Amor y Amar

«El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente. Por esto precisamente, Cristo Redentor (…) revela plenamente el hombre al mismo hombre.» (Papa San Juan Pablo II, Encíclica Redemptor hominis, n. 10, 4 de marzo de 1979).

Amar a Dios, al prójimo e incluso a los enemigos

«En respuesta a la pregunta que le hacen sobre cuál es el primero de los mandamientos, Jesús responde: «El primero es: “Escucha Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No existe otro mandamiento mayor que éstos» (Mc 12, 29-31).» (Catecismo de la Iglesia Católica, n.2196)

«Amaos los unos a los otros como yo os he amado» (Jn 13, 34).

«Quien ama al prójimo ya ha cumplido la ley […] De modo que amar es cumplir la ley entera» (Rm 13,8.10).

«Queridos hermanos: amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor» (1 Jn 4, 7-8).

«Como el Padre ha entregado al Hijo por amor, y el Hijo se entregó por el mismo amor, también nosotros podemos amar a los demás como Dios nos ha amado, dando la vida por nuestros hermanos. La fe en el Dios bueno se convierte en bondad, la fe en Cristo Crucificado se convierte en fuerza para amar hasta el final y hasta a los enemigos. La prueba de la fe auténtica en Cristo es el don de sí, el difundirse del amor por el prójimo, especialmente por el que no lo merece, por el que sufre, por el que está marginado.» (Papa Francisco, Mensaje para XXII Jornada Mundial del Enfermo, 2014)

«“Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos” (Mt 5, 11-12). También hoy amar “hasta el extremo” quiere decir estar dispuestos a afrontar esfuerzos y dificultades por Cristo. Significa no temer ni insultos ni persecuciones, y estar dispuestos a “amar a nuestros enemigos y rogar por los que nos persigan” (cf. Mt 5, 44). Todo esto es don de Cristo, que por todos los hombres se ofreció a sí mismo como víctima en el altar de la cruz.» (Papa San Juan Pablo II, Audiencia general, 11-4-2001)

youtube diocesis alcala

Amar es… / Mas allá de la muerte

«“Amar es desear el bien a alguien” (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 1-2, q. 26, a. 4, c)» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1766).

“Poder amar es un don de Dios, y debemos pedirlo” (Papa Francisco, Audiencia general, 15-3-2017).

“Amar la vida es ocuparse siempre del otro, querer su bien, cultivar y respetar su dignidad trascendente” (Papa Francisco, Discurso a los participantes en el Encuentro organizado por la Asociación Ciencia y Vida, 30-5-2015).

“Porque amar no es sólo un sentimiento; es un acto de voluntad que consiste en preferir de manera constante, por encima del propio el bien, el bien de los demás: “Nadie tiene mayor amor, que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15,13).” (Papa San Juan Pablo II, XIX Jornada Mundial de la Juventud, 2004, n. 5).

«En efecto, pensamos justamente que amar hasta el fin signifique hasta la muerte, hasta el último aliento. Sin embargo, la última Cena nos muestra que, para Jesús, “hasta el fin” significa más allá del último aliento. Mas allá de la muerte.» (Papa San Juan Pablo II, Homilía en la Misa «In Cena Domini», 12-4-1979)

Dios es amor / El Espíritu Santo, Amor-Persona

«Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él» (1 Jn 4, 16)

“El amor es la esencia de Dios mismo, es el sentido de la creación y de la historia, es la luz que da bondad y belleza a la existencia de cada hombre. Al mismo tiempo, el amor es, por decir así, el «estilo» de Dios y del creyente; es el comportamiento de quien, respondiendo al amor de Dios, plantea su propia vida como don de sí mismo a Dios y al prójimo. En Jesucristo estos dos aspectos forman una unidad perfecta: él es el Amor encarnado. Este Amor se nos reveló plenamente en Cristo crucificado. Al contemplarlo, podemos confesar con el apóstol san Juan: «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él» (cf. 1 Jn 4, 16; Deus caritas est, 1).” (Papa Benedicto XVI, Ángelus, 31-1-2010).

«Al estar en el origen de todos los demás dones concedidos a las creaturas, el Espíritu Santo, Amor-Persona, Don increado, es como una fuente (fons vivus), de la que deriva todo en la creación; es como un fuego de amor (ignis caritas), que lanza destellos de realidad y de bondad a todas las cosas (dona creata). Se trata del don de la existencia concedida, mediante el acto de la creación y de la gracia, a los ángeles y a los hombres en la economía de la salvación. Por esto, el apóstol Pablo escribe: “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5, 5).» (Papa San Juan Pablo II, Audiencia general, 21-11-1990)

«Esa es la doctrina de Oriente y de Occidente, que el Papa León XIII tomaba de la tradición y sintetizaba en su encíclica sobre el Espíritu Santo, donde se lee que el Espíritu Santo “es la divina bondad y el recíproco Amor del Padre y del Hijo” (cf. DS 3326). Pero, para concluir, volvamos una vez más a san Agustín: “El Amor es de Dios y es Dios: por tanto, propiamente es el Espíritu Santo, por el que se derrama la caridad de Dios en nuestros corazones, haciendo morar en nosotros a la Trinidad… El Espíritu Santo es llamado con propiedad Don, por causa del Amor” (De Trinitate, XV, 18, 32: PL 42, 1082 – 1083). Por ser Amor, el Espíritu Santo es Don.» (Papa San Juan Pablo II, Audiencia general 14-11-1990).

“Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen […] Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación, y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión” (Papa San Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiris consortio, n. 11).

Él nos amó primero. Un amor que nos precede, nos busca, nos alcanza, nos desafía, nos introduce en el misterio de Dios y nos transforma

«En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero» (1 Jn 4, 10).

«Nosotros amamos porque Dios nos amó primero» (1 Jn 4,19)

«Jesús desea que el Espíritu Santo estalle como el fuego en nuestro corazón, porque sólo partiendo del corazón el incendio del amor divino podrá extenderse y hacer progresar el Reino de Dios.» (Papa Francisco, Ángelus, 14-8-2016)

«Cristo nos amó primero, nos amó a pesar de nuestro pecado y nuestra debilidad humana. Él nos hizo dignos de su amor, que no tiene límites y no acaba jamás. Es un amor definitivo y perfectísimo, pues Cristo nos redimió con su preciosísima sangre.» (Papa San Juan Pablo II, Homilía, 10-6-1999)

«Efectivamente, el amor es don y es mandamiento: es un don de Dios, porque El nos amó primero (cf. 1 Jn 4, 10) y es también el mandamiento fundamental de todo el orden moral. Como dije en la homilía de la Misa para las familias, el 12 de octubre del año pasado: «Cumplir el mandamiento del amor significa realizar todos los deberes de la familia cristiana: la fidelidad y la honestidad conyugal, la paternidad responsable y la educación. La ‘pequeña iglesia’ —la iglesia doméstica— significa la familia que vive en el espíritu del mandamiento del amor: su verdad interior, su esfuerzo diario, su belleza espiritual y su fuerza». Mas para vivir de tal modo este poema de amor y do unidad, tenéis necesidad absolutamente de orar.» (Papa San Juan Pablo II, Discurso al Movimiento Nuevas Familias, 3 de mayo de 1981)

«Queridos hermanos y hermanas, la misericordia nunca puede dejarnos tranquilos. Es el amor de Cristo que nos “inquieta” hasta que no hayamos alcanzado el objetivo; que nos empuja a abrazar y estrechar a nosotros, a involucrar, a quienes tienen necesidad de misericordia para permitir que todos sean reconciliados con el Padre (cf. 2 Co 5,14-20). No debemos tener miedo, es un amor que nos alcanza y envuelve hasta el punto de ir más allá de nosotros mismos, para darnos la posibilidad de reconocer su rostro en los hermanos. Dejémonos guiar dócilmente por este amor y llegaremos a ser misericordiosos como el Padre.»

El amor de Dios es también eros

«El amor de Dios: agapé y eros

El término agapé, que aparece muchas veces en el Nuevo Testamento, indica el amor oblativo de quien busca exclusivamente el bien del otro; la palabra eros denota, en cambio, el amor de quien desea poseer lo que le falta y anhela la unión con el amado. El amor con que Dios nos envuelve es sin duda agapé. En efecto, ¿acaso puede el hombre dar a Dios algo bueno que él no posea ya? Todo lo que la criatura humana es y tiene es don divino; por tanto, es la criatura la que tiene necesidad de Dios en todo.

Pero el amor de Dios es también eros. En el Antiguo Testamento el Creador del universo muestra hacia el pueblo que eligió una predilección que trasciende toda motivación humana. El profeta Oseas expresa esta pasión divina con imágenes audaces como la del amor de un hombre por una mujer adúltera (cf. Os 3, 1-3); Ezequiel, por su parte, hablando de la relación de Dios con el pueblo de Israel, no tiene miedo de usar un lenguaje ardiente y apasionado (cf. Ez 16, 1-22). Estos textos bíblicos indican que el eros forma parte del corazón de Dios: el Todopoderoso espera el «sí» de sus criaturas como un joven esposo el de su esposa.

Por desgracia, desde sus orígenes, la humanidad, seducida por las mentiras del Maligno, se ha cerrado al amor de Dios, con el espejismo de una autosuficiencia imposible (cf. Gn 3, 1-7). Replegándose en sí mismo, Adán se alejó de la fuente de la vida que es Dios mismo, y se convirtió en el primero de «los que, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud» (Hb 2, 15). Dios, sin embargo, no se dio por vencido; más aún, el «no» del hombre fue como el impulso decisivo que lo indujo a manifestar su amor con toda su fuerza redentora.

La cruz revela la plenitud del amor de Dios

En el misterio de la cruz se revela plenamente el poder irrefrenable de la misericordia del Padre celeste. Para reconquistar el amor de su criatura, aceptó pagar un precio muy alto: la sangre de su Hijo unigénito. La muerte, que para el primer Adán era signo extremo de soledad y de impotencia, se transformó de este modo en el acto supremo de amor y de libertad del nuevo Adán.

Así pues, podemos afirmar, con san Máximo el Confesor, que Cristo «murió, si así puede decirse, divinamente, porque murió libremente» (Ambigua, 91, 1056). En la cruz se manifiesta el eros de Dios por nosotros. Efectivamente, eros es —como dice el Pseudo Dionisio Areopagita— la fuerza «que hace que los amantes no lo sean de sí mismos, sino de aquellos a los que aman» (De divinis nominibus, IV, 13: PG 3, 712). ¿Qué mayor «eros loco» (N. Cabasilas, Vida en Cristo, 648) que el que impulsó al Hijo de Dios a unirse a nosotros hasta el punto de sufrir las consecuencias de nuestros delitos como si fueran propias?

