días de la Navidad, comienza la segunda parte del Adviento, en la que hacemos memoria de la encarnación y nacimiento de Jesús, en la plenitud de los tiempos. Aquí, los protagonistas son María y José, como testigos silenciosos del cumplimiento de las profecías.

Sin embargo, entre estas dos venidas manifiestas, hay una tercera venida, que San Bernardo llama “venida intermedia y oculta”, que se realiza en el alma de los creyentes, como una especie de puente entre la primera y la segunda venida del Señor (cfr. Discurso 5 sobre el Adviento, 1). El ejemplo más emblemático de esta venida intermedia es la Virgen María, que llevó en su seno al Verbo hecho carne. Como ella, la Iglesia y cada uno de nosotros estamos llamados a esperar a Cristo que viene y a acogerlo en nuestro corazón, con una fe y un amor siempre renovados.

Nuestro mundo espera a Dios sin saberlo. El Adviento de este año será especial porque, al final del mismo, comenzaremos el Jubileo del Año 2025, dedicado a la esperanza cristiana. Si algo necesita nuestro mundo es la esperanza que no defrauda. Como dice un himno de Adviento: “Ven, Señor, no tardes. Ven, que te esperamos. Envuelto en sombría noche, el mundo sin paz no ve, buscando va una esperanza, buscando, Señor, tu fe”. El hombre de la modernidad pensó que la esperanza estaba en la técnica y el progreso, que el “reino de Dios” podía sustituirse por el “reino del hombre”. Pero hoy, después de la pandemia, ante guerras que se perpetúan en el tiempo y catástrofes naturales que nos hacen tocar nuestra fragilidad, muchas de esas esperanzas han quedado frustradas.

Los que tenemos la inmensa fortuna de conocer a Dios y vivir la fe tenemos la responsabilidad de ser testigos de esperanza para nuestro mundo, con nuestra oración y con nuestro testimonio de vida coherente. Digamos a todos con nuestra vida que “Dios viene”, y que no podemos vivir como si Dios no existiera. Que la Virgen María, Madre de la esperanza, a la que celebraremos dentro de pocos días como Inmaculada, nos guíe y nos acompañe.

Recibid mi saludo y mi bendición.

+ Antonio Prieto Lucena
Obispo complutense