«En temas tan delicados y actuales, como los que se refieren a la procreación y a las nuevas propuestas terapéuticas que conllevan la manipulación del embrión y del patrimonio genético humano, la Instrucción [Dignitas personae] ha recordado que “el valor ético de la ciencia biomédica se mide tanto con referencia al respeto incondicional debido a cada ser humano, en todos los momentos de su existencia, como a la tutela de la especificidad de los actos personales que transmiten la vida” (Dignitas personae, n. 10). De este modo el Magisterio de la Iglesia pretende dar su contribución a la formación de la conciencia, no sólo de los creyentes, sino de cuantos buscan la verdad y aceptan argumentaciones que proceden de la fe, pero también de la propia razón. La Iglesia, al proponer valoraciones morales para la investigación biomédica sobre la vida humana, se vale de la luz tanto de la razón como de la fe (cf. ib., n. 3), pues tiene la convicción de que “la fe no sólo acoge y respeta lo que es humano, sino que también lo purifica, lo eleva y lo perfecciona” (ib., n. 7)» (Benedicto XVI. A los participantes en la Asamblea plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe, 15-01-2010).