«Al que traspasaron»

Queridos hermanos y hermanas, miremos a Cristo traspasado en la cruz. Él es la revelación más impresionante del amor de Dios, un amor en el que eros y agapé, lejos de contraponerse, se iluminan mutuamente. En la cruz Dios mismo mendiga el amor de su criatura: tiene sed del amor de cada uno de nosotros. El apóstol Tomás reconoció a Jesús como «Señor y Dios» cuando metió la mano en la herida de su costado. No es de extrañar que, entre los santos, muchos hayan encontrado en el Corazón de Jesús la expresión más conmovedora de este misterio de amor. Se podría decir, incluso, que la revelación del eros de Dios hacia el hombre es, en realidad, la expresión suprema de su agapé. En verdad, sólo el amor en el que se unen el don gratuito de uno mismo y el deseo apasionado de reciprocidad infunde un gozo tan intenso que convierte en leves incluso los sacrificios más duros.

Jesús dijo: «Yo, cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 32). La respuesta que el Señor desea ardientemente de nosotros es ante todo que aceptemos su amor y nos dejemos atraer por él. Sin embargo, aceptar su amor no es suficiente. Hay que corresponder a ese amor y luego comprometerse a comunicarlo a los demás: Cristo «me atrae hacia sí» para unirse a mí, a fin de que aprenda a amar a los hermanos con su mismo amor.» (Papa Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma 2007)

Papa Benedicto XVI, Encíclica Deus caritas est, nn. 3-11 (pinchar aquí)

El amor es…

«El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe; es decoroso; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta» (1 Co 13, 4-7).

El amor es la vocación fundamental

«“El amor es la vocación fundamental e innata de todo ser humano” (FC 11)» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2392).

El arte de amar

«Cada día se debe aprender el arte de amar. Escuchad: Cada día se debe aprender el arte de amar, cada día se debe seguir con paciencia la escuela de Cristo, cada día se debe perdonar y mirar a Jesús, y ello con la ayuda de este «Abogado», de este Consolador que Jesús nos ha enviado que es el Espíritu Santo.» (Papa Francisco, Regina Coeli, 21-5-2017)

«Los cristianos admiramos la belleza y cada momento familiar como el lugar donde de manera gradual aprendemos el significado y el valor de las relaciones humanas. «Aprendemos que amar a alguien no es meramente un sentimiento poderoso, es una decisión, es un juicio, es una promesa» (Erich Fromm, El arte de amar).» (Papa Francisco, Viaje apostólico – Estados Unidos de América: Discurso en la Fiesta de las familias y víspera de oración en el B. Franklin Parkway, Filadelfia, 26 de septiembre de 2015)

«María es la imagen ejemplar de todas las madres, de su gran misión como guardianas de la vida, de su misión de enseñar el arte de vivir, el arte de amar.» (Papa Benedicto XVI, Homilía en la Santa Misa en Valencia durante el V Encuentro Mundial de las Familias, 9 de julio 2006)

No se puede amar a Dios sin amar al prójimo y no se puede amar al prójimo sin amar a Dios

Catecismo de la Iglesia Católica

«El Decálogo forma un todo indisociable. Cada una de las “diez palabras” remite a cada una de las demás y al conjunto; se condicionan recíprocamente. Las dos tablas se iluminan mutuamente; forman una unidad orgánica. Transgredir un mandamiento es quebrantar todos los otros (cf St 2, 10-11). No se puede honrar a otro sin bendecir a Dios su Creador. No se podría adorar a Dios sin amar a todos los hombres, que son sus creaturas. El Decálogo unifica la vida teologal y la vida social del hombre.» (n. 2069)

Papa Francisco

«Dios, que es amor, nos ha creado por amor y para que podamos amar a los otros permaneciendo unidos a Él. Sería ilusorio pretender amar al prójimo sin amar a Dios y sería también ilusorio pretender amar a Dios sin amar al prójimo. Las dos dimensiones, por Dios y por el prójimo, en su unidad caracterizan al discípulo de Cristo. Que la Virgen María nos ayude a acoger y testimoniar en la vida de todos los días esta luminosa enseñanza.» (Ángelus, 4-11-2018)

«No se puede amar a Dios sin amar al prójimo y no se puede amar al prójimo sin amar a Dios. El Papa Benedicto nos dejó un bellísimo comentario al respecto en su primera encíclica Deus caritas est, (nn. 16-18).» (Ángelus, 26-10-2014).

«No se puede amar a Dios sin amar a los hermanos, no se puede amar a Dios fuera de la Iglesia; no se puede estar en comunión con Dios sin estarlo en la Iglesia, y no podemos ser buenos cristianos si no es junto a todos aquellos que buscan seguir al Señor Jesús, como un único pueblo, un único cuerpo, y esto es la Iglesia.» (Audiencia general, 25-6-2014)

Papa Benedicto XVI

«Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables y se encuentran en relación recíproca. Jesús no inventó ni el uno ni el otro, sino que reveló que, en el fondo, son un único mandamiento, y lo hizo no sólo con la palabra, sino sobre todo con su testimonio: la persona misma de Jesús y todo su misterio encarnan la unidad del amor a Dios y al prójimo, como los dos brazos de la Cruz, vertical y horizontal. En la Eucaristía Él nos dona este doble amor, donándose Él mismo, a fin de que, alimentados de este Pan, nos amemos los unos a los otros como Él nos amó.» (Ángelus, 4-11-2012)

