Acción de gracias de Mons. Prieto Lucena en su ordenación episcopal

Sábado 10 de junio de 2023

Santa e Insigne Iglesia Magistral Catedral de Alcalá de Henares

Fotografía de Pablo Hernández Breijo

 

Palabras de acción de gracias de
Mons. Antonio Prieto Lucena, nuevo obispo
de Alcalá de Henares

Doy gracias a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me hizo capaz, se fio de mí y me confió este ministerio” (1 Tm 1,12). Queridos hermanos: en este día de mi ordenación episcopal, en el marco incomparable de esta Catedral Magistral de Alcalá de Henares, me presento ante vosotros, pobre y débil –tal como soy–, pero con un profundo agradecimiento al Señor, que se sirve de “lo débil del mundo” (1 Co 1,27) para realizar sus obras.

Mi acción de gracias a Dios se extiende, en primer lugar, al Sr. Arzobispo Cardenal de Madrid, D. Carlos Osoro, que ha aceptado ser el Obispo ordenante principal, y que, con tanto afecto, me ha acogido en la Provincia Eclesiástica de Madrid. Quiero dar las gracias también al Sr. Nuncio de su Santidad en España, Mons. Bernardito Auza, por su presencia esta mañana y su amabilidad de siempre. Muchas felicidades, Sr. Nuncio, en este día en el que también celebramos su cumpleaños. Le ruego que agradezca al Santo Padre la confianza que deposita en mi pobre persona, y le haga llegar mi total adhesión y afecto. Recemos todos por la salud del Papa Francisco. Gracias también al Sr. Obispo de Córdoba, D. Demetrio Fernández, con el que he tenido la dicha de colaborar estrechamente en los últimos trece años. Gracias, D. Demetrio, por ser para mí un padre, un maestro y un amigo.

Quiero agradecer la presencia de todos los demás señores Cardenales, Arzobispos y Obispos, que expresan con su asistencia la comunión del Colegio Episcopal. La acogida fraterna que estoy recibiendo de ellos, desde mi nombramiento, me está sirviendo de enorme consuelo. Agradezco la presencia del Sr. Obispo de la Iglesia Ortodoxa Rumana para España y Portugal; y, especialmente, me emociona esta mañana la presencia de los Obispos con los que estuve unido en el presbiterio de Córdoba: D. Mario Iceta, D. Santiago Gómez y D. Francisco Jesús Orozco. Muchas gracias, queridos hermanos, por vuestro apoyo y amistad.

Gracias también a todos los sacerdotes, diáconos y seminaristas aquí presentes, de Alcalá, de Córdoba y de otras diócesis. Gracias por vuestra compañía, que tanto me conforta. En tiempos nada fáciles para los sacerdotes, gracias por vuestro testimonio de entrega alegre al Señor.

Agradezco también la presencia y la oración –que me sostiene–, de todos los miembros de la vida consagrada, en sus diferentes formas y carismas. Gracias, queridos consagrados, por ser una presencia viva de la acción del Espíritu Santo, sois un verdadero don de Dios y una riqueza de la Iglesia. 

Quiero dar las gracias a tantos laicos de Alcalá de Henares, de Córdoba y otros lugares que habéis querido participar en esta celebración. Saludo con particular afecto a los miembros de la Curia diocesana y a los representantes de Asociaciones, Movimientos y Hermandades y Cofradías de Alcalá de Henares. A todos los alcalaínos quiero deciros que os siento ya como a mi familia, y como un enorme regalo que Dios me hace. Tengo un gran deseo de iros conociendo, poco a poco, y de poner toda mi persona y mis pobres recursos a vuestro servicio.

Pero permítanme que exprese una acción de gracias particular a los que han venido desde más lejos, especialmente desde mi pueblo de La Rambla, de la Curia diocesana de Córdoba y desde la Parroquia de San Miguel de Córdoba. Gracias por vuestro afecto y por el sacrificio que habéis hecho. ¡Dios os lo pague! Os llevaré siempre en el corazón.

Quiero agradecer a mi madre, aquí presente, y a mi familia su apoyo incondicional. Cuando se trata de la propia familia, no hay palabras para agradecer todo lo que se recibe.

Saludo, con todo respeto, a las autoridades civiles, militares, judiciales y académicas que nos honran con su asistencia en esta celebración. A todas las autoridades que están presentes en la Diócesis de Alcalá quiero ofrecerles mi cercanía y colaboración, para trabajar juntos, cada uno desde nuestro ámbito, en la defensa de la dignidad humana, la búsqueda del bien común y la construcción de una sociedad cada día más fraterna. Permítanme también agradecer la presencia de los Sres. Alcaldes de Córdoba y La Rambla, que han tenido la deferencia de venir desde tan lejos.

Agradezco la presencia de las autoridades académicas de la Universidad de Alcalá, y de la Universidad Eclesiástica de San Dámaso, de Madrid, de la que fui alumno y a la que debo gran parte de mi formación intelectual.

Finalmente, quiero agradecer encarecidamente a todos los que han preparado esta preciosa celebración: a los maestros de ceremonias, seminaristas y acólitos; a la señora organista, a la orquesta y los coros de diferentes lugares de Alcalá. Gracias a todos los voluntarios que se han encargado de la organización. Agradezco la colaboración de las fuerzas de seguridad, protección civil, equipos sanitarios y medios de comunicación. Por último, quiero enviar un saludo muy especial a los enfermos y ancianos, que siguen esta celebración a través de la radio o la televisión.

