(www.religionenlibertad.com / www.forumlibertas.com) «»La Iglesia es en salida o no es Iglesia, y está ‘llamada a ser siempre la casa abierta del Padre’. De modo que, si alguien quiere seguir una moción del Espíritu y se acerca buscando a Dios, ‘no se encontrará con la frialdad de unas puertas cerradas’”.
Esto decía el Papa en su catequesis del 23 de octubre. El Papa recordó también que el viaje de los Apóstoles comienza como resultado de una fuerte persecución, la cual, en lugar de “detener” la evangelización, se convierte en una “oportunidad” para ensanchar el campo donde sembrar la buena semilla de la Palabra. Esto porque “los cristianos no se asustan”: debieron huir, sí, pero “con la Palabra”, propagándola “un poco por todos lados”.
Estas palabras nos interpelan ahora con la fuerza de la exigencia que se produce a la hora de la verdad. Ahora vivimos bajo un gran peligro real, ¿cuánto vale nuestro cristianismo?
La Iglesia en España y en este difícil momento que nos toca vivir por la tragedia del coronavirus está desempeñando importantes tareas de naturaleza religiosa y solidaria. Hay multitud de diócesis y parroquias que no cesan en desplegar iniciativas adaptadas a la nueva situación, al tiempo que se mantienen, en lo posible, las que son propias, y ello tanto por lo que se refiere a los servicios que son necesarios para la práctica religiosa y el acceso a los sacramentos, como a las manifestaciones concretas de solidaridad. Pero todo esto no ha de impedirnos reconocer las considerables ausencias, comprensibles, y también faltas y abandonos. Carecemos del auxilio dominical, la posibilidad de comulgar y confesarse escasea. Me preocupa que existan parroquias cerradas a cal y canto, tanto que algunas ni tan siquiera responden al teléfono. En estos casos, la Iglesia literalmente ha desaparecido, y no son pocos.
Me preocupa también que se hayan producido algunas intervenciones, movidas por un exceso de celo policial, que procuran impedir el legal ejercicio religioso de las parroquias, llegando al extremo de desalojar a algunos fieles o de cerrar el templo, en unas actuaciones perfectamente ilegales. En algunos de estos casos se han encontrado con sacerdotes desorientados sobre lo que tenían que hacer, y un poco amedrentados ante la representación del estado, que es la policía, aunque, como en estos casos, actúen sin atenerse a lo regulado. El conocimiento de estos casos es lo que ha llevado a e-Cristians a ofrecer un dictamen jurídico sólidamente fundamentado para saber a qué atenerse en estas circunstancias. Para acceder a él, pinchar aquí.
La Iglesia, nuestros pastores y sacerdotes, con la contribución de todos los fieles, debe plantearse una forma cristiana de salir de la actual impasse, de restablecer en condiciones razonables de seguridad la carnalidad sacramental, la comunidad física de fe, el acceso a los sacramentos, la manifestación colectiva y pública de esta fe, el acompañamiento en el territorio de cada parroquia y de cada comunidad religiosa de los que más necesitan y sufren, material, espiritual o anímicamente. La solidaridad son comedores, productos alimenticios, ropa, pero ahora hay una necesidad que quizá sea mucho más necesaria: el acompañamiento en el dolor por la pérdida de la persona querida, del duelo no realizado, la muerte que arranca de manera incomprensible, a un padre, a un abuelo, a un hermano. Al anciano que está solo y angustiado, que puede tener necesidades mal resueltas, necesitar orientación o simplemente compañía.
Ahora es el gran momento para una Iglesia en salida, pero no en la teoría, ni en el discurso, sino en la práctica. Ahora es el momento en que la organización parroquial y su presencia en el territorio puede resultar más fructífera para el testimonio cristiano. Pero, para todo ello hace falta estar presente. No pueden existir parroquias desaparecidas, cerradas, teléfonos que no responden. Al contrario, hay que llamar a rebato, de manera inteligente claro está, para eso está la capacidad organizativa, y establecer una normalización adecuada a las circunstancias de anormalidad en las que vivimos. No podemos permanecer debajo de la concha esperando que esto amaine, porque es una nueva época la que se nos viene encima, y solo regirán quienes la afronten, y no quienes se escondan.
No podemos continuar solo con una Iglesia a distancia, de plasma. Como situación provisional es buena, como acompañamiento también, pero no como solución que se prolonga. Si ahora no cumplimos con el mandato de Francisco de ser una Iglesia en salida, ella y todos, va a quedar terriblemente debilitada. Porque las nuevas circunstancias que determina el coronavirus, que no va a desaparecer y que en todo caso va a quedar atenuado, y la grave crisis social que se está desarrollando, van a marcar un antes y un después, con nuevos actores, y también con sujetos declinantes. La Iglesia no puede ser de estos últimos. Bien esta confiar en el Espíritu Santo, pero sin olvidar que el está para corregir nuestros actos, y no para cubrir nuestras omisiones deliberadas de testimonio de la fe en Cristo.
Publicado en Forum Libertas.»