Encíclica Deus Caritas est, nn. 16-18

Papa San Juan Pablo II

«Toda la tradición cristiana testimonia que no existe auténtico culto a Dios sin amor efectivo a los hermanos.» (Carta al Arzobispo de Lanciano-Ortona con motivo del Congreso Eucarístico Regional, 6 de agosto de 1999)

Papa San Pablo VI

«No es posible amar a Dios sin amar a los hermanos con toda el alma y todas las fuerzas.» (Mensaje a la Federación Mundial de las Asociaciones de las Naciones Unidas, 4 de mayo de 1971)

Sin amor no…

«Sin amor, no puedes dar tu vida por otra persona» (Papa Francisco, Conexión con la Estación Espacial Internacional, 26-10-2017)

«Sin amor no se puede vivir como hijos de Dios, como cónyuges, padres y hermanos.» (Papa Francisco, Carta al Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida para la preparación del IX Encuentro Mundial de las Familias (Dublín 21-26 agosto 2018), 25-3-2017)

«Quien vive la fe sin amor no está preparado para la boda y es arrojado fuera» (Papa Benedicto XVI, Homilía en la Santa Misa «in cena Domini», 21 de abril de 2011)

«Sólo el amor puede transformar los corazones, y sin amor no puede haber una reforma adecuada de las estructuras de la sociedad.» (Papa Sam Juan Pablo II, Viaje apostólico a Filipinas: Encuentro con las Religiosas en el Santuario nacional de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de Baclaran, 7 de febrero de 1981)

El hombre no puede vivir sin amor

Papa Francisco

«Podremos tener todo, pero, queridos jóvenes, si falta la pasión del amor, faltará todo. ¡La pasión del amor hoy! ¡Dejemos que el Señor nos enamore y nos lleve hasta el mañana!» (Viaje apostólico a Panamá: Homilía en la Santa Misa para la Jornada Mundial de la Juventud, Campo San Juan Pablo II – Metro Park, 27 de enero de 2019)

«Nadie puede vivir sin amor. En cierto modo, detrás de muchas reacciones de odio y violencia se esconde un gran vacío interior, un corazón que no ha sido amado verdaderamente. Lo único que puede hacer feliz a una persona es la experiencia de amar y de ser amado.

El primer paso que da Dios hacia nosotros es su amor anticipado e incondicionado. Dios nos ama antes de que nosotros hayamos hecho algo para merecerlo. Él es amor, y el amor tiende por naturaleza a difundirse, a donarse. Como una madre, que no deja nunca de amar a su hijo, aunque haya cometido un error y deba cumplir con la justicia, así Dios nunca deja de amarnos, porque somos sus hijos queridos.

El amor llama al amor. Para cambiar el corazón de una persona, en primer lugar hay que abrazarla, que sienta que es importante para nosotros y que es querida. Así comenzará a despuntar también en ella el don de la esperanza.» (Audiencia general, 14-6-2017)

«El amor de Dios es su «sí» a toda la creación y al corazón de la misma, que es el hombre. Es el «sí» de Dios a la unión entre el hombre y la mujer, abierta a la vida y al servicio de ella en todas sus fases; es el «sí» y el compromiso de Dios con una humanidad a menudo herida, maltratada y dominada por la falta de amor. La familia, por lo tanto, es el «sí» del Dios Amor. Sólo partiendo del amor la familia puede manifestar, difundir y regenerar el amor de Dios en el mundo. Sin amor no se puede vivir como hijos de Dios, como cónyuges, padres y hermanos.» (Carta del Santo Padre al Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida para la preparación del IX Encuentro Mundial de las Familias, Dublín 21-26 agosto 2018, 30-3-2017)

«Sin amor, en efecto, incluso los dones más extraordinarios son vanos.» (Audiencia general, 6-11-2013)

Papa Benedicto XVI

«Una vida sin amor y sin verdad no sería vida» (Ángelus, 8-2-2009)

«En el interior de una persona sin amor reina la oscuridad.» (Homilía en la Santa Misa crismal, 5-4-2007)

«Una vida sin amor no es vida» (Homilía en la Santa Misa de la Fiesta del Bautismo del Señor, 8-1-2006)

Papa San Juan Pablo II

«Ningún niño puede vivir o formarse sin amor» (Discurso al séptimo grupo de obispos franceses en visita «ad Limina Apostolorum», 13-2-2004)

«La visión cristiana del matrimonio debe presentarse en toda su grandeza, subrayando que sin amor la familia no puede vivir, crecer y perfeccionarse como comunidad de personas, y que los esposos están llamados a crecer sin cesar en su comunión a través de la fidelidad diaria a la promesa de entrega mutua, total, única y exclusiva que conlleva el matrimonio. Por tanto, es necesario que la solicitud de la Iglesia se manifieste también mediante un acompañamiento discreto y delicado de las familias, que será una ayuda eficaz para afrontar y resolver los problemas de la vida conyugal.» (Discurso a los Obispos de la Conferencia Episcopal de Benin en visita «ad limina Apostolorum», 16 de junio de 2001)

«El hombre no puede vivir sin amor. Está llamado a amar a Dios y al prójimo, pero para amar verdaderamente debe tener la certeza de que Dios lo quiere.» (13-12-1994)