Fotografía de Pablo Hernández Breijo

Queridos diocesanos de Alcalá de Henares: cuando estoy sintiendo las muestras de vuestro caluroso recibimiento, sé que no es a mí a quien esperáis, sino al mismo Señor, a Jesucristo. En su nombre me presento, con toda humildad, con su saludo de paz. Ojalá nunca sea un estorbo para vuestro encuentro con Cristo, sino que podáis descubrir al Señor a través de mis acciones, palabras y decisiones.

No soy más que otro eslabón en la cadena de la sucesión apostólica de esta diócesis, rica en historia, y, al mismo tiempo, viva y joven. Agradezco con admiración la tarea realizada por mis predecesores: D. Manuel Ureña, D. Jesús Catalá, y, en los últimos trece años, por D. Juan Antonio Reig Pla. Lo que ellos han sembrado, espero recogerlo yo, al mismo tiempo que espero seguir trabajando, como ellos, para que otros reciban el fruto. 

Quiero expresar un agradecimiento especial a D. Jesús Vidal, que ha sido Administrador Apostólico de la diócesis durante el último periodo de Sede Vacante. Gracias, querido Jesús, por tu acogida, por facilitarme tantos las cosas, por tu amor a la Iglesia y tu enorme generosidad. Junto a D. Jesús, quiero agradecer también el trabajo, competente y responsable, del Colegio de Consultores, bajo la coordinación del Sr. Vicario General, D. Francisco Rodríguez.

Me siento orgulloso de venir a vivir a la ciudad de Cervantes, foco incomparable de cultura, convertida por el Cardenal Cisneros en una auténtica Civitas Dei, cuna de santos, de humanistas, de científicos y literatos. Una ciudad en la que la fe se ha hecho cultura, y la cultura se ha convertido en un camino privilegiado de acceso a la fe.

Queridos diocesanos de Alcalá: el Papa Francisco nos está llamando a poner a la Iglesia en “estado de misión”, saliendo al encuentro de nuestros hermanos, especialmente de los más pobres y de los que más lo necesitan, para llevarles la alegría del Evangelio. Trabajemos juntos para seguir haciendo de nuestra diócesis una Iglesia alegre y misionera. Tenemos por delante grandes retos y desafíos, pero también contamos con enormes posibilidades. Pongámoslas al servicio de la caridad y de la nueva evangelización. La gracia de Dios no nos faltará.

Pero emprendamos esta tarea evangelizadora con un fuerte sentido de comunión, como quiere el Señor: “Padre, que todos sean uno, para que el mundo crea” (Jn 17,21-23). Caminemos juntos, como nos pide el Papa, en sinodalidad, sacerdotes, consagrados y laicos, aportando cada uno nuestros dones y carismas. En este esfuerzo misionero, sigamos priorizando la pastoral familiar, de la que depende el futuro de la Iglesia y de la sociedad, como ya enseñaba San Juan Pablo II; y sigamos cuidando la pastoral vocacional, especialmente en nuestros Seminarios Diocesanos, que son el corazón de nuestra Iglesia particular.

Finalmente, no olvidemos que la clave de la evangelización es nuestra conversión y santidad personal. Se cuenta que, después de escribir un voluminoso plan pastoral, un Arzobispo de París fue entrevistado por un periodista, que le preguntó: “Señor Arzobispo, ¿cuál es el punto principal de su plan pastoral?”. A lo que el Arzobispo respondió: “la conversión del Arzobispo”.

Cuidemos con esmero nuestra vida interior, y nuestra vida cristiana en todas sus dimensiones. Pongamos a Jesucristo en el centro de nuestra vida y de todas nuestras tareas. Más que una ideología o un sistema ético, el Cristianismo es una plenitud de vida, recibida en la amistad con Cristo. Una vida que se comparte en la comunión de la Iglesia, y que se convierte en testimonio para el mundo, “para que todos tengan vida y la tengan en abundancia” (cfr. Jn 10,10).

Os ruego encarecidamente que sigáis rezando por mí, para que pueda ser el buen pastor que la iglesia de Alcalá necesita. Muy pronto empezaréis a constatar mis errores e inexperiencia. Tened paciencia y misericordia conmigo. Espero mucho de vosotros para que me enseñéis a ser Obispo. Por mi parte, no quiero ahorrarme ni un solo sacrificio si es por vuestro bien. Como San Pablo, querría gastarme y desgastarme por vosotros (cfr. 2 Co 2,15). 

Soy consciente de lo que, en cierta ocasión, escribía San Juan de Ávila a un Obispo: “Como a Cristo costaron sangre las almas, le han de costar lágrimas al prelado” (Carta 177). Hoy, precisamente, se celebra la memoria de un beato sacerdote belga, el P. Poppe, que solía decir que, para la salvación del mundo, “predicar es bueno, rezar es mejor, pero sufrir es lo mejor”. Son palabras que yo quisiera suscribir con mi vida entre vosotros.

Pongo mi ministerio bajo la intercesión de la Patrona de la ciudad de Alcalá de Henares, la Virgen del Val; y de nuestros patronos, tan queridos, los Santos Niños Justo y Pastor. Me confío a la protección de San Félix y San Diego de Alcalá, así como de todos los santos y santas de nuestra bendita diócesis complutense.

Muchas gracias a todos. Que Dios os bendiga.