«El sentido de la vida, os dirá El, está en el amor. Sólo quien sabe amar hasta olvidarse de sí mismo para darse al hermano realiza plenamente la propia vida y expresa en el grado máximo el valor de la propia existencia terrena. Es la paradoja evangélica de la vida que se rescata perdiéndose (cf. Jn 12, 25), una paradoja que halla su luz plena en el misterio de Cristo muerto y resucitado por nosotros.» (Viaje apostólico a España: Discurso en la Vigilia con los jóvenes en el Monte del Gozo, n. 3.1, Santiago de Compostela, 19 de agosto de 1989)

[El cristiano] Sabe que, sin amor, una civilización va a su ruina. (Discurso al «grupo de espiritualidad» de las asambleas parlamentarias francesas, 3 de marzo de 1981)

«Sólo el amor puede transformar los corazones, y sin amor no puede haber una reforma adecuada de las estructuras de la sociedad. » (Viaje apostólico a Filipinas: Discurso en el Encuentro con las Religiosas en el Santuario nacional de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de Baclaran, 17-2-1981)

«No podemos vivir sin amor. Si no encontramos amor, si no lo experimentamos y lo hacemos nuestro, y si no participamos íntimamente en él, nuestra vida carece de significado. Sin amor somos incomprensibles para nosotros mismos (cf. Redemptor hominis, 10).).» (Viaje apostólico a Estados Unidos: Alocución a las Religiosas en el Santuario de la Inmaculada Concepción de Washington, 7-10-1979)

«Sin amor, sin el verdadero gran Amor, no hay casa para el hombre sobre la tierra.» (Homilía en la Visita al Santuario de Loreto, 8-9-1979)

«El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente» (Encíclica Redemptor hominis, 10)

San Agustín

«Un conocimiento sin amor no nos salva» (In 1 Ep. Io. Tr. 2, núm. 8)


Necesitamos amar y ser amados

Papa Francisco

«Todos somos “mendicantes de amor” y experimentamos un gran deseo de amar y ser amados; pero al mismo tiempo encontramos que nuestro amor humano es débil e inconstante; es una promesa difícil de mantener, un intento que se seca rápido y se evapora, «como una nube mañanera, como el rocío que al alba desaparece», dice el profeta Oseas.

En cambio, el amor de Dios, nuestro Padre que está en los cielos, es diferente. Es un amor cercano, total y fiel; destinado a todos y a cada uno. Y aunque todos nuestros afectos terrenos se esfumaran, incluso el amor de nuestros padres, el amor de Dios permanece siempre. Es un amor del que no podemos dudar, porque la experiencia fundamental del cristiano es la certeza de saber que somos sus hijos amados.» (Audiencia general, 20-2-2019)

«Toda vocación cristiana, en este sentido, -ahora podemos ampliar un poco la perspectiva y decir que toda vocación cristiana, en este sentido-, es conyugal. El sacerdocio lo es porque es la llamada, en Cristo y en la Iglesia, a servir a la comunidad con todo el afecto, el cuidado concreto y la sabiduría que el Señor da. La Iglesia no necesita aspirantes al papel de sacerdotes, – no, no sirven, mejor que se queden en casa- sino que le sirven a hombres a quienes el Espíritu Santo toca el corazón con un amor incondicional por la Esposa de Cristo. En el sacerdocio se ama al pueblo de Dios con toda la paternidad, la ternura y la fuerza de un esposo y de un padre. Así también, la virginidad consagrada en Cristo se vive con fidelidad y alegría como una relación conyugal y fecunda de maternidad y la paternidad.

Repito: toda vocación cristiana es conyugal, porque es fruto del vínculo de amor en el que todos somos regenerados, el vínculo de amor con Cristo, como nos ha recordado el pasaje de san Pablo leído al principio. Partiendo de su fidelidad, de su ternura, de su generosidad, miramos con fe al matrimonio y a cada vocación, y entendemos el significado completo de la sexualidad.

La criatura humana, en su inseparable unidad de espíritu y cuerpo, y en su polaridad masculina y femenina, es una realidad muy buena, destinada a amar y ser amada. El cuerpo humano no es un instrumento de placer, sino el lugar de nuestra llamada al amor, y en el amor auténtico no hay espacio para la lujuria y para su superficialidad. ¡Los hombres y las mujeres merecen más que esto!» (Audiencia general, 31-10-2018)

«Hemos sido creados para amar y ser amados. Dios, que es amor, nos ha creado para hacernos partícipes de su vida, para ser amados por Él y para amarlo y para amar con Él a todas las demás personas. Este es el «sueño» de Dios para el hombre. Y para realizarlo necesitamos de su gracia, necesitamos recibir en nosotros la capacidad de amar que proviene de Dios mismo. Jesús se ofrece a nosotros en la Eucaristía precisamente por esto. En ella nosotros recibimos a Jesús en la expresión máxima de su amor, cuando Él se ofreció a sí mismo al Padre para nuestra salvación. Que la Virgen Santa nos ayude a acoger en nuestra vida el «gran mandamiento» del amor de Dios y del prójimo. De hecho, incluso si lo conocemos desde que éramos niños, no terminaremos nunca de convertirnos a ello y de ponerlo en práctica en las diversas situaciones en las que nos encontramos.» (Ángelus, 29-10-2017)

«Él [Cristo, el Señor] nos pide siempre dar un paso decidido y seguro hacia los hermanos, renunciando a la pretensión de ser perdonados sin perdonar, de ser amados sin amar.» (Viaje apostólico a Colombia: Homilía en la Santa Misa, Área portual del Contecar, Cartagena de Indias, 10 de septiembre de 2017)

«Cuando en la vida sucede que apuntamos bajo en vez de a lo alto, nos puede ser de ayuda esta gran verdad: Dios es fiel en su amor, y hasta obstinado. Nos ayudará pensar que nos ama más de lo que nosotros nos amamos, que cree en nosotros más que nosotros mismos, que está siempre de nuestra parte, como el más acérrimo de los «hinchas». Siempre nos espera con esperanza, incluso cuando nos encerramos en nuestras tristezas, rumiando continuamente los males sufridos y el pasado. Pero complacerse en la tristeza no es digno de nuestra estatura espiritual. Es más, es un virus que infecta y paraliza todo, que cierra cualquier puerta, que impide enderezar la vida, que recomience. Dios, sin embargo, es obstinadamente esperanzado: siempre cree que podemos levantarnos y no se resigna a vernos apagados y sin alegría. Es triste ver a un joven sin alegría. Porque somos siempre sus hijos amados. Recordemos esto al comienzo de cada día. Nos hará bien decir todas las mañanas en la oración: «Señor, te doy gracias porque me amas; estoy seguro de que me amas; haz que me enamore de mi vida». No de mis defectos, que hay que corregir, sino de la vida, que es un gran regalo: es el tiempo para amar y ser amado.» (Viaje apostólico a Polonia: Homilía en la Santa Misa para la Jornada Mundial de la Juventud en el Campus Misericordia, Cracovia, 31 de julio de 2016)

Mensaje para la XXX Jornada Mundial de la Juventud, 2015: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8) PINCHAR AQUÍ

«No basta pasar por las «calles» digitales, es decir simplemente estar conectados: es necesario que la conexión vaya acompañada de un verdadero encuentro. No podemos vivir solos, encerrados en nosotros mismos. Necesitamos amar y ser amados. Necesitamos ternura.» (Mensaje para la XLVIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 2014 – La comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro)

Papa Benedicto XVI

«Confiemos en que los deseos fundamentales del hombre de amar y ser amado, de encontrar significado y verdad ―que Dios mismo ha colocado en el corazón del ser humano― hagan que los hombres y mujeres de nuestro tiempo estén siempre abiertos a lo que el beato cardenal Newman llamaba la «luz amable» de la fe.» (Mensaje para la XLVII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 2013 – Redes Sociales: portales de verdad y de fe; nuevos espacios para la evangelización)

«Todo lo esencial de nuestra existencia nos ha sido donado sin nuestra aportación. El hecho de que yo viva no depende de mí; el hecho de que haya habido personas que me introdujeron en la vida, que me enseñaron qué es amar y ser amados, que me transmitieron la fe y me abrieron la mirada a Dios: todo es gracia; no es «fabricación propia». Por nosotros mismos nada habríamos podido hacer si no hubiera sido donado: Dios nos precede siempre y en cada vida existe lo bello y lo bueno que podemos reconocer fácilmente como su gracia, como rayo de luz de su bondad. Por esto debemos estar atentos, tener siempre abiertos los «ojos interiores», los de nuestro corazón. Y si aprendemos a conocer a Dios en su bondad infinita, entonces también seremos capaces de ver, con estupor, en nuestra vida —como los santos— los signos de ese Dios que está siempre cerca, que siempre es bueno con nosotros, que nos dice: «¡Ten fe en mí!».» (Visita pastoral a Sulmona – Homilía en la concelebración Eucarística en la Plaza Garibaldi, 4-7-2010)

«La prueba más fuerte de que hemos sido creados a imagen de la Trinidad es esta: sólo el amor nos hace felices, porque vivimos en relación, y vivimos para amar y ser amados. Utilizando una analogía sugerida por la biología, diríamos que el ser humano lleva en su «genoma» la huella profunda de la Trinidad, de Dios-Amor.» (Ángelus, 7-6-2009)

«Todos buscáis amar y ser amados. Tenéis que volver a Dios para aprender a amar y para tener la fuerza de amar. El Espíritu, que es Amor, puede abrir vuestros corazones para recibir el don del amor auténtico. Todos buscáis la verdad y queréis vivir de ella. Cristo es esta verdad. Él es el único Camino, la única Verdad y la verdadera Vida. Seguir a Cristo significa realmente “remar mar a dentro”, como dicen varias veces los Salmos. El camino de la Verdad es uno y al mismo tiempo múltiple, según los diversos carismas, como la Verdad es una y al mismo tiempo de una riqueza inagotable. Confiad en el Espíritu Santo para descubrir a Cristo. El Espíritu es el guía necesario de la oración, el alma de nuestra esperanza y el manantial de la genuina alegría.» (Viaje Apostólico a Francia: Discurso en la Vigilia de oración con los jóvenes en la plaza de la Catedral de Notre-Dame, París, 12 de septiembre de 2008).

«Queridos muchachos y muchachas, aprendamos de María a pronunciar nuestro «sí», porque ella sabe de verdad lo que significa responder con generosidad a lo que pide el Señor. María, queridos jóvenes, conoce vuestras aspiraciones más nobles y profundas. Conoce bien, sobre todo, vuestro gran anhelo de amor, vuestra necesidad de amar y ser amados. Mirándola a ella, siguiéndola dócilmente, descubriréis la belleza del amor, pero no de un amor que se usa y se tira, pasajero y engañoso, prisionero de una mentalidad egoísta y materialista, sino del amor verdadero y profundo.» (Visita pastoral a Loreto: Discurso en la Vigilia de oración con los jóvenes en la explanada de Montorso, 1 de septiembre de 2007)

Papa San Juan Pablo II

««Os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25, 40). Este pasaje evangélico, tan fundamental para comprender el servicio de la madre Teresa a los pobres, fue la base de su convicción llena de fe de que al tocar los cuerpos quebrantados de los pobres, estaba tocando el cuerpo de Cristo. A Jesús mismo, oculto bajo el rostro doloroso del más pobre de entre los pobres, se dirigió su servicio. La madre Teresa pone de relieve el significado más profundo del servicio: un acto de amor hecho por los hambrientos, los sedientos, los forasteros, los desnudos, los enfermos y los prisioneros (cf. Mt 25, 34-36), es un acto de amor hecho a Jesús mismo.

Lo reconoció y lo sirvió con devoción incondicional, expresando la delicadeza de su amor esponsal. Así, en la entrega total de sí misma a Dios y al prójimo, la madre Teresa encontró su mayor realización y vivió las cualidades más nobles de su feminidad. Buscó ser un signo del «amor, de la presencia y de la compasión de Dios», y así recordar a todos el valor y la dignidad de cada hijo de Dios, «creado para amar y ser amado». De este modo, la madre Teresa «llevó las almas a Dios y Dios a las almas» y sació la sed de Cristo, especialmente de aquellos más necesitados, aquellos cuya visión de Dios se había ofuscado a causa del sufrimiento y del dolor.» (Homilía en la Misa de Beatificación de madre Teresa de Calcuta, 19 de octubre de 2003)

«¡Libres para amar! Queridos jóvenes, ¿quién no desea amar y ser amado? Pero para experimentar el amor sincero es preciso abrir la puerta del corazón a Jesús y recorrer la senda que él ha trazado con su vida misma: es la senda de la entrega de sí mismo. Aquí radica el secreto del éxito de toda verdadera llamada al amor, en particular de la llamada que nace de modo sorprendente en el corazón de un adolescente y lleva al matrimonio, al sacerdocio o a la vida consagrada.

Cuando un chico o una chica reconocen que el amor auténtico es un tesoro precioso, son capaces de vivir también su sexualidad según el proyecto divino, evitando seguir falsos modelos, lamentablemente con frecuencia promovidos y ampliamente difundidos.

Desde luego, se trata de una opción exigente, pero es la única que hace realmente libres y felices, porque realiza el deseo profundo que el Señor ha puesto en lo más íntimo de todo hombre y de toda mujer. Hay libertad verdadera donde habita el Espíritu de Cristo (cf. 2 Co 3, 17): ésta es la perenne juventud del Evangelio, que renueva a las personas, a las culturas y al mundo.» (Carta a los jóvenes de Roma con ocasión de la Misión ciudadana y del Jubileo de los jóvenes en el año 2000, n. 5, 8 de septiembre de 1997)

«Quiero recordaros las palabras que la madre Teresa de Calcuta dirigió a los participantes en la Conferencia internacional sobre «Población y desarrollo », convocada por la Organización de las Naciones Unidas en el Cairo, en 1994: «Os hablo desde lo más íntimo de mi corazón; hablo a cada hombre en todos los países del mundo: a las madres, a los padres y a los hijos en las ciudades, en los pueblos y en las aldeas. Cada uno de nosotros hoy se encuentra aquí gracias al amor de Dios que nos ha creado, y gracias a nuestros padres, que nos acogieron y quisieron darnos la vida. La vida es el mayor don de Dios. Por esto es triste ver lo que acontece hoy en tantas partes del mundo: la vida es deliberadamente destruida por la guerra, por la violencia, por el aborto. Y nosotros hemos sido creados por Dios para cosas más grandes: amar y ser amados. A menudo he afirmado, y estoy segura de ello, que el mayor destructor de la paz en el mundo de hoy es el aborto. Si una madre puede matar a su propio hijo, ¿qué podrá impedirnos a ti y a mí matarnos recíprocamente? El único que tiene derecho a quitar la vida es Aquel que la creó. Nadie más tiene ese derecho; ni la madre, ni el padre, ni el doctor, ni una agencia, ni una conferencia, ni un gobierno. (…) Me aterra el pensamiento de todos los que matan su propia conciencia, para poder cometer el aborto. Después de la muerte nos encontraremos cara a cara con Dios, Dador de la vida. ¿Quién asumirá la responsabilidad ante Dios por los millones y millones de niños a los que no se les dio la posibilidad de vivir, de amar y de ser amados? (…) Un niño es el don más grande para la familia, y para la nación. No rechacemos jamás este don de Dios».» (Viaje apostólico a Polonia: Homilía en la Misa en el santuario de San José, Kalisz, 4 de junio de 1997)

Pontificio Consejo para la Familia

«La persona es, sin duda, capaz de un tipo de amor superior: no el de concupiscencia, que sólo ve objetos con los cuales satisfacer sus propios apetitos, sino el de amistad y entrega, capaz de conocer y amar a las personas por sí mismas. Un amor capaz de generosidad, a semejanza del amor de Dios: se ama al otro porque se le reconoce como digno de ser amado. Un amor que genera la comunión entre personas, ya que cada uno considera el bien del otro como propio. Es el don de sí hecho a quien se ama, en lo que se descubre, y se actualiza la propia bondad, mediante la comunión de personas y donde se aprende el valor de amar y ser amado.» (Sexualidad Humana: Verdad y Significado, 8-12-1995)

Sobre los significados de la palabra «amor»: arquetipo por excelencia, el amor entre el hombre y la mujer

«En primer lugar, recordemos el vasto campo semántico de la palabra « amor »: se habla de amor a la patria, de amor por la profesión o el trabajo, de amor entre amigos, entre padres e hijos, entre hermanos y familiares, del amor al prójimo y del amor a Dios. Sin embargo, en toda esta multiplicidad de significados destaca, como arquetipo por excelencia, el amor entre el hombre y la mujer, en el cual intervienen inseparablemente el cuerpo y el alma, y en el que se le abre al ser humano una promesa de felicidad que parece irresistible, en comparación del cual palidecen, a primera vista, todos los demás tipos de amor.» (Papa Benedicto XVI, Encíclica Deus caritas est, n. 2)

Amor, matrimonio y familia

«El verdadero amor es apasionado. El amor entre un hombre y una mujer, cuando es apasionado, te lleva a dar la vida para siempre. Siempre.» (Papa Francisco, Audiencia a un grupo de jóvenes de la diócesis de Grenoble-Vienne, 17 septiembre 2018)

“La familia, fundada sobre el matrimonio entre el hombre y la mujer, está también llamada al igual que la Iglesia a ser imagen del Dios Único en Tres Personas. Al principio, en efecto, «creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: “Creced, multiplicaos”» (Gn 1, 27-28). Dios creó el ser humano hombre y mujer, con la misma dignidad, pero también con características propias y complementarias, para que los dos fueran un don el uno para el otro, se valoraran recíprocamente y realizaran una comunidad de amor y de vida. El amor es lo que hace de la persona humana la auténtica imagen de la Trinidad, imagen de Dios. Queridos esposos, viviendo el matrimonio no os dais cualquier cosa o actividad, sino la vida entera.” (Papa Benedicto XVI, Homilía en la Celebración Eucarística en el Parque de Bresso, 3-6-2012).

«Los seres humanos han sido creados a imagen y semejanza de Dios, han sido creados para el amor, y ciertamente en lo más profundo de nuestro ser deseamos amar y ser amados. Sólo el amor de Dios puede satisfacer plenamente nuestras necesidades más profundas y, sin embargo, mediante el amor entre marido y mujer, el amor entre padres e hijos, el amor entre hermanos, se nos permite pregustar el amor ilimitado que nos espera en la vida futura. El matrimonio es verdaderamente un instrumento de salvación, no sólo para las personas casadas, sino también para toda la sociedad. Como cualquier objetivo que vale realmente la pena, implica exigencias, nos desafía, nos pide estar dispuestos a sacrificar nuestros intereses por el bien de los demás. Nos pide practicar la tolerancia y ofrecer el perdón. Nos invita a alimentar y a proteger el don de la nueva vida. Quienes no han tenido la suerte de nacer en el seno de una familia estable descubren en ella la primera y más importante escuela de vida virtuosa y las cualidades para ser buenos ciudadanos. Os aliento a todos en vuestros esfuerzos por promover una adecuada comprensión y aprecio del bien inestimable que el matrimonio y la vida familiar ofrecen a la sociedad humana.» (Papa Benedicto XVI, Audiencia general, 5-5-2010)

“Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen […] Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación, y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión” (Papa San Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiris consortio, n. 11).

«La primera estructura fundamental a favor de la «ecología humana» es la familia, en cuyo seno el hombre recibe las primeras nociones sobre la verdad y el bien; aprende qué quiere decir amar y ser amado, y por consiguiente qué quiere decir en concreto ser una persona. Se entiende aquí la familia fundada en el matrimonio, en el que el don recíproco de sí por parte del hombre y de la mujer crea un ambiente de vida en el cual el niño puede nacer y desarrollar sus potencialidades, hacerse consciente de su dignidad y prepararse a afrontar su destino único e irrepetible.» (Papa San Juan Pablo II, Encíclica Centesimus Annus, n. 39, 1 de mayo de 1991)

La verdad del amor

Papa Francisco
«La luz de la fe, unida a la verdad del amor, no es ajena al mundo material, porque el amor se vive siempre en cuerpo y alma» (Encíclica Lumen Fidei, 34).

Papa Benedicto XVI
«En el Hijo «entregado» para la salvación de la humanidad, la verdad del amor se prueba, en cierto sentido, mediante la verdad del sufrimiento» (Discurso a los participantes en el Encuentro organizado por el Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud, 26-11-2011).

Papa San Juan Pablo II
«La verdad del amor, proclamada por el Cantar de los Cantares, no puede separarse del “lenguaje del cuerpo”. La verdad del amor hace ciertamente que el mismo “lenguaje del cuerpo” se relea en la verdad.» (Audiencia general, 6-6-1984).

Sólo el amor salva

«Sólo el amor es más fuerte que la muerte»
(Papa Francisco, Encuentro con los sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas en la iglesia de Getsemaní, Jerusalén, 26-5-2014)

«Necesitamos el fuego del Espíritu Santo, porque sólo el Amor redime»
(Papa Benedicto XVI, Homilía en la Solemnidad de Pentecostés, 23-5-2010)

«Sólo el amor salva»
(Papa San Juan Pablo II, Audiencia general, 26-3-1980)